Durante la presidencia de Bartolomé Mitre (1862/68), el gobierno nacional enfrentó levantamientos armados en el interior del país. Desde La Rioja, el general federal Angel Vicente Peñaloza, “el Chacho”, quien contaba con apoyo en las zonas rurales del interior, y con influencia en Catamarca, San Juan, San Luis y Córdoba, denunció la política centralista porteña y los asesinatos cometidos en su nombre. En un primer momento, se negoció un acuerdo, pero ante la falta de cumplimiento de los términos acordados por parte de Mitre, el conflicto se reinició un año más tarde. Vale recordar la delicada situación económica de las provincias, carentes de recursos, devastadas por haber sido el escenario de la guerra civil. Peñaloza se erigía entonces en defensor de los intereses provinciales repetidamente perjudicados por el centralismo porteño. Para derrotarlo se organizaron fuerzas militares con colaboración de los gobernadores de Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero y San Juan. Mitre le dio a Sarmiento, gobernador de San Juan, la dirección de esta “guerra de policía”. Peñaloza resistió con sus montoneras hasta noviembre de 1863, fecha en que fue tomado prisionero y asesinado a lanzazos por un coronel del Ejército Nacional.
Tras enterarse del asesinato del líder riojano, Sarmiento le escribe a Mitre:
San Juan, 18 de Noviembre de 1863
Excelentísimo señor presidente de la República brigadier general don Bartolomé Mitre.
Mi estimado amigo:
No sé lo que pensarán de la ejecución del Chacho. Yo inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y honrados aquí he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses. Los ejércitos harán paz, pero la tranquilidad no se restablecería, porque a nadie se le puede inspirar confianza de que no principie la guerra cuando le plazca al Chacho invadir las provincias vecinas. Es su profesión, ejercida impunemente treinta años, hallando siempre en la razón de estado o en el interés de los partidos medios de burlarse de leyes y constituciones y aceptándolo como uno de los rasgos de la vida argentina y de nuestro modo de ser. Sea, pero seamos lógicos: cortarle la cabeza cuando se le da alcance, es otro rasgo argentino. El derecho no rige sino con los que lo respetan, los demás están fuera de la ley; y no tiene el idioma en vano estas locuciones. Hizo él o Puebla degollar en el Valle Fértil a mi primo don Maximiliano Albarracín en su casa, como Carlos Ángel haya obtenido indulto. La guerra civil concluye, pues, por actos militares gloriosos, como el de Caucete, y por el castigo de Olta. En Chile como en San Juan, recién creerán en nuestras diarias promesas de pacificación, ridículas a fuerza de verlas desmentidas por el alzamiento del primer pillo que lanza su reto al gobierno, al ejercito, dejando desacreditada hasta la victoria; pues el Chacho había conseguido ese resultado derrotado siempre, vencido jamás suma tutti, impotencia de la nación. Si la guerra continúa dos meses, San Juan entrega las cartas, sino por agotamiento. Hoy respira, los arrieros se prestarán a salir a vender sus frutos de dos años, los mineros a restablecer sus trabajos: de Chile vendrán hombres y capitales…
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