Tras el triunfo de Pavón, la confirmación de la hegemonía porteña sobre el resto del territorio nacional argentino, no significó la resolución del viejo problema de la institucionalización del poder que el país venía arrastrando desde el mismo momento de su independencia. Mantener y extender el movimiento iniciado desde Buenos Aires, requería la centralización e institucionalización del poder estatal en el nuevo gobierno nacional surgido desde Pavón. era necesario poner en funcionamiento los instrumentos de dominación que que asegurarían el predominio del proyecto porteño de organización nacional. ¿De qué manera se manifestó esta dominación? Oscar Oszlak en «La formación del Estado Argentino» categorizó las siguientes formas de penetración del gobierno central en el territorio nacional….
PENETRACIÓN REPRESIVA
Esta modalidad implica la aplicación de violencia física o amenaza de coerción, tendientes a lograr el acatamiento a la voluntad de quien la ejerce y a suprimir toda eventual resistencia a su autoridad. En la experiencia argentina, el instrumento clave empleado por el Estado para imponer esta forma de control coercitivo fue la institucionalización de un ejército nacional.
Puede parecer extraño que medio siglo después de iniciado el movimiento emancipador, la organización del ejercito se planteara aún como tarea pendiente. Hasta 1862, y a todo lo largo del extenso período de guerras civiles, la conducción del aparato represivo fue un atributo compartido por el gobierno nacional y las provincias.
Hacia 1861, la Confederación contaba con un ejército de reserva estimado en 121.500 hombres, que cálculos más optimistas elevaban a 164.705 guardias nacionales.
Al comienzo, los problemas más acuciantes a resolver fueron: 1) la simultaneidad o sucesiva alternancia de los frentes de lucha, que obligaban a un permanente desplazamiento de tropas siempre insuficientes; y 2) la falta de profesionalización, derivada de las dificultades de reclutamiento, ausencia de reglamentos, etc. El nuevo ejército nacional (6000 efectivos) debió afrontar de inmediato la defensa de la línea de frontera con el indio, al tiempo que acudía a sofocar los numerosos levantamientos producidos en el interior luego del triunfo de las fuerzas porteñas. La falta de una ley de conscripción obligatoria obligaba al gobierno nacional a destinar al servicio activo a guardias nacionales indisciplinados, faltos de instrucción y desprovistos del aplomo y la profesionalidad del soldado de línea.
Durante más de una década (presidencias de Mitre y Sarmiento), el gobierno nacional debió enfrentar rebeliones interiores. Sólo entre 1862 y 1868 se produjeron –según Nicasio Oroño- 107 revoluciones y 90 combates en los que murieron 4728 personas.
Hasta 1876 la Guardia Nacional sirvió de importante refuerzo del ejército regular, ante contingencias que colocaban a éste en situación precaria. Antes de desaparecer, continuaría siendo movilizada. A los reiterados levantamientos de López Jordan en Entre Ríos, sucedió la insurrección de Mitre, luego de las controvertidas elecciones presidenciales que llevaron al poder a Avellaneda. Un último y definitivo enfrentamiento, en 1880, cerraría un ciclo histórico de siete décadas de guerra civil: la insurrección del gobierno de Buenos Aires contra las autoridades nacionales, que originó una nueva e importante movilización. Pero para entonces el ejército nacional había adquirido un perfil institucional diferente.
PENETRACIÓN COOPTATIVA
La penetración cooptativa se refiere a la captación de apoyos entre los sectores dominantes locales y gobiernos provinciales, a través de alianzas y coaliciones basadas en compromisos y prestaciones recíprocas tendientes a preservar y consolidar el sistema de dominación impuesto en el orden nacional. La esencia de este mecanismo remite a las reglas más elementales del juego político: debilitar al adversario y reforzar las propias bases sociales de apoyo.
A partir del triunfo de Pavón, como ocurrió después de la Revolución de Mayo, como lo intentaron infructuosamente Rivadavia y Urquiza, el gobierno nacional debió enfrentarse una vez más al mismo dilema: diferenciarse de su matriz porteña sin traicionar los intereses asociados al Puerto; pero a la vez, lograrlo sin convertirse en una mera excrecencia del autonomismo provincial.
Desde el punto de vista de la modalidad que aquí nos preocupa, se trataba de incorporar a los sectores dominantes del interior, no tanto como representantes de intereses regionales o locales sino más bien como componentes de un nuevo pacto de dominación a nivel nacional.
Uno de los mecanismos utilizados fue el otorgamiento de subvenciones a las provincias, sobre todo durante los primeros años de la presidencia de Mitre, en que el descalabro de las finanzas provinciales ocasionado por las guerras civiles demandó la contribución del gobierno nacional para la atención de los gastos más elementales.
Similares efectos producía la utilización de cargos públicos como mecanismo de cooptación. La declinación de las economías del interior, acentuada con escasas excepciones a partir de la organización nacional, convirtió al empleo público en un importante factor compensador, pero a la vez en un preciado instrumento para la captación de apoyos al gobierno nacional.
Un último mecanismo, quizá el más evidente y el que más atención ha recibido fue el de la intervención federal. Acordado constitucionalmente por las provincias al PEN, este recurso le permitía intervenir en los asuntos provinciales a fin de <restablecer la forma republicana de gobierno cuando ésta se hallare amenazada>
PENETRACIÓN MATERIAL
Se incluyen aquí aquellas formas de avance del estado nacional sobre el interior, expresadas en obras, servicios, regulaciones y recompensas destinados fundamentalmente a incorporar las actividades productivas desarrolladas a lo largo del territorio nacional al circuito dinámico de la economía pampeana. Esta incorporación producía dos tipos de consecuencias: 1) ampliaba el mercado nacional, multiplicando así las oportunidades y el volumen de los negocios; y 2) extendía la base social de la alianza que sustentaba al nuevo estado, al suscitar el apoyo de los sectores económicos del interior beneficiados por dicha incorporación.
La penetración cooptativa intenta ganar adeptos a través de la promesa o efectiva concesión de alguna suerte de beneficio conducente a incorporar nuevos grupos o sectores a la coalición dominante. Claro está que estos beneficios y contraprestaciones, en tanto están dirigidos a ciertos sectores de la sociedad, implican a menudo privilegios que, por oposición, condenan a otros sectores indirectamente perjudicados a una existencia económica, cultural o políticamente marginal.
PENETRACIÓN IDEOLÓGICA
Si bien la penetración ideológica del Estado nacional implica lograr que en la conciencia ordinaria de los miembros de una sociedad se instalen ciertas creencias y valores hasta convertirlos en componentes propios de una conciencia colectiva, es preciso diferenciar dos aspectos distintos de este proceso. Por una parte, la creación de una conciencia nacional, es decir un sentido profundamente arraigado de pertenencia a una sociedad territorialmente delimitada, que se identifica por una comunidad de origen, lenguaje, símbolos, tradiciones, creencias y expectativas acerca de un destino compartido. Por otra, la internalización de sentimientos que entrañan una adhesión <natural> al orden social vigente y que, al legitimarlo, permiten que la dominación se convierta en hegemonía.
Así como en el primer caso, la penetración ideológica procura crear una mediación entre Estado y sociedad basada en el sentido de pertenencia a una nación, en el segundo promueve el consenso social en torno a un orden capitalista.
La educación constituyó un vehículo privilegiado en el marco de la estrategia de penetración ideológica del Estado. La educación se concebía más como garantía del orden que como condición del progreso.
Oszlak, Oscar, La formación del Estado argentino, Planeta, Buenos Aires, 1997.
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