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LEY SÁENZ PEÑA «Quiera el pueblo votar»

Posted by on 21 octubre, 2010

He dicho a mi país todo mi pensamiento, mis convicciones y mis esperanzas. Quiera mi país escuchar la palabra y el consejo de su primer mandatario, quiera el pueblo votar”. Con estas palabras, el Presidente argentino Roque Sáenz Peña, presentó al Congreso de la Nación el proyecto de la ley que luego llevaría su nombre. Se conoce con el nombre de Ley Sáenz Peña, a la Ley 8.871 General de Elecciones, sancionada por el Congreso nacional el 10 de febrero de 1912. Dicha ley estableció el voto secreto y obligatorio, además de establecer el uso de padrones electorales. A pesar de pretenderse universal, sólo podían votar los argentinos nativos o naturalizados, masculinos mayores de 18 años. Las mujeres debieron esperar hasta la sanción de la Ley 14.032, de junio de 1951, para que se les reconocieran derechos electorales. El objetivo de la ley fue el de combatir el fraude, práctica que había permitido el mantenimiento de gobiernos oligárquicos en Argentina desde la presidencia de Bartolomé Mitre (1862) y que había excluido de la decisión electoral a la mayoría de la población.

¿En qué consistía la Ley? ¿cómo se votaba antes?

La Ley establecía el sistema de lista incompleta o de voto restringido, donde el votante puede no votar por la lista entera, y si por las dos terceras partes de los candidatos, siendo elegidos los que obtengan mayor número de votos,  asegurándose, así la representación de la minoría. El sufragio (voto) era considerado como un derecho inalienable de los ciudadanos, La ley Sáenz Peña se aplicó por primera vez en abril de 1912 en Santa Fe y Buenos Aires, y permitió que accediera al poder en 1916 el candidato por la Unión Cívica Radical, Hipólito Yrigoyen.

ANTES DE LA APLICACIÓN DE LA LEY

Antes de la sanción de la ley sólo una ínfima parte de la población tomaba parte de las elecciones. En las 11 elecciones Presidenciales previas a 1912 la participación electoral alcanzó en promedio tan solo el 1.7 % de la población total. Hacia 1910, sólo un 20% del total de la población masculina nativa participaba en las elecciones, cifra que –según David Rock- se reducía al 9% si se tomaba en cuenta a los extranjeros. Dos años más tarde, este guarismo se había elevado a casi el 70%, un índice similar al que en aquella época exhibían Holanda, Francia o Suecia.

En la Capital Federal el porcentaje de sufragantes fue de 84%, mientras que en la Provincia de Buenos Aires, el porcentaje de votantes pasó de un 15% en 1910, al 66% en 1912.

Anteriormente, as elecciones eran usualmente manipuladas a través de diversos mecanismos de fraude electoral. Botana (1977) presenta una estupenda descripción de los diversos mecanismos de fraude electoral empleados entre 1880 y 1916. Dichos mecanismos pueden ser ejemplificados por las siguientes prácticas utilizadas con asiduidad:

– Para votar era necesario empadronarse e integrar un Registro Electoral. Usualmente el fraude comenzaba con la inscripción indebida y la omisión de nombres en el registro. Ciudadanos ausentes y aún muertos formaban parte de los registros.

– Por lo general los electores habilitados para votar marchaban por grupos. Los comites concentraban en lugares estratégicos a sus adherentes, o en el campo, los paisanos concurrían desde las estaciones o estancias hacia el lugar del comicio donde votaban al mismo tiempo. Esta marcha colectiva solía dispersar a la oposición que no se atrevía a acercarse a los lugares habilitados para votar.

– Una práctica común consistía en volcar los registros, mecanismo mediante el cual se cambiaban los votos emitidos a través de la destrucción y el remplazo de las boletas.

– Otra práctica utilizada ya en este siglo consistía en la compra de votos; los ciudadanos recibían un vale al emitir su voto el cuál se transformaba en efectivo en el comité del partido.

Las elites gobernantes se habían visto colocadas ante una difícil alternativa: flexibilizar el sistema político de tal manera que la preservación de sus intereses fundamentales pudiera conciliarse con la satisfacción de las exigencias de los nuevos sectores que habían surgido, o por el contrario, pugnar por mantenerlo sin cambios, con los riesgos que esta opción implicaba.

¿Por qué eligieron la ampliación del sistema? Ese será motivo de otro artículo.

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