Uno de los desafios que debe enfrentar el sistema democrático es el del crecimiento del fenómeno de la antipolítica. José Natanson, muy claramente, bosqueja sus raíces y sus usos. Para pensar.(…) la antipolítica es una tendencia mundial que en la Argentina tiene profundas y pluriideológicas raíces: hay una antipolítica originaria de izquierda, inspirada en las corrientes inmigratorias del siglo pasado, sobre todo anarquistas, que portaban un rechazo genético a la autoridad debido a las experiencias autoritarias en sus países de origen (Italia, España, Polonia); hay una antipolítica católico-integrista, según la cual la religión debería guiar y orientar a la política; hay, aunque a los peronistas no les guste, una antipolítica populista, de afán movimientista y negación del otro (usualmente la oligarquía); y hay finalmente una antipolítica noventista, liberal-tecnocrática, de administración y gestión de las cosas y negación del conflicto bajo la ilusión de la racionalidad técnica. Todo esto potenciado, en la Argentina, por el silogismo que Moisés Naím inventó para Venezuela pero que se aplica perfectamente a la realidad local: “Argentina es un país rico, yo soy pobre, luego alguien se robó mi dinero”.
Pero lo interesante es que la antipolítica es, a esta altura, parte constitutiva de la clase política, y no sólo un recurso fácil de los conductores televisivos. La complicidad de los políticos con Mirta o Tinelli, aunque comprensible en términos electorales, genera un efecto pernicioso para el conjunto, al que degrada como un todo. Y aunque sería absurdo sobreinterpretar las declaraciones de Tinelli como parte de un plan premeditado para destruir al Gobierno, y mucho menos como el origen de una futura candidatura (el creador del Dinosaurio Bernardo parece demasiado inteligente para eso), cabe preguntarse por qué decidió hablar.
Natanson José, «De la tinellización de la política a la politización de tinelli», Página 12, 22/11/09.
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