No había transcurrido un mes desde la asunción de Héctor Cámpora como presidente de los argentinos, cuando Perón regresó definitivamente al país. El 20 de junio de 1973 se produjo, quizás, la mayor movilización de masas de la historia política argentina, en respuesta a la gran expectativa que había despertado en gran parte de la sociedad, el retorno del líder peronista. Cientos de miles de personas fueron movilizadas por las agrupaciones de la izquierda peronista, en un acto cuya organización estuvo a cargo de los sectores vinculados a la derecha del movimiento. Ezeiza se transformaría en el escenario en el que medirían fuerzas las agrupaciones que respondían a la Tendencia (la JP, sectores de izquierda) y aquellas que representaban al peronismo ortodoxo (sindicatos, sectores de derecha), sostenidos estos últimos por bandas ultraderechistas. La pelea era por lograr el mayor acercamiento a Perón. Ambos sectores habían luchado durante la proscripción, desde sus espacios, por la vuelta del líder. Era el momento en el que él debía elegir.
Los sectores ortodoxos dejaron fuera de la organización del acto a los de la Tendencia, y se prepararon por si la situación se desbordaba. Mientras tanto, Montoneros convocó al acto bajo la consigna “Vamos a Ezeiza compañero, a recibir a un viejo Montonero”. El Ministro del Interior Esteban Righi, no logró imponer que fuera el Estado, a través de la policía, la única fuerza encargada de custodiar el acto. Marcelo Larrraquy, en López Rega, el peronismo y la Triple A, narra que en “… la mañana del 20 de junio de 1973, las ambulancias salieron del Ministerio de Bienestar Social(a cargo de López Rega) cargadas de armas, el Automóvil Club Argentino (ACA) prestó su red de comunicaciones, la Juventud Sindical de la UOM, la UOCRA y SMATA acupó instalaciones vecinas al aeropuerto, los francotiradores prepararon su sitio entre las ramas de los árboles y los hombres de Osinde y la CNU (ultraderechista Concentración Universitaria) ocuparon el palco y escondieron sus ametralladoras en los estuches de los instrumentos de los músicos de la banda sinfónica”.
El final fue previsible. Cuando las columnas de Montoneros presionaron para llegar al palco, empezaron los tiros. Nunca se supo a ciencia cierta la cantidad de muertos de esa jornada (se habla de alrededor de cien), pero la emboscada puso de manifiesto las contradicciones que existían dentro de un movimiento en el que ya no podía convivir dos fuerzas tan antagónicas. La presidencia de Cámpora llegaba a su inexorable fin.
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