Hemos visto en recientes artículos que he publicado, que en el marco de la 2da Fase de la Revolución Industrial, tiene lugar la “División Internacional del Trabajo”, que divide al mundo en productores de materias primas y en fabricantes de manufacturas. Latinoamérica ingresa entonces en el mercado mundial como exportador de productos agropecuarios, dentro de un “nuevo Pacto colonial” o “Pacto Neocolonial”, en el que las potencias no sólo compran las materias primas latinoamericanas, sino que vuelcan aquí sus numerosos productos (manufacturas de origen industrial). Para que este nuevo Pacto se lleve a cabo, necesitará de algunos elementos.
a) Explicamos como se implementó el modelo agroexportador.
b) Vimos que sucedió con la propiedad y el uso de la tierra una vez implantado el nuevo modelo.
c) Veamos ahora que pasó con la mano de obra.
El reclutamiento de mano de obra
¿De dónde saldría la mano de obra que el avance de la producción exportadora requería en magnitudes crecientes? Este fue un desafío importante para el desarrollo del modelo agroexportador que se resolvió de distintas maneras según las regiones.
En ciertos casos, la necesidad de mano de obra fue cubierta a través de la llegada de cientos de miles de inmigrantes extranjeros, sobre todo europeos, que entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX transformarían las estructuras demográficas de Argentina y Uruguay y de regiones enteras de Brasil. En Argentina y Uruguay las estructuras heredadas del orden colonial hicieron inevitable esa opción: no había allí una población campesina movilizable para la producción como en los países andinos y de América Central. Eran las “tierras vacías”, cuyos ocupantes indígenas, cazadores-recolectores dispersos y móviles en amplios territorios, no estaban culturalmente preparados para convertirse fácilmente en trabajadores rurales. Los territorios ocupados luego de su expulsión y exterminio fueron entonces poblados de inmigrantes que vinieron a trabajar como peones, o en el mejor de los casos como colonos o arrendatarios. El efecto demográfico de esta inmigración masiva ya era evidente a comienzos del siglo XX, cuando las sociedades de Argentina y Uruguay podían verse a sí mismas como mucho más parecidas a las de los países europeos que a las de sus vecinos latinoamericanos.
En el sur de Brasil se dio un proceso de las mismas características, y en las zonas cafetaleras del centro del país, especialmente en Sao Paulo, la afluencia masiva de inmigrantes vino a reemplazar a la mano de obra esclava que había nutrido las plantaciones desde la época colonial. En efecto, cuando la esclavitud fue abolida en 1889, en plena expansión de la producción cafetalera para el mercado europeo, si bien muchos ex esclavos se reciclaron como trabajadores asalariados o como precarios colonos, la demanda creciente de mano de obra fue cubierta por inmigrantes que llegaron también por centenas de miles. No ocurrió lo mismo en las regiones del nordeste brasileño, donde la producción azucarera no pasaba por su mejor momento, y donde la mano de obra provino predominantemente de antiguos esclavos o campesinos nativos. Esto se reflejó en poco tiempo en la consolidación de una composición demográfica dual, donde el centro sur mestizo y blanco contrastaría con los estados nordestinos en los que la población continuó siendo fundamentalmente de origen afroamericano.
En los países andinos, y en buena parte de México y América Central, donde existía una todavía muy significativa población campesina de composición básicamente indígena, fue ella la que proveyó la mano de obra necesaria para la expansión productiva. En principio las haciendas apelaron a intensificar los viejos mecanismos de coerción vigentes desde la época colonial, pero progresivamente se fue imponiendo la contratación de trabajadores libres a cambio de un salario. Esto fue posible en la medida en que las comunidades campesinas iban perdiendo gran parte de sus tierras por el proceso descripto en el apartado anterior, lo que obligaba a sus habitantes a vender su fuerza de trabajo a las haciendas cercanas para poder subsistir. Muchos campesinos de las comunidades migraron definitivamente a las tierras privadas para convertirse en peones permanentes; otros siguieron viviendo en sus comunidades pero tendieron cada vez más a buscar trabajo como asalariados temporales en las haciendas. Algo similar ocurrió con los dueños o arrendatarios de pequeñas propiedades, quienes en la medida en que se vieron acorralados por la expansión y la competencia de los latifundios debieron convertirse en peones permanentes o temporarios de estos últimos.
Fuente: Carpetas docentes de Historia. FaHCE-UNLP
http://carpetashistoria.fahce.unlp.edu.ar/
IMAGEN: http://ar.kalipedia.com/historia-argentina/tema/organizacion-estado-nacion/inmigracion.html?x=20080609klphishar_14.Kes
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