por el Prof. Alejandro H. Justiparán
Mayo de 1810, ¿revolución?, ¿movimiento independentista?, ¿guerra civil?. Los interrogantes son muchos y no todos los historiadores se ponen de acuerdo al respecto. Recorro en este artículo diferentes opiniones y posturas, útiles a la hora de repensar nuestra historia.
Enrique de Gandía, historiador encuadrado dentro del revisionismo liberal (décadas del 50 y 60), tiene su opinión al respecto, y para apoyarla, cita constantemente a quienes fueron los actores principales de dichos eventos. Para el autor, los proyectos de los liberales de Buenos Aires no eran, los de una revolución, sino los de gobernarse a sí mismos como habían hecho otras ciudades españolas al tener conocimiento del cautiverio de Fernando VII. “Revolución es levantarse contra un orden existente. La creación de juntas de gobierno en España y en América no fue un acto revolucionario”. “La llamada Revolución de Mayo, fue un acto de inmensa adhesión a España y a Fernando VII, y de firme oposición a cualquier intento extranjero, especialmente francés, de pretender dominar en América”.
Para de Gandía existen dos dogmas en la historia argentina, cambiarlos sería romper la tradición, enseñar otra verdad y reconocer que la anterior era mentira. Uno es el carácter de la independencia argentina, otro es el carácter de la tiranía rosista. Los historiadores, apegados al concepto dogmático de la historia echeverriana[1], no hacen más que adornar con citas y documentos la concepción de Echeverría.
Cita a Tomás de Iriarte, para él, el autor que pudo estudiar más de cerca y comprender más hondamente el carácter de guerra civil que tuvo en España y en América el choque de principios políticos, entre los partidarios del Consejo de Regencia y los partidarios de las Juntas locales. “Iriarte, fue un historiador que expuso, antes que Rosas y Echeverría, su concepción de historia de la independencia como una inmensa guerra civil nacida en España y trasladada luego a América”. Inclusive, para fundamentar su posición, cita a don Juan Manuel de Rosas (para de Gandia, un dictador antiargentino): “En el año 1836, con motivo del 25 de mayo, Juan Manuel de Rosas explicó a los representantes extranjeros, reunidos en el Fuerte de Buenos Aires, que fue el día que se recordaba. Dijo que el 25 de Mayo no fue ninguna revolución en contra de España, sino un acto de adhesión y firme fidelidad a Fernando VII, para substituir tranquilamente las autoridades que, de hecho, habían caducado por hallarse preso el rey”.” La interpretación de Rosas, indignó, inmediatamente, a los antirosistas de Montevideo”.[2] He aquí un punto central en la teoría del autor, para de Gandía, el conflicto sucedió entre absolutistas y liberales, y el absolutismo español se identificó, para aquellos hombres, con toda la historia de España y, en especial, con la historia de España en América. En consecuencia, el 25 de Mayo de 1810, en que había comenzado a gobernar un gobierno patrio, debía haber sido, sin ninguna duda, una revolución en contra de España, jamás un acto de adhesión a Fernando VII.
Rodolfo Puiggros, hombre del materialismo histórico, sostiene la teoría de la revolución, y acorde con su tendencia, adjudica a temas económicos y sociales el conflicto. “Tenía que llegar necesariamente la hora en que la sociedad colonial entrara en crisis revolucionaria, como resultado de la contradicción entre su grado inferior de desarrollo y el desarrollo del capitalismo en el mundo, a un ritmo no conocido hasta entonces por ningún otro sistema social”. Para el autor, los ingleses juegan un papel de vital importancia en nuestro proceso emancipador.
Desde sus orígenes, aspiraron a conquistar nuestro mercado interior para colocar mercadería y extraer metálico. Existieron acuerdos entre criollos e ingleses, con el compromiso de Inglaterra de contribuir con armas, soldados y dinero a la independencia de las colonias españolas, y la promesa de los criollos de asegurar la libertad de comercio y trato preferencial a las mercaderías británicas.
Ricardo Levene, de la escuela liberal tradicional, no sólo habla de una revolución, sino que la periodiza: “El drama de la Revolución de Mayo comprende tres momentos sucesivos: la iniciación revolucionaria de los patriotas y el desarrollo de un plan contrarrevolucionario de los adversarios antes que la revolución estallara, que va desde Marzo hasta el 22 de Mayo; la contrarrevolución triunfante de los días 23, 24 y parte del 25, hasta la constitución del Gobierno patrio; y por último la Revolución misma, la furia del pueblo imponiendo el gobierno bajo la Presidencia de Cornelio de Saavedra.”[3]
Ernesto Palacio, sostiene que la resolución de substituir a Cisneros era: “lisa y llanamente revolucionaria, en el hecho y en las proyecciones, aunque ajustada a derecho”.[4] En lo que todos los autores coinciden, es en que sin dudas, la caída de la Junta de Sevilla fue el detonante del proceso vivido en Mayo de 1810, proceso que, a nuestro entender, fue revolucionario, desde el momento del cambio de gobierno, que representó el cese del dominio español en el Río de la Plata.
[1] Para de Gandía, el creador de la filosofía histórica argentina, el autor del concepto que inspira toda la enseñanza oficial, fue Esteban Echeverría en el año 1837. Por eso sostiene que la historia argentina es, en su espíritu, una historia echeverriana. Enrique de Gandía, “La revisión de la historia argentina”, página 252.
[2] Ibídem, página 254.
[3] RICARDO LEVENE, “Historia Argentina”, Capítulo I “Los sucesos de Mayo”, página 12.
[4] ERNESTO PALACIO, “Historia de la Argentina, 1515-1835”. Tomo 1, “Segregación y guerras por la independencia”, página 180.
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