Alfredo Ávila, de la Universidad Nacional Autónoma de México, analiza en el presente artículo de El país el origen del nombre de México.
Estados Unidos Mexicanos es el nombre oficial del país conocido como México. La primera denominación resalta el pacto federal, mientras que la segunda pone énfasis en la nación, origen de la soberanía, según la Constitución. Parece evidente la tensión entre estas proposiciones, en particular porque ambas se encuentran en el mismo documento. En 1993 se manifestó en una polémica en la prensa entre quienes proponían modificar la denominación oficial por considerar que «México» era el nombre auténtico de la nación y aquellos que defendían las soberanías estatales y argüían que el cambio respondía a intereses comerciales estadounidenses….
El nombre de México tiene origen prehispánico, limitado al de las ciudades lacustres de México Tenochtitlán y México Tlatelolco. La etimología parece hacer referencia al asentamiento en medio de un lago: «Mexi» es la luna o el centro del maguey, «co» significa «en donde está». Tras la conquista española del siglo XVI, la ciudad que sirvió de cabeza al reino de Nueva España fue llamada México, por lo que se podía usar ese nombre para todos los dominios que se gobernaban desde esa capital.
A finales del siglo XVIII, Francisco Xavier Clavijero publicó su Storia antica del Messico, lo que contribuyó a llamar con este nombre a los dominios españoles en América del Norte, en especial en Europa y en Estados Unidos. Sin embargo, el término «mexicano» se usó durante el periodo colonial únicamente para designar a las personas que vivían en la ciudad de México o a quienes hablaban náhuatl, la «lengua mexicana», y no para la generalidad de los habitantes de Nueva España. Durante el proceso que condujo a la independencia del país, no hubo una única manera de nombrarlo. Miguel Hidalgo siempre se refirió a «este reino» o a «esta América». Por su parte, José María Morelos usó el nombre «América Mexicana», que se ve en el Decreto Constitucional de 1814. No obstante, en los papeles de los dos dirigentes de la insurgencia hay referencias a los «apáticos mexicanos» o los «cobardes mexicanos», es decir, a los habitantes de la capital virreinal.
Los términos «Estados Unidos Mexicanos» y «República Mexicana» fueron empleados por vez primera por los insurgentes de Texas, quienes se hallaban muy influidos por los estadounidenses. En 1821, el Tratado de Córdoba firmado entre el jefe político Juan O’Donojú y Agustín de Iturbide señaló que «esta América se reconocerá como nación soberana e independiente y se llamará en lo sucesivo imperio mexicano».
Servando Teresa de Mier advirtió que «llegará el tiempo en que todos los nombres europeos desaparecerán de los países trasatlánticos y se restituirán los antiguos». No bien conseguida la independencia, el de «Nueva España» fue olvidado. Entre 1821 y 1824 «Anáhuac» (náhuatl: «tierra rodeada de agua») convivió con «México» en impresos y proyectos constitucionales. Mier se dio cuenta de que el segundo se impondría, por ser la capital del nuevo país, lo que en efecto sucedió cuando el Congreso decretó la Constitución Federal de los Estados Unidos mexicanos.
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