El 6 de setiembre de 1930 se abrió para la Argentina una larga etapa de más de 50 años de inestabilidad democrática. La crónica debilidad de las instituciones republicanas ha motivado numerosos trabajos de investigación enfocados desde varias disciplinas, tendientes todos ellos a dar interpretaciones válidas acerca de los factores recurrentes de los Golpes de Estado. En este sentido se abren por lo menos dos grandes corrientes:
1) La que intenta buscar en el ámbito político-institucional las deficiencias que impiden el normal desenvolvimiento de los gobiernos constitucionales (factores de orden político)
2) Aquellas que ponen el acento en las crisis cíclicas de un modelo económico dependiente como factor subyacente que vuelve ingobernable la puja de las distintas corporaciones por el reparto dela renta, a la hora de hacer valer intereses sectoriales en el marco de una magra cosecha (factores de orden económico).
En relación con estas dos perspectivas se abren diversos esquemas explicativos en los que pueden estar presentes variables económicas y políticas internas y externas con sus múltiples combinaciones.
Alain Rouquie y David Rock coinciden con la interpretación oficial del Partido Radical y subrayan el peso del proyecto de nacionalización y monopolio estatal de los recursos petrolíferos como desencadenante del golpe, aunque Rock asigna mayor peso al trasfondo de la crisis internacional y la urgencia de los conservadores por tomar las riendas de decisiones que los afectaban directamente. Ambas son hipótesis complementarias.
Para Rock, el efecto de la depresión económica en las clases medias urbanas aniquiló el apoyo popular con el que contaba Yrigoyen. Ante la crisis económica, debió reducir el ritmo del gasto público, hasta llegar un momento en que resultó insuficiente para sostener la estructura de patronazgo creada. Incapaz de acoger bajo su paraguas protector a todos los que ahora, con la depresión y el desempleo, súbitamente exigían esa protección, la estructura comenzó a resquebrajarse.
“Cuando desde el Congreso y desde los principales órganos de prensa partidarios de los yrigoyenistas elevaron sus voces de protesta contra la falta de puntualidad en el pago de los sueldos a la administración pública y la lentitud para llenar las vacantes, pese a que el partido se afanaba por aliviar la depresión.”[1]
Robert Potash y Rouquie destacan que el gobierno radical estaba discutiendo acuerdos comerciales con la Unión Soviética que se apartaban de la ortodoxia liberal en materia económica y apuntaban a nuevos mercados.
¿Resulta simplista pensar en el financiamiento externo del golpe con fondos de petroleras norteamericanas? También resultaría ingenuo pensar como casual que algunos de los colaboradores del gobierno de facto estuvieran relacionados con compañías privadas de hidrocarburos.
a) Octavio Pico y Horacio Beccar Varela, ministros de Obras Públicas y de Agricultura, miembros de la refineria El Cóndor.
b) Ernesto Bosch, Ministro de Relaciones Exteriores, presidente de la filial de la Anglo Persian en la Argentina.
c) Matias Sanchez Sorondo, Ministro del Interior, abogado de la Standard Oil.
Resultó evidente que el gobierno de Uriburu atendió las presiones de los intereses petroleros privados.
a) Destitución de Mosconi al frente de YPF.
b) Abandono del proyecto de nacionalización.
c) Confirmación de las concesiones en la provincia de Salta a la Standard Oil.
Cierto resulta decir, que en el golpe confluían muchos factores e intereses, incluidos los petroleros, pero no se había hecho exclusivamente para impedir la nacionalización propuesta por la UCR. El «peligro» del monopolio estatal no era ni tan inminente ni tan seguro hacia el final de la gestión yrigoyenista. ¿Les fue mucho mejor a los capitales extranjeros después del 30? Si bien la dictadura había alejado la amenaza del monopolio y garantizaba el funcionamiento del sector privado, no había querido o podido desmantelar YPF. Uriburu le dió a la empresa la tan anhelada personería jurídica y no abolió las reservas fiscales decretadas por Alvear en 1924. Podemos decir que su gestión zigzagueó entre los intereses del Estado y los de las compañías. Importantes sectores nacionalistas imperaban en el Ejército y serían un factor clave para el desempeño de YPF.
Concluye Rouquie, que el retorno de la oligarquía al poder, no se debió solamente al conflicto de intereses generado por el tema energético, sino que también estuvo directamente relacionada con el más amplio contexto que presentó el fin del ciclo del progreso ininterrumpido de la economía exportadora coincidente con “… la desorganización de las grandes corrientes mundiales de intercambio y el nuevo cuestionamiento de la división internacional del trabajo…”
Roberto Etchepareborda sostiene que el triunfo yrigoyenista de 1928, correspondía a una nueva etapa en la que se podía afirmar una política económica tendiente a la salvaguarda de los intereses nacionales y una política social de pleno amparo a los menos pudientes, en el marco del sufragio popular y el respeto a las libertades democráticas. “Esta acción debía alarmar a las fuerzas conservadoras, que comprendiendo que ya era imposible, luego de la experiencia del Frente Único, esperar una solución electoral, optaron por una política de fuerza. En 1927, uno de sus principales vocero expresó: Ayer fueron los alquileres, hoy es el petróleo, mañana será la propiedad rural amenazada de ser distribuida[2].”
Etchepareborda no soslaya la crisis económica imperante, consecuencia del contexto mundial, que ha provocado la disminución en las exportaciones y el éxodo de capitales y que contribuye a la formación de un clima destituyente. Esta situación se agravó por la actuación de los partidos, los estudiantes y los diarios que socavan la autoridad presidencial, creando el clima propicio para un plan reaccionario. Resultó significativa la facilidad con la que se impuso el movimiento golpista, evidenciando debilidad y desconcierto en aquellos que debieron –desde el gobierno- organizar una defensa ante la emergencia.
“Del conjunto de testimonios aportados por los partidarios del gobierno surge la plena evidencia de que su acción se vio trabada, por un lado por la incapacidad demostrada en la acción por el vicepresidente en ejercicio, Martinez y el ministro del Interior, González, que no supieron o no quisieron poner en movimiento el aparato defensivo del Estado; y por otro se perfila incluso una actitud cómplice.”[3]
Para Ricardo M. Ortíz, la revolución de 1930 “no fue un movimiento dirigido contra un gobernante, (sino) fue consecuencia de una crisis de estructura (…) y comenzó a estructurarse desde el instante en que el partido gobernante (la UCR) sufrió la división de 1924.”
“El panorama político que ofrecía la Argentina a partir de la división del radicalismo autorizaba a admitir que las fuerzas conservadoras, ya sea por medio de sus propios elementos o mediante los sectores del radicalismo cuya concepción les era favorable, habrían de apurar el proceso que traducía aquella división y tratarían por todos los medios de tomar el gobierno o de mantenerse en él.”[4]
Hasta aquí, interpretaciones de algunos de los historiadores más importantes.
A modo de resumen, podemos señalar a las siguientes, como causas del golpe de Estado de 1930:
1) La crisis económica mundial de 1929, tuvo inmediatas repercusiones en la economía argentina. Los ingresos de la Aduana disminuyeron debido a la disminución del comercio internacional, quebrando numerosas empresas y comercios. El peso nacional perdió valor, disminuyeron las exportaciones y las importaciones, y esto fue acompañado por una baja en los salarios y por una creciente desocupación.
2) Los problemas económicos enfrentaron al gobierno de Yrigoyen con todos los grupos sociales que lo habían apoyado. Las principales entidades que agrupaban a los terratenientes y exportadores se aliaron contra Yrigoyen y buscaron el apoyo de grupos del Ejército.
3) En 1929 todo el sistema de control del gobierno radical, dependía de seguir manteniendo alto el gasto público. Ante la crisis, Yrigoyen disminuyó su ritmo hasta que llegó un momento en el que resultó insuficiente para sostener la estructura creada. Los sueldos de la administración pública comenzaron a atrasarse y no se creaban nuevos cargos estatales. En los meses previos al golpe, el gobierno redujo aún más el gasto e intentó despedir a empleados públicos. Todo esto provocó el derrumbe del apoyo de las clases medias al gobierno.
4) El descontento militar con la administración yrigoyenista, producida por el desplazamiento de aquellos militares que habían acompañado la gestión de Alvear y por el sistema de ascensos y promociones por el que muchos se sentían perjudicados.
5) El avance de una corriente de opinión antidemocrática que ponía en duda los beneficios del voto universal y que advertía sobre la necesidad de gobiernos fuertes como única garantía de orden cuando los desbordes provocados por líderes demagógicos (como ellos calificaban a Yrigoyen) volvían ingobernables a los sectores populares. En síntesis, ante la crisis, el sistema liberal democrático era incapaz de revertir la situación.
6) El avance del discurso nacionalista, que definía a la democracia como «la dictadura incontrolable de la chusma y de los demagogos». Con influencias de la derecha autoritaria europea, estas ideas adquirieron rápida difusión en algunos medios de prensa, en sectores medios y altos y en algunos sectores del Ejército. Grupos como la «Liga Republicana» crearon un clima de violencia en las calles para generar la idea de desgobierno. Lentamente fue tomando forma la idea de presentar al Ejército como el instrumento más preparado para superar la crisis y regenerar los valores perdidos por la demagogia imperante.
7) El Congreso había dejado de ser operativo como cuerpo legislativo, y en esto le cabía una gran responsabilidad a los legisladores yrigoyenistas.
Estaban dadas las condiciones para el golpe.
PRINCIPALES ACTORES SOCIALES
UCR Yrigoyenista
Apoyados por los sectores medios urbanos, la política yrigoyenista aumentó considerablemente la cantidad de cargos en la administración del Estado, expandiendo el gasto público. Con el fin de poder efectivizar esta medida era necesario aumentar los derechos aduaneros que pagaban las importaciones y de esta manera incrementar la recaudación fiscal. La depresión económica afectó esta y otras medidas . Recien a partir de 1918 –ante un nuevo escenario mundial- los impuestos a las exportaciones e importaciones permitieron la política de expansión del empleo.
UCR Antipersonalista
En las elecciones internas de 1924, Vicente C. Gallo, el nuevo Ministro del Interior del presidente Alvear, anunció la creación de esta nueva fracción del partido. Con el término “antipersonalismo” se quiso significar el rechazo por las técnicas del patronazgo empleadas por Yrigoyen. Pero este fue un rótulo engañoso ya que Gallo también recurrió a los métodos clientelísticos para obtener el apoyo popular. Desde su formación, representaba dentro del Parlamento, a los intereses del latifundio. Este acercamiento produjo la identificación de sectores del partido conservador, con la política del gobierno de Alvear.
PARTIDO CONSERVADOR
Desde 1918 y por varios periodos, la Cámara de Diputados contó con mayoría radical, pero el Senado, en cambio, estuvo siempre controlado por los conservadores, transformándose así en el baluarte de la oposición oligárquica, desde donde vetaron constantemente las propuestas reformistas democráticas impulsadas por radicales y socialistas. Esta oposición conservadora amordazó la acción del poder Ejecutivo. Por primera vez, desde 1880, los poderes de gobierno representaron intereses sociales diferentes. Mientras el Ejecutivo estuvo controlado por sectores medios urbanos, el Legislativo representaba claramente los intereses de la burguesía agroexportadora.
PARTIDO SOCIALISTA
El Partido Socialista Independiente (PSI), escindido del Partido Socialista de J. B. Justo en 1927, creció con intensidad en sus primeros años de vida, derrotando incluso al yrigoyenismo en las elecciones para Diputados en la Capital Federal y contribuyó de manera decisiva para su derrocamiento.
EL EJÉRCITO
Desde 1890, el Ejército había perdido todo peso específico en la política argentina. Su transformación, dependía de la propia transformación del país y su trascendencia se vería facilitada por la ley del servicio militar obligatorio. Fueron dos los acontecimientos que concluyeron por situar al ejército con respecto a las nuevas fuerzas surgidas a partir de la Ley Sáenz Peña. El primero fue la ola de reformas que impuso la terminación de la 1ª Guerra Mundial. El segundo hecho fue la posición de algunas capas del ejército ganadas por una suerte de aristocraticismo y de oposición a toda reforma que significara una modificación más o menos profunda de la estructura económica del país.
El sector golpista del ejército, tendrá dos sectores bien definidos:
Sector Uriburu
Integrado por elementos mas militaristas, cuenta con el apoyo de grupos nacionalistas[5] y la simpatía de dirigentes conservadores. Proponen reformar el régimen vigente, eliminando el sufragio popular, para reemplazarlo por un modelo corporativista. Según el propio Uriburu su plan era el de “hacer una revolución verdadera que cambie muchos aspectos de nuestro régimen institucional, modifique la Constitución y evite que se repita el imperio de la demagogia que hoy nos desquicia. No haré un motín en beneficio de los políticos, sino un levantamiento trascendental y constructivo con prescindencia de los partidos.”
Sector Justo
Aparentemente mayoritario en la oficialidad comprometida, tenía como inspirador al ex Ministro de Guerra, General Agustín. P. Justo. Sostenía la necesidad de desalojar del poder al radicalismo, por sus desaciertos, manteniendo el orden institucional. Su objetivo era recuperar el poder político, para impedir el desplazamiento definitivo de los viejos grupos dirigentes, asustados por el avance de los sectores populares; y salvar, al mismo tiempo la estructura económica, amenazada por los planes de transformación, sostenidos por el radicalismo. Mantenía múltiples contactos con los partidos opositores a través de sus figuras principales, atemorizadas de verse también desplazadas con el partido oficial, por un golpe militar afortunado.
El segundo gobierno de Yrigoyen aparece por primera vez como un peligro real para el orden existente provocando reacciones de defensa por parte de los intereses amenazados. Mientras el radicalismo se mantuvo como la expresión de una mayoría desorganizada que buscaba una ubicación dentro del sistema por medio de reformas, fue combatido pero tolerado; bastó sin embargo que se convirtiera en la representación institucionalizada de sectores conscientes de su situación dependiente a nivel interno e internacional para que se organizara su liquidación. Desde este enfoque, la revolución de 1930 fue el movimiento defensivo natural de los sectores hegemónicos en el orden tradicional; los aliados ocasionales que encontraron en otros estratos de la población tardarían poco en advertir que habían actuado en contra de sus propios intereses. Una vez presidente, Uriburu (1930/1932) fracasará en la imposición de su proyecto.
[1] David Rock, El radicalismo argentino, 1890-1930, 1992.
[2] Palabras de Matias Sanchez Sorondo, citadas por Arturo Frondizi en Petróleo y política, en Etchepareborda, Roberto, La crisis de 1930, Ensayos, CEAL, Bs. As., 1987.
[3] Etchepareborda, Roberto, Op. Cit.
[4] Ortíz, Ricardo M, La crisis del 30, Ensayos, El aspecto económico – social de la crisis de 1930, CEAL, Bs. As., 1987.
[5] Los grupos nacionalistas –desprendidos en su mayoría del conservadorismo- simpatizaban con las nuevas corrientes de ideas que en esos momentos se están imponiendo en la Italia fascista y en la España de Primo de Rivera. Sostenían la necesidad de volver, para superar la crisis institucional, a las tradiciones nacionales. Alegaban que el caos político reinante era debido a la quiebra de la democracia y postulaban la substitución del legislativo político por el sistema corporativo, y la derogación de la ley electoral vigente, frente a los excesos de la democracia inorgánica. Estas ideas encontraron un fecundo campo de acción en las filas del Ejército, proclive a la acción de logias y al golpe de Estado, preconizado ya por La hora de la espada, de Leopoldo Lugones.
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