El término terrorismo, en Argentina, tuvo una gran difusión, sobre todo a través de los medios de comunicación y los organismos oficiales, para denominar las acciones llevadas a cabo por la guerrilla en las décadas de 1960 y 1970 en el país y en el mundo. El historiador inglés Richard Gillespie entiende que ambos conceptos tienen connotaciones diferentes y que utilizarlos en forma indistinta remite a confusiones e intencionalidades políticas:
Los términos terrorismo y terroristas se refieren a los métodos y los agentes inspirados en el terror. Los terroristas contrarios al Estado se proponen intimidar al pueblo y demostrar que el Estado es incapaz de garantizar la seguridad y el orden público. Cuanto más indiscriminada e imprevisible es su violencia, mayores son las probabilidades de que logren sus objetivos. Pero los que practican la guerrilla urbana buscan conquistar el poder del Estado mediante una estrategia política y militar que requiere apoyo y colaboración pública. Mientras que los terroristas pueden considerar a los inocentes civiles como objetivos políticos legítimos, los guerrilleros urbanos limitan generalmente sus ataques a agentes del Estado (especialmente personal militar y policial) y a enemigos claramente definidos (relacionados de algún modo con la violencia derechista). La guerrilla insurreccional en Argentina estuvo exenta de actos de terrorismo al azar, como por ejemplo, la explosión de bombas en lugares públicos concurridos.
Tomado de Richard Gillespie, Soldados de Perón, los Montoneros; en “La Argentina contemporánea”, Alonso y otros, Aique, Bs. As., 1997.
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