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RUTAS COMERCIALES COLONIALES AMERICANAS. Lima, Potosí.

Posted by on 2 abril, 2010

Las principales rutas, o más bien sendas, trazadas por los conquistadores persistieron conservadas por el uso durante el período colonial. A lo largo del siglo XVII se organizaron postas en las rutas principales que iban a Perú y a Chile. El sistema de postas se extendió desde Buenos Aires a Caracas totalizando una distancia de 2000 leguas; alrededor de 1000  debían cubrirse de Lima a Buenos Aires; se repartían de la siguiente forma:

q    LIMA a POTOSÍ: 410 leguas

q    POTOSÍ a SALTA: 125

q    SALTA a TUCUMÁN: 92

TUCUMÁN a CÓRDOBA: 160

CÓRDOBA a BUENOS AIRES: 192

BUENOS AIRES a SANTA FE: 90

a CORRIENTES: 232

y a ASUNCIÓN: 403

Esta ruta era muy frecuentada dada la dependencia política, jurídica y económica que los territorios del Plata guardaban respecto del virreinato del Perú y de la Audiencia de Charcas.

Existían varias rutas que unían Potosí con el Atlántico Sur. Una era la que partía de la costa brasileña, en línea recta atravesaba el Paraguay, tocando Asunción y desde allí continuaba hacia el oeste, siguiendo el curso de los ríos hasta que, ya en la zona montañosa, seguía rumbo a Potosí. Esta ruta clandestina fue utilizada por los contrabandistas para trasladar la plata potosina, introducir negros, etc.

Otra ruta era la que desde el Río de la Plata se desplazaba hacia el Norte, remontando el litoral argentino se prolongaba en Asunción del Paraguay y allí viraba a la izquierda como la descrita anteriormente arribando a la escala final: Potosí.

La tercera unía Potosí con Buenos Aires pasando por las principales ciudades coloniales: Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba. En realidad esta última ruta fue la de mayor significación histórica, y su relativo vigor alentó la vida de los centros urbanos mencionados.

Existió aún otra vía que comunicaba el Atlántico con el pacífico: saliendo de Buenos Aires, cruzaba la cordillera e ingresaba a Chile, y desde aquí conducía al Perú. La ruta a Chile fue una prolongación de la que se dirigía a Cuyo. Además de utilizarse con irregular frecuencia para el tránsito de productos y viajeros, no alcanzó la importancia de la que iba al Perú a través de la  cadena de ciudades del interior norteño. No obstante, fue un conducto que llegó a afectar oportunamente los intereses limeños.

En los siglos XVII y XVIII fueron usados los mismos medios de transporte del siglo XVI. Durante muchísimo tiempo fueron las arrias de mulas y las carretas de bueyes, las utilizadas para uso del comerciante, como lo fue el caballo para el viajero aislado. También se hacía empleo de las carretas para transportar pasajeros restando una tercera parte de la carga por cada personaron su correspondiente equipaje.

Puede decirse que a fines del siglo XVI se  inicia la circulación de estos vehículos en el Río de la Plata. Las necesidades  administrativas de las autoridades llevaban  a despachar un viajero  con la finalidad específica de conducir la  correspondencia. Era más frecuente  que la correspondencia  en general se entregara a la buena  voluntad de los viajeros. En los territorios que hacia 1776 integraban el Virreinato del Río de la Plata no existieron correos organizados hasta 1747-48.

La región ubicada entre el Río Uruguay y el Paraná se dedicaba casi exclusivamente a la explotación ganadera, usaba las vías fluviales para su comunicación. En cambio el sistema de caravanas  era utilizado en la conexión del Plata con Chile y Perú.

LIMA


Lima era, para el Virreinato del Perú, además de su capital, el eslabón legal que lo unía al resto del sistema imperial español. Dicha conexión favoreció enormemente las posibilidades de la burguesía mercantil limeña que convirtió a la capital del virreinato en un gran centro distribuidor de mercaderías importadas, a la vez que exportador del más codiciable de los productos peruanos: la plata.

El Alto Perú se comunicaba con el Pacífico mediante la ruta que terminaba en Lima; asimismo tenia su principal vinculación con el Atlántico a través de Buenos Aires, si bien este puerto, estuvo vedado durante casi toda la época colonial.

Las disposiciones españolas en lo referente a las vías de acceso a los lugares del interior favorecían a Lima y no a Buenos Aires. La gran puerta del virreinato era Lima; Buenos aires debía limitarse a proveer, en muy escasa medida, al núcleo colonial del Plata, puesto que sólo lo podía hacer -legalmente- mediante mezquinos, ocasionales y muy estrictos permisos de comercio.

La burguesía limeña, dirigía sus actividades económicas a la par que sus influencias, su accionar era homogéneo. Adquiría en Portobelo las mercaderías europeas arribadas en los navíos españoles. Los artículos importados, pagados en metálico, eran llevados en Lima y vendidos posteriormente a comerciantes del interior, quienes abonaban, también, en metal precioso.

Los comerciantes limeños, si bien ya favorecidos por el régimen monopolista, no dejaban por ello de realizar operaciones vinculadas con el contrabando, conectándose también por ese otro medio con el comercio internacional.

El Alto Perú representaba un enorme mercado de consumo donde se podía colocar todo tipo de mercaderías; era también una generosa fuente proveedora del codiciado metal blanco. Los comerciantes limeños permanecieron alertas en defensa de sus intereses, custodiándolos celosamente durante mucho tiempo; actuaron decididamente, interponiendo recursos económicos e influencias cuando se sintieron afectados por alguna amenaza.

Buenos Aires, peligroso competidor en potencia, experimentó las consecuencias de la acción conjunta de los comerciantes limeños y Sevillanos, que se preocuparon por mantener a dicho puerto aislado del tráfico comercial, en especial con el alto Perú. El sistema estaba estructurado de modo tal que se adaptara a las conveniencias de España, y Buenos Aires representaba en él uno de los flancos más débiles. El contrabando no demoró en aprovecharlo, atraído en gran medida por el mercado de consumo altoperuano y la plata potosina.

Al puerto de Buenos Aires o a sus inmediaciones arribaron navíos extranjeros constituyendo una riesgos presencia que llegó a afectar el aparato que permitía a los comerciantes limeños conducir el comercio con el exterior en forma privativa.

La cuestión legal favoreció a Lima hasta muy entrada ya la segunda mitad del siglo XVIII, es decir, hasta la creación del virreinato del Río de la Plata. Mientras tanto, la actividad del Plata siguió un curso de variada intensidad; pero a la postre, los hechos económicos, apoyados en los geográficos, actuaron en sentido contrario a la capital del Perú.

POTOSÍ


La Villa Imperial de Potosí -esa «bullente comunidad» con «un aire de Far-West»- sufrió entre el primer tercio del siglo XVII y el primer tercio del siglo XVIII, cuatro calamidades que dada su magnitud no es extraño que historiadores y cronistas las confundieran con las causas reales de su declinación.

1.     Entre 1622 y 1625 se produce la guerra civil entre vicuños y vascongados.

2.     En 1626, la inundación producida por la ruptura de la laguna de Caricari destruyó casi toda la Ribera.

3.     «la tercera destrucción» es en opinión de Arzáns, el verdadero origen de la declinación potosina: la rebaja de la moneda que en 1656 realizó Don Francisco de Nestares Marín, visitador y presidente de la Audiencia de La Plata, rebaja a la que se unía un rápido y creciente empobrecimiento de los metales del Cerro, y cuyo alcance afectó a todos los reinos del Perú.

4.     Por último, en 1719-20 sobrevino una peste general que diezmó a la población y acentuó aun más la declinación económica.

Hasta su empobrecimiento final, la aureola de riqueza atrajo a Potosí una inmigración  enorme y heterogénea que otorgó a la Villa Imperial una fisonomía particularísima y un tipo de vida ostentoso y rapaz, difícil de comparar con el de cualquier otro lugar de la América española. Indios de todas partes del Perú y españoles de toda la península, así también como esclavos negros, confluía hacia el gran centro minero.

Vivían y se mezclaban así en Potosí toda clase de tipos humanos, desde nobles y conquistadores hasta indios y negros, pasando por marineros y vagabundos procedentes de los más alejados lugares de la tierra. Los potosinos se divertían onerosamente, todos querían ganar y gastar dinero y hasta los nobles dejaron de lado tradicionales exigencias de honra y clase para dedicarse a comerciar y enriquecerse.

La mano de obra para la producción minera estaba constituida por los indios de trabajo forzoso, es decir, los mitayos, y por los indios de trabajo «voluntario». El número de esclavos que se poseía representaba el poder económico y social; constituían, por lo tanto, un elemento principal de ostentación. La plata extraída del Cerro y beneficiada en la Ribera se convertía en moneda, barras y objetos en la propia Villa, de donde salía para España.

Inmediatamente después del descubrimiento del Cerro la forma más común de elaboración de los minerales era por medio del fuego, en hornos atendidos por indios. Agotados estos minerales debió recurrirse a nuevas formas de beneficios, y se adoptaron el mercurio y el azogue. Sin embargo esta serie de operaciones requería grandes cantidades de agua. Debieron fabricarse entonces, depósitos para almacenar agua de lluvia: las lagunas.

Era pues, La Villa Imperial de Potosí, uno de los principales mercados de consumo de América y la venta de mercancías dejaba tales márgenes de ganancia que muchos envanecidos españoles no desdeñaron el comercio a pesar que la actividad de mercaderes y tratantes era considerada impropia de los arrogantes caballeros.

La feria de Potosí fue famosa desde muy temprano y a ella llegaban productos de todas partes del mundo.

La época de auge potosina duró hasta comienzos del siglo XVII, luego del estancamiento desde 1610 hasta 1650, termina por hundirse para no volver a recobrar su antiguo esplendor. La base de la potencialidad del Potosí residió en la generosa abundancia de una mano de obra sumamente barata, que hizo posible la existencia de la industria minera (dependiente de una movilización masiva de mano de obra).

El trabajo forzado, que se constituyó en un factor importantísimo de las caídas de población indígena, sea por el aniquilamiento mas o menos inmediato del organismo del indio, o bien por agotamiento que disminuían sus posibilidades de supervivencia; provocó frecuentemente vacíos en la población de los territorios de donde se extraían los trabajadores.

La disminución enormemente brusca de la población indígena, que tiene  lugar a lo largo del siglo XVII, coincide con la caída de la producción de las minas de Potosí durante ese mismo siglo.

Lo que no va a hacer Potosí porque no puede, porque no está en condiciones, es sustituir el trabajo forzado por trabajo libre. Tampoco puede, para solucionar el problema, recurrir a la aplicación de técnicas más avanzadas, como se hizo en Nueva España.

América colonial, a poco de comenzar el siglo XVIII, observa una recuperación en sus actividades y ello coincide con un  aumento demográfico indígena. Este doble fenómeno se da casi uniformemente  en América; no obstante, al parecer, Potosí no lo acusa.

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