¿Existió una crisis del paradigma neoliberal en la Argentina de los 90? ¿O la crisis desatada nada tuvo que ver con el carácter liberal del modelo económico? Transcribo aquí una polémica destada en el 2003 a partir de un reportaje realizado a Juan José LLach en el que asegura que el paradigma neoliberal entró en crisis. «En una doble crisis -explica-. Por un lado, la crisis real. Está el dicho latino finis coronat opus , el fin corona la obra. Y la verdad es que el fin fue muy malo. Se tocó la profundidad de la crisis social y la recesión duró cuatro años. Este es un hecho que todos tenemos que registrar cuidadosamente. Unos dias después, responde a estas afirmaciones Guillermo M. Yeatts, defendiendo al modelo liberal y quitándole responsabilidad alguna por la crisis desatada. A continuación, una síntesis de lo expresado, aconsejo prestar especial atención a los fundamentos esgrimidos. Para reflexionar.
Juan José Llach
Autodefinido como noventista, está dispuesto, como protagonista de los acontecimientos, a realizar la primera autocrítica importante de una década que marcó a fuego la historia moderna argentina. Fue viceministro de Economía en tiempos de Menem y mano derecha de Cavallo, dirigente de la Fundación Mediterránea, teórico de la convertibilidad, ministro de Educación de Fernando de la Rúa y asesor de la Conferencia Episcopal, Juan José Llach es economista y sociólogo. Lisa y llanamente.
«Y después está la crisis ideológica: al haber un final tan malo es razonable que también el neoliberalismo haya perdido anclaje y vigencia social. Lo que no está claro es cuál es el nuevo paradigma. No quiero usar la palabra «modelo» porque no me gusta. Y tengo un poquito de aprehensión al movimiento pendular al cual la Argentina ha sido bastante afecta. No sólo porque eso puede llevar a errores, sino más bien porque puede conducir a una división en la sociedad. Una división profunda e improductiva».
-Se apagó un paradigma y no ha alumbrado otro que lo reemplace…
-Exacto. Y debemos buscar una síntesis superadora. Porque aferrarse al pasado, en cualquiera de sus versiones, es un problema. Y noto que en este momento hay en nuestro país cierta propensión a mirar más al pasado que al futuro.
.-¿Y usted por qué cree que fracasa ese paradigma? ¿Piensa que, por ejemplo, el FMI y los organismos internacionales deberían revisar la posición que han tenido con nosotros?
-Las responsabilidades son muy amplias, compartidas, y todos tenemos que ver cuál fue nuestra parte en eso. Todos. La crisis tuvo causas internas y externas. En esto hay que ser equilibrado. Los muy neoliberales tienden a ver sólo el problema interno, que evidentemente existió. Porque, si bien es cierto que esta crisis ha sido la más grave desde 1930, si uno analiza las tres últimas décadas de historia, casi matemáticamente cada cinco tenemos una gran crisis macroeconómica. En lo interno, lo dominante es nuestra incapacidad para manejar las finanzas y, en general, para manejar la cosa pública. Esa es la madre del borrego. No sólo por la deuda o el déficit, sino también por los problemas de competitividad y de inequidad que genera esa ineficacia, que es la raíz interna de la crisis.
-¿Y los factores externos?
-Hay una cuota de mala fortuna muy importante. Porque nos encontramos con un proteccionismo salvaje en lo agroalimentario, pero también en otros rubros. Y en ese sentido, si de autocrítica se trata, yo le diría que si uno hubiera sabido que con la Organización Mundial de Comercio (OMC) esta ecuación no iba a cambiar, quizá la apertura como se hizo en la Argentina no hubiera sido tan ingenua. Obviamente, si yo no podía trasladar recursos a los sectores más productivos iba a tener desempleo. Ese punto es dramático, de primer orden y una enorme injusticia porque la Argentina podría estar exportando en vez de 30 mil millones de dólares, 45 mil millones. Sería otro país. Tendríamos igual muchos problemas, porque siempre fuimos muy ingeniosos para buscarlos. Y después sí, está el factor del Fondo y de los Estados Unidos…
-¿Cómo jugó ese factor?
–Fue muy poco serio que declarasen a Carlos Menem en el año 98 campeón mundial de las reformas. Luego cambió el gobierno norteamericano y no se avisó que cambiaban las reglas de juego. Se las cambió, se movió la alfombra sin aviso previo. Muy poco serio (…)
-¿»Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago»?
-Sí, en materia de comercio no hay la menor duda. Es clarísimo. «El consenso de Washington» hablaba de la apertura y ésta se hizo, pero los países desarrollados subsidian más o menos con mil millones de dólares por día, entre subsidios y proteccionismo agroalimentario, y también en otros rubros. Y eso es dramático. La Argentina es el país más perjudicado de todos porque tiene toda la gama de productos que ellos protegen (…)
-Usted vivió también de cerca los acuerdos del FMI con la Alianza. Visto en perspectiva, ¿cree que aquel impuestazo del comienzo fue recesivo?
-Sí, y también en el Tequila nos obligaron a subir el IVA. Nos dijeron que si no no había firma y se caía absolutamente todo el sistema. Nos obligaron a subir el IVA del 18 al 21 por ciento y a volver a subir los aportes patronales.
(…) Usted fue uno de los ideólogos de lo que hoy es la bestia negra de la economía argentina: la convertibilidad. ¿Fue tan mala? ¿Fue la raíz de esta gran crisis?
-Se habla con mucha liviandad. La Argentina no tenía moneda. La convertibilidad no fue una obra de un grupo de iluminados que decidió escribir una ley, sino que fue la sociedad argentina, incluso los sectores más populares, la que había repudiado la moneda nacional y usaba el dólar. Entonces lo que hizo la convertibilidad fue legalizar una situación preexistente. Ahora, todo empieza con la reelección de Menem y el nefasto Pacto de Olivos…
-¿Qué es lo que empieza?
–Empieza a consolidarse la idea de que todo era dulce, que se podía aumentar el gasto y la deuda pública. Y que todo se iba a resolver con una tasa de crecimiento muy alta. Se utilizó mal la convertibilidad. Otra historia hubiera sido con una política fiscal austera. La deuda aumentó en 65 mil millones de dólares. Calcule lo que hubiera sido la tasa de interés para las Pyme si todo ese dinero se hubiera volcado al crédito del sector privado, en vez de utilizarlo en el sector público.
-El problema no fue el cambio fijo sino el endeudamiento.
-Sí, y los impactos a la competitividad. Se creyó que la convertibilidad era a prueba de cualquiera cosa, y se la malversó. El golpe de gracia fue la devaluación de Brasil.
(…) ¿Se ha leído bien a Keynes?
-Muchos han leído la mitad del libro de Keynes. La parte donde dice que para salir de una depresión tiene que haber un papel activo del Estado para que la gente consuma y se produzca «una reactivación a través de los mostradores». Pero Keynes era un tipo extraordinariamente austero. Creía que el Estado, en épocas de abundancia, debía ahorrar y bajar su deuda. Eso es lo que debería haber hecho la Argentina. Mire, si cuando le llegó la crisis del ´98 la política fiscal anterior hubiera sido austera, la deuda habría sido muchísimo más baja y se podrían haber reducido impuestos más drásticamente. Ahora, cuando se hicieron políticas expansivas durante años se convierte todo en una tragedia…
(…) ¿Y qué piensa del Plan Fénix, que está en las antípodas de lo que piensa FIEL?
-Tiene algunos elementos, como el papel del Estado, generar un perfil de distribución del ingreso que ayude más a la demanda interna y que eso sea un motor de crecimiento de la economía, que es todo un desafío. Los países latinoamericanos tenemos niveles de desigualdad que son los máximos del mundo. Es el continente más desigual del mundo…
-Más que Africa.
-Sí, porque en Africa la enorme mayoría son pobres. Hay poca clase media. Entonces la desigualdad es relativamente menor. Más desigual es América latina, y eso es un problema. Uno no puede ser impermeable a esos argumentos del Plan Fénix, aunque luego se puede o no coincidir con qué instrumento utiliza… Y tampoco se puede demonizar la década del 90 ni idealizar el pasado. Algunos dicen, por ejemplo: «Se vienen aplicando las mismas prácticas económicas desde el año 76». Eso es inaceptable. Por empezar, se olvidan del Rodrigazo en 1975: allí comienza la gran inflación en la Argentina. Se olvidan también de que Alfonsín intentó realizar otras políticas. Entonces estas simplificaciones no sirven para nada. Y en esto el Gobierno tiene un papel: si acentúa demasiado esa mirada no ayuda a encontrar esa síntesis que supere los grandes desencuentros.
Por Jorge Fernández Díaz
De la Redacción de LA NACION, 13/09/03
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La respuesta: El liberalismo no fracasó; nunca se aplicó.
Durante la década de 1990 no falló el liberalismo porque, lamentablemente, no fue aplicado. Lo que funcionó fue un sistema prebendario, corporativo y rentístico. Las apelaciones al liberalismo fueron meros efectos de marketing político para ganar la simpatía de los inversores financieros que gozaban de un seguro de cambio encubierto, como era la convertibilidad.
La llamada «reforma» fue esencialmente fiscalista, orientada a financiar un déficit crónico que, en el período 1991-1995, se alimentó a partir de la venta de activos y privatizaciones monopólicas y, en los años subsiguientes, lo hizo a través del endeudamiento, duplicado entre 1996 y 2001. Durante esa década el incremento del gasto público representó dos veces el crecimiento del PBI.
La supuesta apertura comercial en el marco del Mercosur aisló a la economía argentina del resto del mundo y sirvió como paraguas para el desarrollo de sectores productivos no competitivos. Con la armonización de derechos de importación con sus socios del Mercosur, en enero de 1995, la Argentina incrementó sus tarifas en 71 de los 97 capítulos arancelarios . En materia laboral, se mantuvieron cuotas sindicales compulsivas mientras el poder sindical se fortalecía a partir de obras sociales monopólicas. Por su parte, la reforma previsional tuvo por objeto crear un mercado de capitales para el financiamiento del sector público -con obligación de compra de un alto porcentaje de títulos públicos-, por lo que la responsabilidad final seguía siendo la misma que en el sistema de reparto.
El gobierno financió su enorme crecimiento sobre la base del aplastamiento de las espaldas privadas. La recaudación impositiva creció $30.000 millones anuales entre 1991 y 1999. El endeudamiento público ahogó todo financiamiento privado, absorbiendo el crédito disponible e incrementando los niveles de tasa de interés por encima de la rentabilidad empresaria. En la explosión de la crisis (2000-2001), las autoridades no dudaron en confiscar los depósitos bancarios, los fondos de las AFJP y finalmente los ingresos de todos los argentinos. Dificilmente esta sucesión de confiscaciones pueda confundirse con… °liberalismo!
Tampoco la llamada reforma de los 90 protegió las instituciones básicas en materia de propiedad intelectual (tal es el caso de las patentes medicinales y el software ), por lo cual Argentina está quedando fuera de la tercera gran revolución de la historia de la humanidad: la Revolución del Conocimiento.
(…) No fueron las ideas de la planificación central, la propiedad pública, las regulaciones y las confiscaciones las que motorizaron el crecimiento apuntado. El mundo comenzó a cambiar cuando la libertad individual, los derechos de propiedad, el respeto de las libertades civiles de comerciar, transitar, profesar diferentes cultos, publicar en la prensa o ejercer industrias, empezaron a respetarse en forma generalizada en algunas regiones del planeta.
Fue la libertad y no la planificación. Fueron los derechos individuales y no la prepotencia pública. Fue la competencia y no los mercados cautivos. Fue el esfuerzo silencioso y privado y no los héroes públicos y totalitarios. Fue la inversión y la iniciativa privada y no las publicitadas obras públicas. Fue el mercado y no los gobiernos el que brindó las soluciones más eficientes a los problemas que retrasaron a la humanidad por siglos.
No fue el liberalismo el que entró en crisis sino los modelos «mercantilistas y pragmáticos» de la década del 90. En esa época no se aplicaron las ideas rectoras como son la división de los poderes, la protección de la propiedad privada, la libertad de mercados, la iniciativa individual, la limitación del gobierno.
Quienes defendemos los principios de propiedad privada, mercados libres y gobierno limitado no debemos engañarnos ni autoflagelarnos por el desastre de los noventa, que fue generado por los gestores de la voracidad pública iluminados en su médula con las ideas del estatismo, la planificación y la ingeniería social.
Por Guillermo M. Yeatts
La Nación, 21/9/03.
El autor escribió los libros Raíces de pobreza. Las perversas reglas de juego de América Latina y El robo del subsuelo . Es presidente de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.