por Marcelo Musa
Nací en Buenos Aires, el 19 de julio de 1764. Estudié filosofía en el Real Colegio de San Carlos y en el Colegio Montserrat de Córdoba. Cursé estudios superiores en la Universidad de Charcas, en el Alto Perú, donde me recibí de abogado.
Junto a mi primo y amigo, Manuel Belgrano, Hipólito Vieytes y Rodríguez Peña fui uno de los más activos protagonistas del movimiento que buscaba a dar al Río de la Plata un gobierno propio. En mayo de 1810 fui comisionado por el partido patriota para intimar al virrey Cisneros a que convocara un Cabildo abierto. En esa reunión extraordinaria, que tuvo lugar el 22 de Mayo de 1810, fui el encargado de defender la posición patriota, que exigía la renuncia del virrey y su reemplazo por una junta de gobierno local.
Me desempeñé como vocal de la Primera Junta, que me encargó la represión de la contrarrevolución que el ex virrey Liniers encabezó en Córdoba. No dudé en fusilar a Liniers y a sus compañeros. Estaba en juego el destino de la patria.
Poco después se me encomendó la misión de gobernar el Alto Perú. Para afianzar en esa región la causa de la Revolución, creí necesario abolir la esclavitud, liberar a los indígenas de los servicios personales y fusilar a varios funcionarios realistas.
En junio de 1811 pacté una tregua con los realistas. Pero éstos no la respetaron y atacaron por sorpresa a nuestras fuerzas, derrotándolas en la batalla de Huaqui. De vuelta en Buenos Aires, el Triunvirato me procesó por mi desempeño y me encarceló. Morí el 12 de octubre de 1812. Cosas del destino, lo que me mató fue un cáncer de lengua, justamente a mi, a quien muchos llamaban el orador de la Revolución.
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