Siglo de las Luces o Ilustración, término utilizado para describir las tendencias en el pensamiento y la literatura en Europa y en toda América durante el siglo XVIII previas a la Revolución Francesa. La frase fue empleada con mucha frecuencia por los propios escritores de este periodo, convencidos de que emergían de siglos de oscuridad e ignorancia a una nueva edad iluminada por la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad.
Los hombres del iluminismo adherían firmemente a la convicción de que la mente puede aprehender el universo y subordinarlo a las necesidades humanas. La razón se convirtió en el Dios de estos filósofos, quienes se inspiraron principalmente en los avances científicos de los siglos precedentes. Tales avances los llevaron a una nueva concepción del universo basada en la aplicabilidad universal de las leyes naturales.
Utilizando los conceptos y las técnicas de las ciencias físicas, emprendieron la tarea de crear un mundo nuevo basado en la razón y la verdad (basada en la razón y la observación). Los filósofos investigaron todos los aspectos de la vida social; estudiaron y analizaron las instituciones políticas, religiosas, sociales y morales, las sometieron a una crítica implacable desde el punto de vista de la razón y reclamaron un cambio. Generalmente descubrían que los valores y las instituciones tradicionales eran irracionales (contrarias a la naturaleza del hombre).
Por ello estos pensadores hicieron una guerra constante a lo irracional, y la crítica se convirtió en su arma más importante. Combatieron lo que consideraban superstición, fanatismo o intolerancia; lucharon contra la censura y exigieron la libertad de pensamiento; atacaron los privilegios de las clases feudales y sus restricciones sobre la clase industrial.
El Iluminismo creó realmente una forma de pensamiento filosófico que era original en su totalidad. Se da gran importancia a las investigaciones e indagaciones. La filosofía ya no es una mera cuestión de pensamiento abstracto, sino que adquiere la función práctica de criticar las instituciones existentes para demostrar que son irracionales e innaturales. El Iluminismo exige el reemplazo de estas instituciones y de todo el orden anterior por otro nuevo, más razonable y natural; tiene, por lo tanto, un aspecto negativo y crítico como un aspecto positivo. Es el proceso de criticar, dudar y demoler, así como el de construir. Con el tiempo, esta unidad de tendencias “negativas” y “positivas” se quebró, y después de la Revolución Francesa, ambas se manifiestan como principios filosóficos separados y antagónicos.
EL ESPÍRITU ILUMINISTA
Desde la antigüedad hasta la Edad Media, la ciencia estuvo dominada por las ideas de Platón y de Aristóteles que, sumadas a los aportes de Tolomeo (siglo II d. C.) y modernizadas un poco por el cristianismo, impedían cualquier cuestionamiento que proviniera de la observación directa o la experimentación. A partir del Renacimiento (iniciado en Italia en el siglo XIV, expandido por Europa en los siglos XV y XVI), se trató de fundamentar la ciencia en la razón, por lo que resultaba imprescindible superar la teoría de Tolomeo.
En el siglo II d. C. Claudio Tolomeo propuso una versión detallada de la visión geocéntrica del Universo, ya antigua en su época. Este modelo representa a la Tierra inmóvil, con los planetas, la Luna y el Sol girando a su alrededor. El sistema fue aceptado por los astrónomos y los pensadores religiosos durante unos mil años. En el siglo XVI Nicolás Copérnico resucitó otra idea antigua, el modelo heliocéntrico del Universo. El nuevo modelo fue rechazado por la Iglesia, pero poco a poco fue ganando aceptación científica. Los datos de Copérnico no eran más precisos que los de Tolomeo, pero sus ideas se ajustaban mejor a la nueva física que se desarrolló en el siglo XVII. El sistema de Copérnico adelantó la teoría de que los planetas giran en órbitas alrededor del Sol, y que la Tierra es uno de los planetas y gira sobre su eje norte-sur de oeste a este a razón de una rotación por día.
Las posibilidades aumentaron cuando el propio Galileo construyó un telescopio que permitió contemplar la homogeneidad del universo; éste, era un todo armónico y todo fenómeno podía ser explicado racionalmente utilizando los principios que la ciencia iba descubriendo.
La razón y la ciencia permitían al hombre alcanzar grados cada vez mayores de libertad y, por ende, un creciente nivel de perfección. Los filósofos no se inspiraban en Descartes, sino principalmente en Newton, cuyo método no era la deducción pura, sino el análisis. Newton estaba interesado en los “hechos”, en los datos de la experiencia, sus principios y el objetivo de sus investigaciones descansaban, sobre todo, en la experiencia y la observación; para resumir, tenía una base empírica.
Los filósofos observaron que la ley general de la gravitación de Newton fue el fruto de la rigurosa aplicación del método científico.
Ley de Newton Utilizando el invento de Galileo de que los cuerpos en caída libre adquieren una aceleración constante, y la observación de Kepler de que existe una relación fija entre la distancia de un planeta con respecto al sol y la velocidad de su revolución, Newton llegó a la ley según la cual el Sol atrae a los planetas con una fuerza directamente proporcional a sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre ellos. Luego pudo demostrar que todos los cuerpos del universo adquirieron sus posiciones y su movimiento por la fuerza de la gravitación. Además, la fuerza que mantiene a los planetas en su órbita provoca también la caída de los cuerpos en la tierra. Esta ley regía en todo el universo. El universo finito se había convertido en una máquina infinita, eternamente en movimiento, gracias a su energía y mecanismos propios.
El método científico llegó a ser una herramienta indispensable para el estudio de todos los fenómenos, dejaba al descubierto muchos errores, las luces de la razón venían a acabar con la ignorancia. Los pensadores del siglo XVIII consideraban que los hombres eran naturalmente libres e iguales, y capaces de establecer normas para que sus derechos fueran respetados. Queda claro que estas ideas no coincidían con el orden vigente.
La Monarquía de origen divino debía ser reemplazada por una organización política basada en la razón, aunque aún confiaban que los reyes podían convertirse en los intérpretes del nuevo programa renovador. Los nobles y el clero, tan privilegiados como improductivos, serán el centro de la crítica ilustrada. El barón de Montesquieu (1689/1755) era un miembro de la nobleza que se preocupaba por el destino de la monarquía francesa, a la que creía proclive a caer en el despotismo. Postuló la necesidad de que la ley limitara a la autoridad. Su sistema político ideal imaginaba una estructura donde los distintos poderes –Legislativo, Ejecutivo y Judicial- mantuvieran un equilibrio y se limitaran mutuamente. En el fondo, era un conservador que pretendía conservar los derechos de la aristocracia de los excesos de la monarquía.
La Iglesia deformaba la imagen de Dios y las Sagradas Escrituras impedían comprender su realidad esencial. Estos pensadores sostuvieron una religión “natural”, el deísmo, que reconocía la existencia de un Dios creador de la naturaleza, pero negando que se pudiera manifestar de alguna manera que no pudiera ser explicada por la razón (milagros y supersticiones).
El siglo XVIII dejaría también su huella en el pensamiento económico. El mercantilismo sería reemplazado por el librecambismo. Los fisiócratas sostenían que la economía estaba regida por principios naturales entre los que sobresalía el interés individual de las personas para consumir y producir para alcanzar un mayor bienestar, siempre y cuando se respetara la competencia. Para ellos la industria y el comercio eran estériles ya que sólo transportaban los productos agrícolas, que eran los que tenían mayor valor. Fue la primera escuela económica.
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