Durante alrededor de trescientos años, el imperio español, sometió y explotó a los originarios habitantes y legítimos dueños de estas tierras, también sojuzgó, discriminó y negó derechos a quienes nacieron en este suelo. El rey de España era nuestra máxima autoridad, el que decidía nuestro destino, para bien o para mal. Decidía con quien comerciábamos, qué producíamos, que región se veía beneficiada por la apertura de un puerto y cual era destinada a la marginalidad por su falta de riquezas. Funcionarios españoles ocupaban los más importantes cargos en el gobierno, en la iglesia, en el ejército, en la sociedad toda.
Pero este mundo, que parecía eterno e inconmovible, comenzó a resquebrajarse desde sus mismos cimientos, cuando conceptos como libertad e igualdad abandonaron las frías letras del papel para ganar un lugar en el corazón del pueblo, que lo hizo suyo y lo elevó como bandera. Allí están los ideólogos de la Revolución Francesa, que marcaron el principio del fin de gobiernos basados en el poder divino de los reyes y que acuñaron el concepto de la soberanía popular.
Hace ya 196 años, en las tierras del Virreinato del Río de la Plata, un grupo de patriotas sintió que ya era hora de terminar con siglos de opresión. No todos pensaban igual, no todos compartían los mismos métodos. Algunos, los más radicalizados querían cortar todo vínculo existente con la corona, otros, más moderados, entendían que todo cambio debía ser paulatino, meditado y medido. Para ello se organizaron y debatieron, desde posiciones antagónicas, pero siempre en búsqueda de consensos, que se vieron reflejados en el acta del 25 de mayo, en la que se conforma el primer gobierno patrio, pero todavía a nombre de Fernando VII, el rey español preso a manos de Napoleón.
Por primera vez los hijos de estas tierras manejaban los hilos de su futuro, por primera vez, como una premonición de su futuro, el pueblo había descubierto que tenía voz y más aún, que era dueño de su propio porvenir.
La Revolución de Mayo no significó la independencia de nuestro país, tampoco la solución a todos los problemas existentes, pero significó el nacimiento de nuestra patria, y hoy nos debe llenar de orgullo el recordar la gesta de estos hombres, que lo arriesgaron todo, que llegaron al poder a través de un movimiento pacífico, afirmaron su legitimidad en tierras hostiles y representaron los valores que encarnaba el movimiento revolucionario. La revolución, fecha fundante de nuestra historia, nos habla del compromiso, de la defensa de los intereses generales de nuestra sociedad y de la entrega por el porvenir de nuestra comunidad. En ese inicio se pueden hallar caminos para dar con las respuestas que hoy parecen estar oscurecidas, y también se encuentran los ejemplos de conducta, de integridad y de lucidez que hoy escasean. Está en cada uno de nosotros, el comprometernos con ese legado, para mantener y acrecentar los ideales de libertad y autodeterminación que hombres como Mariano Moreno, Juan José Castelli, Manuel Belgrano y tantos otros, hicieron posible. Los hombres de Mayo dieron lo mejor de sí y hoy los argentinos debemos rendir justicia a su memoria.
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