A mí los dieciocho me pasaron de largo,
estrenando opiniones, intenciones y cantos,
a esa edad, como todos, con el puño cerrado,
en las puertas abiertas el futuro esperando.
Al tuyo, bruscamente te lo desamarraron
y te hiciste a la niebla en el mar del espanto,
encallaron tus sueños Daniel, en la turba y el barro,
fue la muerte bandera y la vida un milagro.
Lo mío fue distinto, Daniel,
lo mío no fue nada,
yo no tengo esa sombra
que vaga en tu mirada.
Mi batalla fue el riesgo de un «machete» escondido
y mi «pozo de zorro», un amor y un olvido,
mi fusil, las pintadas en los muros vacíos
y morir por la Patria, un discurso florido.
Tu excusa de ser hombre fue algo más que el motivo
de la barba y el porte y el salir con amigos,
fue volverte habitante, Daniel, de la lluvia y el frío,
asumir el naufragio con los cinco sentidos.
Lo mío fue distinto, Daniel,
lo mío no fue nada,
yo no tengo esa sombra
que vaga en tu mirada.
Para mí fue un asunto de madre preocupada
que no fuera muy tarde mi regreso a la casa,
de domingo a domingo me peinaba las alas
sin andar cada jueves reclamando su alma.
La tuya, sin embargo, agotaba hasta el alba
las escasas noticias de las islas lejanas,
aunque fuera un indicio, Daniel, un rumor le bastaba,
aunque fuera mentira, era ya la esperanza.
Lo mío fue distinto, Daniel,
lo mío no fue nada,
yo no tengo esa sombra
que vaga en tu mirada.
El tiempo irá trayendo la amnesia inexorable ,
habrán muchas condenas y pocos responsables,
dirán que fue preciso, dirán, inevitable
y, al final, como siempre, será Dios el culpable.
La historia necesita en sus escaparates
ocultar el trasfondo de tanto disparate,
no es tuya la derrota, Daniel, no cabe en tu equipaje,
acaso las gaviotas otra vez en el aire.
Lo mío fue distinto, Daniel,
lo mío no fue nada,
yo no tengo esa sombra
que vaga en tu mirada.
(Autor: A. Cortez)