Hace un año publiqué este artículo. Vuelvo a hacerlo porque todavía es hoy de estricta realidad……»Hoy, en la agenda de los argentinos ha sido instalado en el sitial de privilegio nuevamente el ignominioso problema de la pobreza, lugar que ha sido ocupado alternativamente por el flagelo de la inseguridad, el desempleo, la sojización, el fútbol para todos y la ley de medios. Espasmódicamente nos indignamos y solidarizamos con aquellos sectores más desprotegidos de nuestra sociedad que padecen de este mal. Los gobiernos pasan y la pobreza sigue ahí, como una cachetada de la realidad que nos golpea a cada instante. La podemos ver o nos podemos hacer los distraídos, total, «le pasa a los otros», a «los villeros», a «los que debieron quedarse en su país» y así podríamos hacer un catálogo interminable en el que obviamente, no nos incluimos. Porque no nos va a pasar. Ahora, ¿qué nos lleva a tener esa mirada?. El siguiente es un extracto de una nota publicada en Le Monde, en la que inequívocamente encuentro muchos puntos de contacto con nuestra realidad.»
«… En el modelo marxista, se invita al trabajador a deshacerse de esa mentalidad servil y auto despreciativa que le prohíbe comparar su suerte a la de los afortunados para reivindicar sin complejos la división de la riqueza; al mismo tiempo se identifica con sus semejantes, asalariados o desocupados, nacionales o extranjeros, por quienes siente empatía y solidaridad. El hallazgo de la derecha consistió en invertir este esquema. Ahora, el trabajador se identifica con los ricos y se compara a los que comparten su condición: el inmigrante cobraría subsidios y él no, el desocupado duerme hasta tarde mientras que él «se levanta temprano» para ir a trabajar… De esa manera su resentimiento se desvía hábilmente de su legítimo objetivo y se observa cómo se pone en marcha un temible círculo vicioso: cuanto más se deterioran sus condiciones de vida, más vota por políticas que la deteriorarán más aun.
Dado que el bombardeo mediático incita a que cada uno piense que está rodeado de haraganes, parásitos y sinvergüenzas que quieren chuparle la sangre, tanto en sentido literal como figurado, sólo le resta cultivar esperanzas estrictamente individuales. No imagina cambiar las normas a fin de mejorar la suerte común y para lograrlo aliarse con otros, sino tan sólo salir a flote.
«Cada uno tendrá su oportunidad«, exclamaba el Presidente de la República de Francia la noche de su elección; en resumen «cada uno para sí», («y Dios para todos», como se percibirá algunos meses más tarde, en ocasión de sus viajes oficiales al Vaticano y a Riad). En eso lo secunda lacultura de masas, que ejecuta infinitas variaciones sobre un tema respecto del cual nuestros cerebros desarrollaron una costumbre pavloviana: el de la success story (historia exitosa). Success story del ganador de la lotería. Success story del empresario «que salió de la nada». Success story de los actores, de los cantantes, de los deportistas o de las modelos a quienes se les pide que cuenten con detalles cómo fueron «descubiertos», cómo han perseverado sin dejarse desalentar a pesar de las contrariedades de sus comienzos, cómo viven su celebridad y su súbita holgura financiera, etc.
Todas estas historias con las que se bombardea a una población agotada por la precariedad y la angustia del futuro, transmiten un único mensaje:¿por qué querer cambiar el orden de las cosas o preocuparse por la igualdad, si en cualquier momento un golpe de suerte, o esfuerzos empeñosos, o una combinación de ambos pueden propulsarlo fuera de ese marasmo e incorporarlo al Olimpo donde festeja el jet-set?. ¡Bienvenido a la sociedad-casino! Omnipresente, el modelo de éxito ostentoso que promueve el showbiz impulsa al espectador anónimo a mirar con colérico desprecio a los «mediocres» y «perdedores» que lo rodean, y a soñar con alejarse de ellos lo más rápido posible. Atiza sus complejos de inferioridad, su sentimiento de insuficiencia e insatisfacción. Al matar de raíz cualquier solidaridad, hace sin duda que hoy sea imposible que emerja un «orgullo de clase» y un sentimiento de comunidad, motores indispensables de las reivindicaciones igualitarias.»
Show-business y política en Francia. “El arte de hacer soñar a los pobres”, Mona Chollet, autora de Rêves de droite. Défaire l’imaginaire sarkozyste, Zones, París, 2008. Traducción: Teresa Garufi, Le Monde, Abril 2008
Le pasa a los franceses, ¿nos pasa a los argentinos?