Los cambios sociales y económicos de la segunda mitad del siglo XVIII llevaron a que se desarrollaran, dentro del movimiento de la Ilustración, dos escuelas de pensamiento económico, la fisiocracia y el liberalismo.
Los fisiócratas consideraban que había un orden natural para todas las cosas, incluyendo la sociedad y el sistema económico. La organización social está basada en el orden económico -idea materialista desarrollada posteriormente por Marx- y si la organización económica es acorde con el Orden Natural se consigue una armonía perfecta, necesaria para la felicidad y el crecimiento de la humanidad. La palabra «fisiocracia» proviene del griego physis, naturaleza, y significa el gobierno del orden natural.
Para conseguir esa armonía hay abstenerse de entorpecerla con reglamentaciones arbitrarias. Hay que dar libertad de actuación a los hombres, cuya naturaleza les impulsa a ese orden natural -idea precursora de la «mano oculta» de Adam Smith. La expresión laissez-faire, laissez passer fue acuñada precisamente por un fisiócrata, Vincent de Gournay.
La actividad económica debe regirse por tres reglas:
- Derecho a la propiedad, derivado del Orden Natural.
- Libertad para que el hombre encuentre el camino que le es más ventajoso.
- Seguridad en el disfrute de la propiedad y la libertad.
Con los fisiócratas, aparece por primera vez una escuela de pensamiento económico con una cabeza reconocida, un grupo de seguidores íntimamente unidos para exaltar y extender las doctrinas del maestro y una publicación periódica para contribuir a su difusión. La cabeza de los fisiócratas fue François Quesnay, médico personal de Luis XV y madame de Pompadeur y cuya facilidad para ganar adeptos en un pequeño período de tiempo provenía en parte de la importancia de su mensaje, en parte de su atractiva personalidad y en parte del ansia de poder y de la influencia obtenida a causa de su relación con las altas personas que se encontraban bajo su cuidado médico. Quesnay entró en la economía después de cumplir los sesenta años, tras haberse hecho un nombre como relevante médico y como autor de libros de medicina, biología y filosofía. EI estudio de la economía no fue más que una fase de transición en su carrera intelectual, ya que pocos años después dejó de interesarse por la economía; dedicó los últimos años de su vida a las investigaciones matemáticas.
EI sistema de los fisiócratas requería una completa reconstrucción de la economía, ya que ellos hicieron pedazos todo el edificio del pensamiento mercantilista. Nada quedó de la primacía del comercio exterior que para ellos no es más que un «último recurso» o un «mal necesario». La esperanza de obtener ganancias nacionales a costa de otros países no es nada más que una ilusión, pues las precarias ganancias se perderán con creces en las guerras resultantes de haber llevado a cabo una política perjudicial para las otras naciones. El comercio no es más que el cambio de unas mercancías por otras; cada venta es al mismo tiempo una compra. Para poder vender, hay que comprar. Por otra parte, el oro y la plata no constituyen riqueza, sino que son simplemente «los efectos de la producción real que ha cambiado de forma». Cuanto mayor sea esta última, menos oro y plata serán necesarios. Las privaciones no proporcionan riqueza; la producción sí. Las conclusiones sacadas de la balanza comercial son erróneas y la doctrina que identifica la ganancia nacional con el superávit de la exportación es una «idea quimérica -Así reza el argumento de Mercier de la Riviere en El orden natural y esencial de las sociedades politicas, de 1767, que sistematiza el pensamiento de la escuela. ¿Qué es lo que ofrecieron los fisiócratas para ocupar el lugar dejado por estas desacreditadas teorías?
El propósito de los fisiócratas fue reorganizar la economía francesa por medio de una reforma tributaria y de promover un sistema agrícola eficaz y a gran escala. Quesnay presentó, sin embargo, su programa económico como parte de un sistema de pensamiento más amplio, que se extendía hasta las ciencias naturales y sociales y se basaba en la ley natural. De aquí deriva el nombre de la escuela, pues fisiocracia significa gobierno de la naturaleza.
Quesnay hizo una aguda distinción entre el orden natural y el orden positivo, formado el primero de reglas beneficiosas y evidentes por sí mismas y reflejando el otro la insuficiencia del legislador humano. Cuando el orden positivo se distancia del orden natural perfecto e inmutable, dejan de manifestarse con toda su plenitud los efectos beneficiosos de este último. Sin embargo, si el gobierno se dejara iluminar por la razón, las leyes positivas, perjudiciales para la sociedad, desaparecerían.
El criterio de Quesnay sobre el mundo y la ciencia está conforme con el modelo del racionalismo cartesiano, tal como había sido modificado por Malebranche (1638-1715), del que Quesnay fue un fiel seguidor. Malebranche se imaginaba al cosmos como una variedad de órdenes jerárquica y armoniosamente colocados. Como Descartes, desconfiaba de los datos ostensiblemente establecidos por los sentidos y ensalzaba en su lugar a las inmutables y eternas representaciones de la mente. Estos artificios de la razón son un eco tanto de las ideas de Platón, como de los conceptos abstractos y de los modelos teóricos utilizados en economía. Como cartesiano y como seguidor de Malebranche, Quesnay se convierte así en el fundador de la tradición racionalista de la economía.
Los fisiócratas postulaban, pues, una perfecta armonía tanto entre los intereses individuales como entre los intereses del rey y los de sus súbditos. Así pues, la frase laissez faire, laissez passer, se acuñó en relación con el pensamiento de los fisiócratas y ha sido una máxima que ha servido, hasta nuestros días, como una afirmación del individualismo económico. El tema debe contemplarse, sin embargo, en su conjunto, como formando parte del contexto del fundamental dualismo del pensamiento fisiocrático, que se basaba en la distinción entre el orden natural y el orden positivo. Sólo en el orden natural, es decir, en el ideal, podrá alcanzar el armonioso individualismo su pleno florecimiento. En el orden positivo vigente en el mundo de la realidad, el libre juego de las fuerzas individuales puede resultar frustrado, con desventajas que darán por resultado conflictos económicos en lugar de armonía. El individualismo de los fisiócratas se complementaba con un profundo respeto por la santidad de la propiedad privada. Quesnay ridiculiza la opinión de que hay un derecho natural de todos los hombres hacia todas las cosas. Tal derecho, dice, seria similar al derecho que todos los pájaros tienen sobre todos los insectos que vuelan por el aire. En realidad, dicho derecho está limitado a todos los que puedan atrapar. En forma similar, aunque el hombre tiene un derecho natural hacia las cosas adecuadas para ser usadas, este derecho está limitado a aquellas cosas que pueda obtener mediante su trabajo. Como Locke, Quesnay funda la propiedad en el trabajo, pero funda también el trabajo en la propiedad: es la seguridad de que se va a poseer una serie de cosas la que induce al hombre a realizar el trabajo necesario para el bienestar de la sociedad.
Los fisiócratas hablan de la propiedad de un hombre, como de la medida de libertad de la cual disfruta. Para ellos, la función primordial del orden positivo era la protección del derecho de propiedad. El que ello significara a la postre la protección del rico frente al pobre era una conclusión que los fisiócratas no pudieron evadir. La idea de que la libertad y la igualdad eran incompatibles es resaltada por Quesnay, si bien en menor medida que en los escritos de sus seguidores.
Análogamente a la ley de la concentración de Cantillon, los fisiócratas apoyan explícitamente la desigualdad de las posesiones. En la literatura fisiocrática puede incluso encontrarse una ley de concentración creciente conforme va aumentando la riqueza de una sociedad, aumenta al mismo tiempo la desigualdad. Para que tuviera éxito la actuación del sistema económico, tal como lo imaginaron los fisiócratas, era necesaria una cierta desigualdad y por ello, esta ultima, lejos de ser considerada ofensiva, fue aclamada como algo socialmente útil y natural, que refleja las diferencias individuales, tanto en talentos, como en fortuna.
La circulación de la riqueza según la Escuela Fisiocrática
Los fisiócratas consideran que el origen de todos los bienes es la naturaleza, la tierra. En la sociedad se pueden distinguir tres grupos sociales: los propietarios de la tierra -Soberano, nobleza, Iglesia y empleados públicos- , los que trabajan la tierra -agricultores y empresarios agrícolas- y los que transforman o comercian con los productos de la tierra -los artesanos y comerciantes, a los que llaman «la clase estéril».
Para obtener riqueza de la tierra es necesario gastar riqueza. La diferencia entre la riqueza obtenida y la riqueza gastada es el «produit net». Los aumentos en el «produit net» de la nación suponen una expansión de la actividad económica mientras que su disminución produce una contracción.
Para el médico Quesnay estaba claro que la circulación de la riqueza entre los grupos sociales era algo similar a la circulación sanguínea. Los agricultores entregan una parte del producto neto en forma de rentas a la clase propietaria y otra parte la entregan a la clase estéril en pago de los bienes manufacturados que adquieren.
Los fisiócratas se diferencian por tanto de los mercantilistas en un aspecto clave: para los mercantilistas la fuente de la riqueza es el comercio, mientras que para los fisiócratas es la producción agrícola.
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