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CHOQUE de CIVILIZACIONES. Huntington y Fukuyama, cuando desde la Historia pretende justificar los conflictos, o la ausencia de ellos

Posted by on 5 febrero, 2010

Samuel Huntington formuló una teoría acerca de las relaciones internacionales tras la Guerra Fría –denominada Choque de Civilizaciones- en un artículo publicado en la revista norteamericana Foreign Affairs (1993) y que posteriormente se transformó en un libro (“The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, New York: Simon & Schuster, 1996”). Allí, desarrolla una cosmovisión geopolítica que –según su apreciación- reemplazaría al paradigma de la Guerra Fría que enfrentó, durante décadas a los modelos capitalista y comunista y que llegó a su fín tras la Caída del Muro de Berlín y el posterior colapso de la URSS.

Finalizada la 2ª Guerra Mundial, Occidente y Oriente (con excepciones de ambos lados) se encuadran dentro de un nuevo orden bipolar en el que las superpotencias dominantes son los Estados Unidos y la URSS, lideres de dos modelos políticos, sociales y económicos antagónicos, el capitalismo y el comunismo.

Con la caída de este último, el orden mundial naciente se caracteriza por la unipolaridad (Una sola potencia dominante). En este contexto, Huntington –quien supo ser asesor del presidente Jimmy Carter entre 1977 y 1978- sostiene que:

(…) “la cultura y las identidades culturales, que en su nivel más amplio, son identidades civilizacionales, están configurando las pautas de cohesión, desintegración y conflicto en el mundo de la posguerra fría” (…) coincidiendo con Jacques Delors en que “los futuros conflictos estarán provocados por factores culturales, más que económicos o ideológicos”. “Y los conflictos culturales más peligrosos son los que se producen a lo largo de las líneas divisorias existentes entre las civilizaciones”.

Es este -para Huntington- un claro quiebre con el paradigma anterior, que fundamentaba sus divisiones y unificaciones en lo ideológico. Porque ahora:

“En el mundo de posguerra fría, la cultura es, a la vez, una fuerza divisiva y unificadora. Gentes separadas por la ideología pero unidas por la cultura se juntan, como las dos Alemanias y como están comenzando a hacer las dos Coreas y las diversas Chinas. Las sociedades unidas por la ideología o las circunstancias históricas, pero divididas por la civilización, o se deshacen (como la Unión Soviética, Yugoslavia y Bosnia) o están sometidas a gran tensión, como es el caso de Ucrania, Nigeria, Sudán, India, Sri Lanka y muchas otras”.

Una nueva línea de fractura, dividirá a los nuevos contendientes. A diferencia de la anterior (se refiere a las antiguas áreas de influencia de las dos potencias), esta nueva línea se ha desplazado varios cientos de kilómetros hacia el Este, separando a los pueblos cristianos occidentales de los pueblos musulmanes y ortodoxos. Su paso siguiente es el de identificar –según estos parámetros- ocho diferentes civilizaciones.

  • Cultura Occidental, incluye principalmente a países cristianos: Europa occidental y los Estados Unidos. Podrían existir otras dos «subcivilizaciones»:
    • El mundo ortodoxo de Europa oriental y Rusia.
    • El mundo latinoamericano, que incluiría a México y al Caribe.
  • El mundo musulmán del Oriente Medio, el Magreb, Somalia, Afganistán, Pakistán, Malasia e Indonesia.
  • El pueblo judío, civilización hebrea, la diáspora.
  • La civilización hindú, localizada fundamentalmente en la India
  • La civilización de China, Vietnam, Singapur, Taiwán y la diáspora china en Asia, el Pacífico y Occidente
  • La civilización japonesa.
  • El África sub-sahariana
  • Las áreas budistas del norte de la India, Nepal, Bután, Mongolia, Birmania, Tailandia, Camboya, Laos y el Tíbet.

De manera significativa, puede observarse, que las líneas de fractura entre civilizaciones son preponderantemente religiosas.

El concepto de “Choque de civilizaciones”, había sido introducido por Arnold J. Toynbee, pero limitado al ámbito geopolítico, en el que los conflictos se producían como fruto del “contacto espacial” entre diferentes civilizaciones. Este historiador británico (1889/1975), especialista en Filosofía de la Historia, estableció una teoría cíclica sobre el desarrollo de las civilizaciones. Según esta teoría, el motor evolutivo de las civilizaciones no radica en la superación a los desafíos que sufre un grupo humano, sino cuando la respuesta exitosa a esos desafíos estimula la aparición de otros nuevos. Asimismo decae cuando no puede superarlos. Niega el determinismo que establece que todas las civilizaciones tienen un final (en oposición a Oswald Spengler[1]), confiando en que la moderna civilización occidental puede escapar a esa norma general.

Huntington, retoma de Toynbee la idea de que serán las civilizaciones las que protagonizarán el siglo XXI, y que los conflictos que se desatarán serán entre civilizaciones diferentes. De alguna manera, responde a la tesis de Francis Fukuyama según la cual el mundo se aproximaba al fin de la historia tras la caída del modelo comunista y con el triunfo de la democracia occidental.

José Pablo Feinmann, contextualiza el artículo en cuestión en “Huntington, el nuevo Fukuyama” (Página 12, 25/09/01)

«Al modo de Fukuyama, Huntington salta a la celebridad con un folleto de honda fiereza ideológica: “The clash of Civilizations?”. El de Fukuyama, de 1989, había sido, según se sabe, el que postulaba un fin para la Historia. El de Huntington, por el contrario, viene a reinstaurar la idea de “conflicto”, pero no ya entre clases sociales, entre ricos y pobres, entre países centrales y periféricos, sino entre “civilizaciones”. Y dibuja –no sin cierto aire conspirativo y paranoico- un enemigo tenaz y despiadado para el Occidente democrático: el Islam (que Huntington escribe con minúsculas). No el fundamentalismo islámico, el Islam, sin vueltas, en totalidad. Así, el nuevo conflicto de la Historia, el que la hace seguir en funcionamiento, es este “choque” que se produce entre ambas civilizaciones. Unánimemente atribuido el atentado a las Torres Gemelas al demonizado Islam, a nadie sorprenderá que el libro de Huntington se haya tornado súbitamente en la aparente llave para entender una Historia que transita los caminos de la irracionalidad y la destrucción. Ahí, en esas torres en llamas, se cumplía la profecía paranoica de este ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional del Imperio».

Al referirse a la relación entre el Islam y Occidente, Huntington en primer lugar, establece diferencias en sus respectivos modelos políticos. Contrasta al Estado Nacional occidental con la organización tribal del mundo musulmán; y al identificar al enemigo de Occidente, claramente afirma que éste es el Islam, y no sus extremistas violentos.

«Algunos occidentales, entre ellos el ex presidente Bill Clinton, han afirmado que Occidente no tiene problemas con el Islam, sino sólo con los extremistas islamistas violentos. Mil cuatrocientos años de historia demuestran lo contrario».

Para Feinmann, tanto Huntington como Fukuyama, no son pensadores, sino “buenos funcionarios del país que los financia, hábiles ideólogos entregados a la tarea de fundamentar los conflictos, o la ausencia de ellos”.

Me permito coincidir. Lo de Fukuyama obedeció a una coyuntura histórica (la caída del comunismo) y fue -más que una original teoría filosófica- el deseo de congelar un supuesto triunfo de la democracia occidental. Hegel ya había querido detener la historia tras la batalla de Jena. El modelo que se quería perpetuar entonces era el de los principios liberales de la Revolución Francesa. Huntington pretende justificar –naturalizar diría- el conflicto con el mundo musulmán, trasladando el eje ideológico de pasados enfrentamientos, a uno nuevo, religioso y cultural. Ambos se equivocan al utilizar a la Historia como vehículo y como fundamento. Una cosa es la política, otra muy diferente el método histórico.

[1] Oswald Spengler, filósofo y matemático alemán (1880/1936), sostenía que el desarrollo de las civilizaciones sigue un modelo cíclico reconocible según tres tipos de sociedad que se irían sucediendo en el tiempo hasta llegar a una cuarta final de decadencia.Cada una de estas sociedades tendría un nacimiento, una madurez y una vejez que podía implicar su desaparición.

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