Hace apenas un par de meses, y con referencia a un artículo escrito por Osvaldo Bayer, iniciaba un recorrido por aquellos nombres de calles que lograron ser cambiados por comunidades que -movilizadas por la verguenza y el deseo de reivindicación- consiguieron lo que parecia imposible: remover el vergonzante nombre de genocidas, asesinos y demás yerbas de sus calles, plazas y lugares de encuentro.
Es nuevamente don Osvaldo quien nos acerca otros dos felices casos. En el Partido de Morón, una calle llamada Ataliva Roca (hermano de Julio Roca), símbolo del negociado y de la coima, reemplazó su nombre por el de Delicia Córdoba, una Madre de Plaza de Mayo que es vecina del lugar. Todo un símbolo, el nombre de una luchadora por los derechos humanos, reemplazando al de un funcionario corrupto (no lo digo sólo yo, lo decía el mismísimo Sarmiento).
En Sarandí -Partido de Avellaneda- una escuela llamada Policia Federal, cambió su nombre por el de Floreal Avellaneda, un adolescente ex-alumno de esa escuela, que fue secuestrado, torturado, empalado y arrojado al Rio de la Plata por los macabros «grupos de tareas». ¿Su pecado? Luchar por el boleto estudiantil. Que el ejemplo se propague.
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