Premio Nobel de Literatura en 1994, Kenzaburo Oé está considerado como una de las conciencias cívicas de Japón. Fiel a los valores sobre los que se construyó su país, se obstina en el deber de fidelidad a la memoria de los muertos y a la dignidad del hombre en medio de la doble tragedia (ver).
Para usted, ¿qué significado tiene el desastre que vive actualmente Japón en la historia moderna? Desde hace varios días, los periódicos japoneses no hablan más que del desastre que vivimos y el azar quiso que uno de mis artículos fuera escrito la víspera del sismo, el 15 de marzo. En él, hablaba de la vida de un pescador de mi generación, que fue irradiado en los ensayos de la bomba de hidrógeno en el atolón de Bikini. Lo conocí cuando tenía 18 años. Después, él consagró su vida a denunciar la impostura del mito de la fuerza de disuasión nuclear y la arrogancia de quienes son sus turiferarios. ¿Fue un sombrío presagio lo que me hizo evocar a ese pescador precisamente la víspera de la catástrofe? En efecto, él luchó contra las centrales nucleares y denunció los peligros que éstas representan. Desde hace tiempo acaricio el proyecto de rastrear la historia contemporánea de Japón tomando como referencia tres grupos: los muertos en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, los irradiados de Bikini y las víctimas de las explosiones en las instalaciones nucleares. Si nos inclinamos sobre la historia de Japón con la mirada de estos muertos, víctimas de la energía nuclear, queda en evidencia la tragedia que es su vida.
(…) Este desastre conjuga de manera dramática dos fenómenos: la vulnerabilidad física de Japón a los sismos y el riesgo que presenta la energía nuclear. El primero es una realidad desde la noche de los tiempos. El segundo, que podría ser aun más catastrófico que el tsunami, es obra del hombre. ¿Qué ha conservado Japón de Hiroshima? La gran lección que debemos de extraer del drama de Hiroshima es la dignidad del hombre, de todos aquellos que murieron bajo la explosión, pero también quienes sobrevivieron, afectados en el cuerpo, y que durante años tuvieron que soportar un sufrimiento extremo que yo espero haber transmitido en algunos de mis escritos. (…)hay que grabar la experiencia de Hiroshima en la experiencia de la humanidad : es una catástrofe aun más dramática que los desastres naturales pues se debe a la mano del hombre. Insistir con las centrales nucleares, dando muestras de la misma inconsecuencia con respecto de la vida humana, es la peor de las traiciones a la memoria de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki.