Gaspar Melchor de Jovellanos
…En España, un puñado de hombres ilustrados quieren dar prosperidad y dicha, cultura y dignidad a su patria. Estos “filósofos” sacuden viejos prejuicios y una agobiante tradición espiritual y, con una mirada nueva se ponen a medir el retraso de España respecto de las demás naciones europeas y a predicar incansablemente los remedios que acabarán con ese retraso. El objetivo es el progreso material, porque es preciso que los campos se cultiven mejor, y esto será cuando la propiedad esté mejor repartida. Es preciso que las fábricas se multipliquen, y se multiplicarán cuando los artesanos sean más instruidos, y más inteligentes los dueños.
Pero, más todavía, progreso moral, porque cuando el obrero de las ciudades y el jornalero de los campos – mejor tratados por sus patronos- adquieran conciencia de su dignidad humana, el nuevo hombre se lanzará fuera de las disciplinas estrechas y anticuadas… Se convertirá en ciudadano, consciente de su fidelidad al monarca, a quien se ama cuando es justo, virtuoso y bienhechor, como Carlos III. El Rey no podrá ya creerse por encima de las leyes eternas dictadas por la razón, y que no tardarán en quedar inscritas en una constitución. La religión vendrá a ser una fuente de vida y hará del español devoto… un creyente convencido, deseoso de perfeccionamiento.
La razón fue objeto de un culto universal, por parte de todos los filósofos del siglo XVIII. Su religión remplazó a la religión por ellos combatida, y una mística sustituyó a otra. La cultura, en la España que estamos estudiando, como se hallaba poco desarrollada, y reservada a unos cuantos privilegiados, hay que distribuirla generosamente a todos para convertir en una España grande a un país degradado. Recordemos, las inventivas de los pensadores contra la ignorancia, fuente de todos los males, y su deseo apasionado de que se multipliquen las escuelas, encargadas de expulsar para siempre a esa terrible enemiga. Y Jovellanos lanza un anatema contra “la incultura y la credulidad”.
Recordando el estado de España durante la Edad Media, la religión, enviada desde el cielo a ilustrar y consolar al hombre, pero forzada por el interés a entristecerle y eludirle; la anarquía establecida en lugar del orden; el Jefe de Estado tirano o víctima de la nobleza; los pueblos, entregados a la codicia de sus señores.
Se puede decir, sin ninguna exageración, que de los filósofos españoles del siglo XVIII se ha apoderado una verdadera embriaguez de saber, lo cual es un vínculo más que los une a sus gloriosos antepasados del Renacimiento. Nada más concluyente, a este propósito, que el plan de estudios propuesto por Jovellanos para el Colegio Imperial de Calatrava en 1790. En el primer año, el colegio enseña a sus alumnos las humanidades. A partir del segundo año, los jóvenes siguen los cursos de teología y de derecho canónico en la Universidad de Salamanca. Paralelamente al latín, el español –cosa nueva- es estudiado con mucho cuidado durante este año de humanidades.
Para completar el curso de humanidades, los colegiales deberán estudiar asimismo la retórica. Para su segundo año de estudios, habrá un curso de explicación de la Biblia. Para la lectura del Nuevo Testamento será bueno que se valga también de los de Erasmo, “que son muy breves e instructivos”.
Jovellanos quiere darles una magnífica cultura científica, fundada en el ejercicio de la razón, no en la autoridad y la memoria… pide a los Regentes que no se limiten a sus especialidades, sino que abracen también “aquellos estudios subsidiarios” que son, “sin contar las humanidades, las lenguas, la filosofía, las ciencias exactas y naturales, la historia, la cronología, la geografía y otros estudios”.
Siguen la historia general del derecho civil,… y el estudio del derecho romano, ilustrado, naturalmente, por la historia de Roma. Viene luego el derecho español, tanto más digno de estudio cuanto que, por una inconcebible aberración, se prescinde de él en la Universidad.
Después de reglamentar esos estudios “subsidiarios”, puede trazar un plan preciso para el estudio del derecho canónico propiamente dicho… la importancia del derecho canónico universal, cuyo objeto es “señalar el enlace de las dos potestades eclesiástica y civil, descubrir y fundar los derechos legítimos de cada una y fijar aquellos aledaños de entrambas, tan confundidos y tan recíprocamente traspasados…”.
¿Qué virtudes ven en la cultura los españoles ilustrados del siglo XVIII para venerarla de ese modo, como a un nuevo ídolo? La cultura se les muestra, ante todo, como una fuente de felicidad, puesto que crea y desarrolla la felicidad del pueblo. Felipe V, introduce la Ilustración en España; Fernando VI, continúa esta política y a Carlos III le es dado hacerla triunfar.
“Todo el mundo está persuadido –dice Ibañez de Rentería a la Sociedad Económica Vascongada- de la suma importancia de la educación, y de que es incontestablemente el fundamento de la felicidad pública.” Rubín de Celis, gran amigo y admirador de Cadalso, cree igualmente que la cultura es la panacea de todos los males. Si (Jovellanos) celebra la memoria de Carlos III es porque este gran monarca ha comprendido que había que crear en su pueblo un “espíritu general de ilustración” y “dar entrada a la luz en sus dominios” con el fin de hacer feliz a España.
Véanse las afirmaciones con que se inicia su Memoria sobre educación pública: “¿Es la instrucción pública el primer origen de la prosperidad social? Sin duda.
Las fuentes de la prosperidad social son muchas, pero todas nacen de un mismo origen, y este origen es la instrucción pública… se establece que la cultura es la fuente de la felicidad personal y, consiguientemente, de la prosperidad pública, ya que ésta no es sino la suma de las felicidades individuales.
A Jovellanos no se le escapa la gran objeción de Rousseau contra los beneficios de la cultura… la rebate inmediatamente,… distinguiendo la instrucción “buena y sólida” de la “mala y perversa”, y diciendo que sólo la buena es capaz de crear un lujo razonable y moderado, ientras que la mala propaga los más funestos errores. La buena instrucción salvará tarde o temprano a los pueblos contaminados por la mala.
La cultura… incita u obliga a los gobiernos que la difunden, a gobernar mejor a sus pueblos, que gracias a ella se han hecho más ávidos de justicia y honradez.
La cultura… es un instrumento de paz… la guerra,… se explica por la ambición. Pero mucho más por la ignorancia, afirma Jovellanos:… “la ilustración trae la paz consigo”. Una Nación bien armada está a salvo de los ataques enemigos; es así que las armas son muy caras, luego sólo una nación rica podrá estar a salvo de la guerra. Pero sabemos, por otra parte, que la riqueza nace de la cultura; luego las naciones instruidas, y por consiguiente ricas, gozarán de los beneficios de la paz.
Jovellanos es plenamente consciente del obstáculo terrible que constituye la multiplicidad de las lenguas para la unión de los hombres,… esperando el día que pueda establecerse una lengua universal, tal como la desea Condorcet, de quien Jovellanos es fiel lector. Sólo la cultura puede desarrollar la razón, que es lo que lo distingue de los animales. La cultura ennoblece al hombre y lo hace digno del primer lugar en la escala de la creación,… tendrá que preocuparse ante todo de reducir la miseria y de fomentar los recursos y, por consiguiente, las técnicas. Finalmente, para no engañarse en cuanto a sus fines, deberá ser dirigida por el poder central, que precisará su orientación y su desarrollo con vistas a la felicidad pública.
Editado y resumido de: Jean Sarrailh, LA ESPAÑA ILUSTRADA, De la segunda mitad del siglo XVIII. Fondo de Cultura Económica, México 1957.
IMAGEN y DATOS BIOGRÁFICOS, consultar en:
http://historiaescepticos.blogspot.com/2009_09_01_archive.html
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