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PARA SER PERIODISTA, de Roberto Arlt

Posted by on 29 abril, 2010

No me refiero a los buenos periodistas, que son escasos; me refiero a las condiciones que se necesitan para improvisarse un mal periodista como los que abundan, por desgracia, en nuestro país.

1ra condición: Ser un perfecto desvergonzado.

2da condición: Saber apenas leer y escribir.

3ra condición: Una audacia a toda prueba y una incompetencia asombrosa. Eso le permite ocuparse de cualquier asunto, aunque no lo conozco ni por las tapas.

Satisfechas estas condiciones, usted puede triunfar, es decir, convertirse en uno de esos perdularios de cara patibularia que lleva a la cola un fotógrafo desencuadernado y que, en cuanto suceso ocurre en la calle, hacen acto de presencia entre la admiración de la gente que cree que los periodistas se lavan la cara y “son personas preparadas”.

De más está decirte, estimado consultor, que la sociología no sirve absolutamente para nada en la profesión de mal periodista. Ni tampoco los dos años de Nacional. Ya ve usted que no puede pasar de tercer grado…

Lo que usted quiere es un empleo

Usted no quiere ser periodista; lo que pretendes es un empleo en un diario, y tiene razón en poseer esas ambiciones, porque en la mayoría de los diarios abunden como las moscas negras los empleados, y escasean como las moscas blancas, los periodistas. Dedicarse al periodismo por vocación y porque, en realidad, se poseen cualidades para ellos, está bien, pero muy bien. Mas es el caso que el gran porcentaje de la gente empleada en los diarios está en ellos por la necesidad de ganarse unos pesos; nada más. Así llegan al periodismo infinidad de individuos que no tienen cabida en otra parte ni sirven para nada. Cuando un individuo se da cuenta de su insuficiencia para toda actividad, exclama con un tupé desconcertante: “Me voy a dedicar al periodismo”.

Es fabulosa la cifra o porcentaje de cuadrúpedos que se encuentre en esta profesión.

Uno no sabe si indignarse o reírse, pero de hecho, comienza por admitir que si uno se pudiera convertir en un Mussolini, lo primero que hacía era mandar a la cárcel a cuanto individuo se dijera periodista. ¿Usted se acuerda de la historia del “Buen Mozo” de Guy de Maupassant? Es la historia del noventa y cinco por ciento de las personas empleadas en los diarios. Un individuo que se encuentra en la vía y tiene que dedicarse a robar o al asalto en banda, tropieza con un amigo y el amigo se lleva las manos a la cabeza, indignado de ver a un hombre que se ahoga en un vaso de agua. Y exclama:

-Pero ¿por qué no te dedicas al periodismo?

-Pero si no sé escribir – contesta Buen Mozo

-¿Quién te ha dicho que para ser buen periodista hay que saber escribir?

Y Buen Mozo se convierte en periodista.

Oficio para vagos

El periodismo, así entendido, es un oficio para vagos y para audaces. Recuerdo (yo he sido periodista) que en la profesión he conocido tipos formidables. Inclasificables. Usted no sabía qué pensar de ellos, si habían cursado un bachillerato especial en la leonera, o de dónde salían. Me acuerdo de uno, que en cuanto crimen se cometía, lo primero que hacía al llegar “al lugar del suceso”era revisarle los bolsillos al muerto. Tenía una habilidad magistral para ese trabajo. He conocido a otro que se hacía seguir por un atorrante de menor cuantía y, lugar adonde llegaba y al cual estaba prohibida la entrada, exclamaba mi tipo al introducirse: “Déjelo entrar, es mi secretario”. La gente lo confundía con el juez, y creo que hasta era carterista o lancero de bondi. Más tarde supe que había sufrido persecución de la justicia.

Sin embargo, estos individuos que nos merecen un desprecio cordial son útiles en ciertas formas de las muchas actividades que reviste el periodismo subalterno. Es decir, insustituibles.

El buen periodista

El buen periodista es un elemento escaso en nuestro país, porque para ser un buen periodista es necesario ser buen escritor. En Europa encontramos que el periodismo cuenta en sus filas con los mejores literatos, políticos, figuras científicas… En fin, si es dado dirigirse al público cuando se han demostrado condiciones de superioridad mental; y no hay ministro de Estado que previamente no se haya dado a conocer como colaborador de algún diario.

Se me argüirá que aquí podría ocurrir lo mismo; pero lo grave está en casi todos nuestros políticos, apenas si saben leer y escribir; y nuestros escritores… Pero ¡yo soy un individuo sensible! No, no voy a hablar mal; no quiero hablar mal porque no pasa un solo día sin que algunos de los que pretenden conocerme exclame:

-¡Este tío está cada vez más envenenado!

Y lo curioso es que yo soy un tío cordial y optimista.

de Roberto Arlt, 31 de diciembre de 1929, Aguafuertes porteñas.

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