En 1930 dos hechos políticos marcaron un antes y un después en la historia de Brasil y Argentina, ambos evidencian un mismo síntoma, la crisis del modelo económico oligárquico (agroexportador en el caso argentino y el modelo cafetalero-exportador en Brasil). La crisis del ’29 repercute con crudeza en las economías brasileña y argentina, totalmente dependiente de los mercados externos para sobrevivir, es sin duda más terrible su consecuencia en Brasil, donde el producto que ocupa la mayor parte de las exportaciones es el café, artículo de consumo más bien suntuario, que es de más fácil prescindencia que los alimentos básicos que exporta la Argentina, esta crisis tiene sus consecuencia política inmediata, que son, el golpe de 1930 en Argentina, por un lado y la Revolución Varguista de 1930, ambos suponen un quiebre institucional importante, que vienen a señalar la incapacidad del las élites oligárquicas de encontrar una salida institucional dentro de su propio discurso, es el comienzo de una serie de experimentos institucionales, que darán paso a la aparición del populismo.
Por otro lado comienzan a esbozarse una serie de medidas que en ninguno de los dos países forman aún una política coherente, que significa, por un lado una mayor participación del Estado en el manejo de la economía, un mayor peso del mercado interno y un nacionalismo económico que aún no deja de ser un recurso retórico más. Da comienzo así un proceso de industrialización substitutiva de importaciones que aún no va más allá de la complementación con la economía agroexportadora, pero que va sentando las bases de un proceso de industrialización duradero, que tomara diferentes caminos en Brasil y Argentina.
Este dirigismo estatal favoreció la consolidación de una sector económico urbano – industrial formado por grupos no directamente vinculados al sistema exportador – importador (dirigidos principalmente al consumo interno) que fue un valioso aliciente para la formación de una clase industrial.
La etapa del ISI se caracterizó por un doble movimiento convergente: la expansión de la participación estatal en la economía y el robustecimiento de una burguesía industrial, participantes ambas en la creación de áreas nuevas de inversión, concentradas alrededor de la industria básica y de las obras de infraestructura en donde fue acentuada la participación estatal. Este desarrollo industrial acrecentó la formación de una clase obrera industrial, y fomento la inmigración campo-ciudad, conformando sociedades urbanas de masas, basadas en economías insuficientemente industrializadas.
El rápido crecimiento de la urbanización y de la industrialización cambió la distribución existente de poder político y sentó las bases para la aparición de las grandes coaliciones populistas de estos dos países.
Ambos movimientos parten de un planteo inicial bastante similar, articulado a través de una activa política industrialista, una mayor participación de los sectores trabajadores, la implementación de políticas de bienestar social generalizadas y una retórica nacionalista en la economía.
Si por un lado la crisis económica del modelo agroexportador y cafetalero-exportador impulsa políticas más industrialistas, esta crisis va acompañada de la crisis del modelo de democracia adulterada oligárquico, que en 1930 es evidente en ambos países. La aparición del populismo simboliza esta imposibilidad, es el mediador que opera la incorporación popular, evitando la revolución social, en el caso de Brasil esta incorporación queda reducida a las clases medias, y a un pequeño sector obrero industrial incipiente, en la Argentina a partir de la experiencia peronista se extiende a sectores populares urbanos más amplios.
En el caso de Brasil, el Varguismo fue incluso más pragmático a la hora de efectuar sus alianzas, pero nunca perdió el empuje industrialista que lo caracterizó, empuje que fue concretado más por sus herederos, pero que tiene en Vargas su primer articulador serio. Las alianzas del Varguismo, son más pragmáticas, seguramente por el hecho de que Vargas mientras gobernó no estuvo sujeto a la fuerte alianza que si tuvo Perón, con el movimiento obrero. Las alianzas en Brasil son más a nivel regional que de clase
El desarrollo del Brasil estuvo relacionado con dos corrientes que superestructuraron dos tipos de estructuras: Una centralizadora, heredada de la antigua metrópoli y otra basada en las autonomías regionales y locales. Esta se relacionaba con las dificultades de comunicación y por las diversidades económicas-culturales. A partir de 1930 se procuró fortalecer cada vez más la unión en detrimento de las autonomías estatales. Tales tendencias llegaron al extremo de acomodarse a los regímenes autoritarios de transición en la sociedad industrial. Aún así el federalismo permaneció como compromiso constitucional y como mecanismo de negociación política.
En 1930 se sumó otro factor desestabilizador: la gama de actores sociales que se incorporó a la escena política: militares, trabajadores, iglesia, empresarios, intelectuales. Esto acabó por cristalizar en torno al estado las reivindicaciones específicas de cada grupo.
Este modelo de representación se institucionalizó a partir de una despolitización general de inspiración corporativa que transfirió al Estado el poder arbitral de los conflictos.
Esta situación es interesante compararla con la experiencia Argentina. Aquí Perón utiliza un exacerbado discurso “politizante” que involucra a muchos actores sociales en el marco de una lucha entre el “pueblo y el antipueblo”. El “Estado Peronista” tenía su base legitimadora en los trabajadores urbanos. Estos jugaban un papel central en el esquema del estado corporativo del peronismo. Si bien, como sostiene Romero, “la violencia del discurso no se correspondía con una conflictividad social real” al utilizar al movimiento obrero organizado en esta lucha “politizaba” al resto de la sociedad.
En términos de pretensiones Perón en su proyecto totalizador pretendió “peronizar” a la sociedad civil como lo hizo con los trabajadores y sus organizaciones. Vargas se conformó con negociar hábilmente con las “elites regionales”, que servían estas como contenedoras del conflicto social dispersado. El celebre “polígono getuliano”, que se consagra en el marco del Estado Novo, consiguió la unidad ideológica y política a través del pacto corporativo. Este, está “constituido por vértices compuestos, en el eje simbólico, por los intelectuales y la Iglesia; y en el eje social de la producción, por los empresarios y los trabajadores. En los puntos extremos el eje territorial los militares y en la parte más alta, representando la unidad y la seguridad nacional las elites regionales de base, mediando las decisiones entre los municipios y el poder central”.
Getulio Vargas
La era política Vargas puede dividirse en tres etapas: “la primera la oficial, se inicia con la Revolución del 30 y se cierra con su suicidio en 1954. La segunda denota la influencia del líder más allá de su muerte y se cierra con la deposición de su fiel seguidor Goulart en 1964. La influencia del pacto corporativo se extendió hasta la Constitución de 1988 y las elecciones que gana Collor en 1989.
Hay que destacar que ninguno de los líderes llegaron a vivir la crisis global del Estado de Bienestar, a partir de la Crisis del Petróleo. Sus acciones políticas fueron llevadas a cabo en los albores de este y mientras el Estado de.Bienestar fue el paradigma económico en todo occidente, por lo cual se movieron, en cierto sentido, en la corriente en boga de su momento.
Un rasgo a destacar es que en Brasil no existió un movimiento político que actuara como soporte del régimen. No hubo en los comienzos de la etapa de Vargas, un movimiento del Estado Novo, un partido varguista. El Estado Novo nunca tuvo una la consistencia ideológica básica.
Ambos movimientos nacen como alternativas claras al modelo político económico de las oligarquías agroexportadoras y cafetaleras-exportadoras, basado en una democracia oligárquica con gran exclusión social y mínima participación de los sectores de los trabajadores. Vienen a representar el tercer momento alberdiano, el de la participación política democrática, momento que en Argentina tuvo su primer esbozo en la truncado experiencia radical del ‘16 al ’30, y que en Brasil no ha tenido un exponente semejante. Ambos movimientos nacen como alternativa política a este sistema, y, en Brasil más que en Argentina, como alternativa económica, con su empuje industrialista.
En el ámbito económico el papel del Estado cambia su carácter, si en la etapa precedente este actuaba como mediador de la política de financiamiento de inversiones extranjeras, ahora por intermedio de él se toman las medidas necesarias para la defensa arancelaria del mercado, se inicia el proceso de transferencia de rentas del sector exportador hacia el sector interno.
Creo que en la naturaleza de esta mutación se deja ver un rasgo fundamental de este tipo de movimiento político; la ausencia de una articulación ideológica sólida, componente característico de los movimientos populistas, debido principalmente a sus pretensiones de inclusión de todos los sectores posibles de la sociedad y su carácter conciliatorio, su discurso intenta siempre englobar la mayor cantidad de posturas posibles, los movimientos populistas se presentan como encarnación de una nacionalidad, frente a la cual todo oposición es declarada apátrida, no puede haber oposición al gobierno, porque esta significa una oposición a la Nación toda.
Podemos señalar Tres etapas históricas de estos movimientos de masas y su relación con los trabajadores:
Primera etapa:
Es el punto de partida arriba descrito, donde encontramos semejanzas en los planteos. Esta primera etapa abarca el primer Gobierno de Vargas, la del Estado Novo, y su 2ª presidencia democrática donde hay un apoyo significativo de la izquierda y el 1er y 2º gobiernos de Perón. En estos períodos encontramos el intento de crear un modelo alternativo al modelo agroexportador en crisis, y al régimen al que este iba unido, de democracia adulterada y restrictiva. Creemos que ninguno de los dos países logró consolidar este proyecto, sin embargo Brasil se encamino decididamente por este camino hasta llegar, en la siguiente etapa, la de los continuadores de Vargas, a implantar un modelo industrialista exitoso, donde sin embargo la inclusión política seguía siendo una asignatura pendiente.
En Brasil el varguismo sentó las bases de un nuevo modelo económico, de un nuevo modelo de país, cosa que el peronismo no pudo concretar, es como si Argentina, una vez entrado en crisis el modelo agroexportador con la crisis del 29, no puede volver a reconstruir la legitimidad que este poseía ni articular un modelo alternativo en lo económico. Esta etapa puede ser cerrada con la muerte de Vargas y el exilio al que es empujado Perón.
Segunda etapa:
Esta coincide con el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, y la etapa de desarrollismo que se abre, donde se le da al capital transnacional un importante papel como generador de recursos y capitales.
La polémica estatismo o gran empresa comienza a superar las simples teorizaciones para transformarse en la encrucijada propia del desarrollo. Los sistemas de sustentación política del período anterior se deshacen rápidamente, y ahora surge en reemplazo de la aparente polarización “oligarquía – pueblo” del populismo, un nuevo enfrentamiento entre la clase popular nacionalista y el comportamiento de los grupos empresariales que tratan de reorganizar el Estado para expresar sus intereses políticos vinculados a los intereses económicos, el Estado como agente del desarrollo industrial.
Se emprende el camino de una política industrial más integral. Brasil a través del sucesor de Vargas, Kubitschek, mas allá de la situación inflacionaria que se vivía y que deterioraba en nivel de vida de los trabajadores(10), logró mantener el esquema. En Argentina esto no ocurrirá, ya que el desarrollismo intentará articular una superación del peronismo que fracasa. Hay en esta etapa una radicalización en el discurso de Perón desde el exilio. Que deriva en el acercamiento con la izquierda y con los métodos revolucionarios, inspirados en la Revolución Cubana y en los movimientos de liberación nacional, la lucha económica es interpretada como un aspecto más por la lucha por la liberación nacional.
O’Donnell sintetiza toda esta etapa y la sucesiva crisis que derivó en los golpes de estado de 1964(Brasil) y 1966(Argentina), de la siguiente manera:
“El período populista contribuyó a ampliar un importante electorado urbano que los dirigentes de algunos partidos políticos podían intentar captar, sobre todo mediante la promesa de políticas gubernamentales del tipo distribucionistas y expansivo que habían caracterizado los gobiernos populistas, a los que buena parte de ese electorado seguía siendo leal. Pero las siguientes crisis sociales y los numerosos episodios de protesta, sumados a la ineficiencia gubernamental crearon el escenario propicio para el arribo al gobierno de las fuerzas armadas.”19
En ambos países la represión se dedica a desarticular solidaridades peligrosas para el orden autoritario implantado, la represión hace mella en el movimiento obrero, que puede reagruparse en Brasil, cuando el empuje del milagro económico empieza a perder garra, después de la crisis del petróleo. En Argentina, el Córdobazo, la muerte de Aramburu, van acotando el poder de Ongania. El experimento semi corporativo de Onganía fracasa, entre otras cosas, por la falta de claridad en sus objetivos, el regreso de Perón marca una especia de paréntesis, el intento de reformular la alianza que lo sostuvo en su primera etapa, su rápida muerte nos deja sin mayores posibilidades de interpretar cual hubiera sido el destino de su gobierno, sin duda la inclinación a la derecha política del movimiento.
Tercera etapa:
Marca el nacimiento del PT que reformula y modifica la esencia, no solo del sindicalismo sino también de la “sentencia” que marca la imposibilidad de construir un partido ideológico, orgánico y articulado a nivel nacional en Brasil.
En Argentina un sindicalismo que hasta último momento acompaño al último gobierno peronista, renace de la noche de la dictadura, intentando repetir las viejas alianzas sin poder desprenderse de una imagen negativa producto de haber sido el sostén del gobierno del 74-76 (Isabel Perón).
La alianza con el PJ y su lugar ocupado como columna vertebral del partido se mantiene hasta la toma del poder, donde el costo político de mantener una cúpula sindical pobremente renovada es muy grande. El peronismo rompe así su alianza histórica con los sindicatos que pasan a ser un integrante más del movimiento, no ya su condicionador principal.
El espacio político que ocupaban en Europa la socialdemocracia sería ocupado en América Latina por partidos populistas de signo nacionalista. Estos eran menos ortodóxos ideologicamente que la izquierda. Un ejemplo puede ser el brasilero Partido Trabalhista Brasilero (PTB) o el Partido Justicialista de Gral. Peron en Argentina. Estos partidos tenían la misma clientela política de las socialdemocracias europeas. Pero a diferencia de estos pretendia licuar la lucha de clases en conceptos supuestamente mas generales o superadores de este conflicto, como el pueblo.
El problema fundamental, que se presentaba en la izquierda residía en lo que consideraba su base social natural (los obreros y campesinos). Estos eran seducidos por estos partidos populistas. La izquierda debido a esto permaneció marginada del terreno político en tiempos prolongados.
Los límites con los que se encontraba la izquierda en América Latina en general y en particular en Argentina y Brasil estaban relacionados con cuatro aspectos fundamentales. Uno era la represión permanente. Otro límite es el catolicismo que criticaba profundamente al marxismo y su carácter anticlerical. La poca cantidad de trabajadores organizados resultaba ser otro obstáculo. Por último un elemento típico de esta región los partidos populares o populistas de carácter radical y de impronta nacionalista. Eran movimientos populares y multiclasistas. Hablaban de pueblo, como ya dijimos, y no de clases y por sobre todas las cosas tenían vocación de poder. Esto significa que conocían muy bién las prácticas electorales y los mecanismos de captación de votos.
A modo de conclusión se puede decir que se evidencia claramente los diferentes modelos que se estructuraron en ambos países, en Brasil la industrialización creo un país industrial, cuyos niveles productivos y su estructura económica se asemeja a la de los países desarrollados, amparados en una industria fuerte, verdadero motor del desarrollo brasileño, el movimiento obrero puede articular sus demandas con mayor contundencia, sin embargo aún la participación política está poco extendida.
En Argentina, donde la participación es amplia, el abandono de cualquier pretensión de industrialización, le resta a la clase trabajadora cualquier incidencia en la conducción de la economía. Lo que ningún gobierno pudo hacer, regresar al momento anterior a la aparición del peronismo, donde los sectores subalternos no tenían ninguna injerencia política, lo logro hacer un gobierno que proviene del peronismo.
CONCLUSIONES
La visión alcanzada de la estructura interna del sistema de poder peronista, dista mucho de ser completa. Para brindar un cuadro más completo y diferenciado del sistema político de la Argentina entre 1943 y 1955, habría sido necesario tomar también en cuenta otros factores de poder: las fuerzas armadas, los sindicatos y las organizaciones empresariales.
Las investigaciones que ello habría exigido, habrían excedido el marco de este trabajo, fundamentalmente en cuanto a lo que a extensión del mismo se refiere.
De todas maneras, considero que el material analizado en estas páginas es suficiente para permitirnos extraer algunas conclusiones generales acerca del tema que nos ocupa.
Si algo ha resultado claro, de la lectura de la bibliografía consultada, es que no resulta fácil el estudio de los temas latinoamericanos, fundamentalmente por carecer de un sistema de conceptualización apto para plantear rigurosamente los problemas que deben ser sometidos al análisis histórico. No es sencillo el buscar campos homogéneos, fenómenos comparables y situaciones verdaderamente significativas en el ámbito continental. Sin embargo, es seguro que, más allá de sus diversidades, Latinoamérica es una unidad social y cultural que puede y debe entenderse primero, precisamente, en su unidad.
Existe una cultura, un idioma, una religión y una historia colonial en común que no puede soslayarse. Creo, como quedó planteado en la primera de las hipótesis, que el fracaso de las políticas liberales trajo aparejado el surgimiento de estos movimientos populares. La pregunta sería: ¿Porqué fracasan estas políticas en Latinoamérica, cuando al mismo tiempo triunfan en Europa?.
Encontramos varias explicaciones al respecto. Existe una explicación etnofóbica latinoamericana, que culpa de todos nuestros males a nuestra madre patria: España. El liberalismo se trazaría entonces, un primer objetivo histórico de muy improbable ejecución,: desespañolizar a las repúblicas,[1] paso previo a “desindianizarlas, dado que la mentalidad social de los descendientes de los nativos precolombinos aparentemente no aportaba el mejor caldo de cultivo para el progreso y el desarrollo continuados.
La explicación economicista, focaliza en los latifundios el problema de la pobreza y de la injusta distribución de los bienes, para los marxistas, por otro lado, la pobreza provenía de las injustas relaciones planteadas por la propiedad. En ambos casos, se priorizaba el problema económico y social por sobre los demás.
El factor religioso fue también motivo de análisis. Muchos teóricos basaron sus estudios de acuerdo con Max Weber, quien consideraba que la ética calvinista – luterana constituía el secreto ingrediente del éxito de las sociedades protestantes si se las comparaba con las católicas. Motivo pòr el cual, las ideas liberales habían “prendido”, con mayor facilidad.
Por su parte, el keynesianismo, aportaría una hipótesis económica que coincidía con una tendencia política que prendió con fuerza desde los años 30 en todo el Occidente: el nacionalismo. Pero cuando esa formulación llegó a Latinoamérica, se mezcló, por una punta, con la tradición revolucionaria que le asignaba al Estado la función de crear y distribuir la riqueza, y, por la otra, con un emergente nacionalismo, dotado de fuertes influencias fascistas, que también le asignaba al Estado el papel de corazón de las actividades económicas y –tan grave como eso- de rector de la sociedad, guía y factótum.
Es en el rol asignado al Estado, en el que se encuentran valiosos puntos en común, en los gobiernos populares en Latinoamérica.
Perón en Argentina, Vargas en Brasil, Ibañez en Chile y Paz Estenssoro en Bolivia; dieron al Estado el papel de eje transformador de la economía de sus respectivos países.
En todos los casos, las economías estaban enfrentando serios problemas, producto en gran parte de la gran crisis mundial de 1930, a partir de la cual, debieron replantear seriamente su lugar en el concierto de las naciones. El descontento popular, fruto de políticas liberales que los marginaban del sistema, iba en aumento. Ante todo esto y ante el temor cierto de revoluciones de tinte comunista que atentaban contra el status quo establecido, las elites reaccionaron.
En un primer paso, se produjo una democratización interna del poder liberal, dándole paulatinamente más cabida a los sectores populares (Madero en México, Battle y Ordoñez en Uruguay, Yrigoyen en argentina, Ruy Barbosa en Brasil y Alessandri en Chile). Y en un segundo paso sobrevinieron las rupturas nacionales antiliberales, que son los movimientos populares que hemos ya citado.
En algunos casos estos movimientos provinieron del poder militar, otras veces de pequeños grupos políticos; en ambos casos, se realizó un giro trascendental que afectó a todos los estratos sociales, en mayor o menor medida.
En el caso del peronismo, nació de un contradictorio proceso genético, de naturaleza movimientista y composición policlasista, en el que se mezcló la construcción desde la cúspide, de un poder de facto con un fenómeno de insurrección popular, como el del 17de octubre de 1945. Fue la referencia central, y polémica, de la realidad argentina de la segunda mitad del siglo en el gobierno o en la oposición, dos ámbitos que, muchas veces, ocupó al mismo tiempo.
El primer peronismo consagró buena parte de las más importantes conquistas sociales que regularon las relaciones entre el capital y el trabajo. El carácter revolucionario de su gestión consistió en su actitud de independencia en el mundo bipolar, en el impulso de una participación inédita de los sectores populares en el poder político y la democratización de la distribución de la riqueza.
Sus características son distintivas de los movimientos populares latinoamericanos que hemos repasado. Es por eso que su estudio y su análisis, resultó ser paradigmático.
Así como su nacimiento y su caída, acompañaron a un movimiento continental, en líneas generales, sus consecuencias políticas, económicas y sociales fueron las del resto de los países tercermundistas.
El estímulo más importante para la organización y el crecimiento de estos movimientos populares, lo constituyó la veloz expansión económica a fines del siglo XIX y en el siglo XX. La expansión económica provocó la industrialización, la urbanización y la inmigración –tanto procedente de Europa como del interior del país-, y estas a su vez deterioraron las tradicionales asociaciones de trabajadores, para obligarlos a buscar una nueva identidad comunitaria. Allí estuvieron el peronismo, el varguismo o el MNR, allí estuvo su mérito, y su destino.
Nota: recomiendo leer «Perón-Vargas, la alianza inconclusa», artículo publicado en el diario Clarín.
http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2005/11/19/u-01092040.htm
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
q De Ípola y Portantiero. “Lo nacional popular y los populismos realmente existentes”.
q De la Vega, J. C.. “Diccionario consultor político”. 1994.
q Di Tella, Torcuato. “Populismo y reforma en Latinoamérica”. Londres, 1970.
q Germani, Gino. “Democracia representativa y clases populares”. Bs. As. 1977.
q Iglesias, Francisco. “Breve historia contemporánea del Brasil”. C. F. E. 1986.
q Laclau, Ernesto. “Las matrices políticas en Latinoamérica”. Clarín, 17/10/99.
q Montaner, Carlos Alberto. “No perdamos también el siglo XXI”. Plaza & Janés, España, 1997.
q Murmis, Miguel y Portantiero, J. C. “Estudios sobre los orígenes del peronismo”. Siglo XXI, 1987.
q O’ Donnell, Guillermo. “Modernización y autoritarismo”.
q Romero, José Luis. “Las ideas políticas en Argentina”. C. F. E. 1987.
q Romero, Luis Alberto. “Breve historia contemporánea de la Argentina”. C. F. E. 1985.
q Waldman, Peter. “El peronismo, 1943/1955”. Hyspamérica, Bs. As. 1986.
19O’ DONNELL, Guillermo, “Modernización y autoritarismo”.
[1] De ahí que en aquella época comenzara a prescindirse del gentilicio “hispano” y surgiera el más genérico “latino”.
Imagen 1: https://sindicalfederal.com.ar/2017/05/22/manas-de-la-oligarquia/
Imagen 3: https://es.wikipedia.org/wiki/Get%C3%BAlio_Vargas
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