Por el Prof. Alejandro H. Justiparán
Aldo Ferrer, economista y político argentino, escribió en 1963 “La economía argentina”, un clásico de la literatura económica sobre el desarrollo argentino. El libro sistematiza el análisis del proceso formativo de la economía argentina diferenciándolo en etapas históricas. La primera de ellas abarca el período comprendido entre el siglo XVI y fines del siglo XVIII y la llama etapa de las economías regionales de subsistencia, caracterizándola como ajena del desarrollo de los mercados de la época. La segunda etapa abarca hasta alrededor de 1860. Esta etapa de transición estuvo marcada por la aparición de la producción de cueros y de productos ganaderos en el marco de la liberalización del régimen comercial. La tercera etapa, definida como de la economía primaria exportadora señala la incorporación plena en el mercado mundial y se cierra con la crisis económica mundial de 1930, que abre la cuarta y última etapa: la de la economía semi-industrial dependiente, en la que la estructura económica se diversifica con la producción industrial.
La incorporación de la economía argentina al mercado mundial hacia mediados del siglo XIX, en el marco de una fuerte demanda mundial, se produjo sobre la base de la expansión de las exportaciones de productos agropecuarios. Otros condicionantes no fueron menos importantes. Ferrer señala así la capacidad de pagos externos, la radicación de capitales extranjeros y el pago de servicios sobre los mismos. Condición necesaria fue la organización nacional, iniciada con la elección de Mitre como presidente del país unificado en 1862. Dicha organización institucional tuvo una estrecha relación con el funcionamiento del sistema económico de esta esta etapa al unificar el régimen presupuestario, centralizar las fuentes de recurso -en especial, la aduana de Buenos Aires- y establecer un sistema monetario que garantizara condiciones de estabilidad. El papel del Estado es señalado por el autor como necesario para facilitar la entrada de capitales e inmigrantes del exterior. Sin estos dos factores no hubiera sido posible expandir la producción ganadera y articularla con el mercado mundial. La escasez de mano de obra y la falta de una red de transportes acorde a las nuevas exigencias no hubieran podido ser solucionados sin la incorporación de contingentes migratorios y el aporte de capitales extranjeros. Como contrapartida, el modelo adolecía de una determinante dependencia externa, ya que el volumen, los precios y los términos de intercambio de las exportaciones argentinas estuvieron en toda la etapa condicionados por las fases del ciclo económico por el cual atravesaban los países industrializados que importaban nuestros productos.
Comparativamente, en La formación de la Argentina moderna (R. Cortés Conde y E. Gallo, 1964), los autores, sin dejar de destacar –al igual que Ferrer- como importantes los factores externos que estimularon y propiciaron el desarrollo del modelo agroexportador, hacen especial hincapié en describir grupos sociales y económicos preexistentes y determinantes. Y cuando analizan el papel del Estado, profundizan su papel estructural, al identificar a los grupos terratenientes, que, merced a las políticas públicas de tierra y trabajo, manejaron los controles reales del poder. Así, los factores endógenos se articulan con los exógenos, conformando un período que, en otras circunstancias, hubiera tenido otro desarrollo.