Muchos de los patriotas protagonistas del proceso revolucionario en Mayo de 1810, tuvieron una fuerte influencia de las Nuevas Ideas surgidas en Europa en la segunda mitad del Siglo XVIII. Manuel Belgrano (1770/1820) estaba en Europa cuando ocurrió la Revolución Francesa y en 1794 regresó a Buenos Aires para hacerse cargo del Consulado. Gracias a los muy buenos vínculos que tenía con las autoridades españolas y con la Iglesia, tuvo acceso a todo tipo de libros, incluso aquellos cuya difusión estaba prohibida por la Corona española. Fue así que conoció el pensamiento de Voltaire, Rousseau, Quesnay y Smith, entre otros.
Ya al frente del Consulado, debatió largamente con los comerciantes españoles que defendían el monopolio comercial impuesto por España. Belgrano defendía las actividades productivas frente a las actividades especulativas comerciales. Partidario del librecambio, entendía que había que proteger algunas actividades artesanales locales frente a la competencia extranjera. Transcribo aquí, fragmentos de su pensamiento.
“La ocupación de mi padre fue la de comerciante, y como le toco el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época. Me proporcionó la enseñanza de las primeras letras, la gramática latina, filosofía y algo de teología, en el mismo Buenos Aires. Sucesivamente me mandó a España a seguir la carrera de las leyes, y allí estudié en Salamanca; me gradué en Valladolid; continué en Madrid y me recibí de abogado en la Cancillería de Valladolid.
Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como al estudio de los idiomas vivos, de la economía política y al derecho público (…) Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento (…).
Al concluir mi carrera por los años de 1793, las ideas de economía política cundían en España con furor, y creo que a esto debí que me colocaran en la Secretaría del Consulado de Buenos Aires (…) sin que hubiese hecho la más mínima gestión para ello…”
Documentos del Archivo de Belgrano, Autobografía, en Meroni Graciela, La Historia en mis documentos 1, Textos Huemul, Bs. As., 1995.
“Muchos creen que si se concede entera libertad para la extracción de frutos del país quedará pobre y miserable, y todo vendrá a ser caro; y se presenta a su imaginación un cuadro lastimoso (…) otros, que avizorados contra todo lo nuevo, ponen en movimiento algunos resortes, que desgracian los proyectos más útiles; en contraposición, me contento con citar las máximas 16 y 25 del célebre economista Quesnay, que dicen: Primera: que no se impida el comercio exterior de los frutos, porque según es la extracción, así es la reproducción y aumento de la agricultura. Segunda: que se dé entera libertad al comercio, pues la política del comercio interior y exterior, más segura, exacta y provechosa a la nación y al Estado, consiste en la plena libertad de la concurrencia.”
Manuel Belgrano, Memoria del 14 de junio de 1798, Citado pro Ricardo Caillet Bois, en Meroni Graciela, La Historia en mis documentos 1, Textos Huemul, Bs. As., 1995
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