Clase del Prof. Marcelo N. Musa
Macedonia era un territorio ubicado al norte de Grecia, entre Tracia y Tesalia. Su territorio estaba cubierto de llanuras rodeadas de montañas boscosas. No tenía salida al mar, ya que a partir del siglo VIII a. C. las costas del Mar Egeo habían sido colonizadas por los atenienses. Sus habitantes eran agricultores, pastores y hábiles jinetes que hablaban un dialecto muy similar al dorio. Durante el siglo VI a.C., los macedonios, que hasta ese momento vivían en tribus que guerreaban entre sí, se unificaron bajo la autoridad de un solo rey. Sin embargo, los poderes de la monarquía eran limitados, ya que la coronación de cada nuevo monarca debía ser confirmada por una asamblea de los nobles del reino, que conservaban amplias privilegios. En el plano internacional, Macedonia era un Estado débil, que nunca había jugado un papel destacado. Pero esa situación no estaba destinada a perdurar.
POLITICA EXPANSIONISTA DE FILIPO II
Macedonia se convirtió en un Estado poderoso durante el reinado de Filipo II, nacido en Pella, la capital del reino, en el 382 a. C. Cuando era joven, pasó algunos años en la ciudad de Tebas, en calidad de rehén. Allí y estudió y asimiló la cultura griega. Pero también pudo constatar las divisiones y los enfrentamientos que existían entre las polis. De regreso a su patria, Filipo usurpó el trono (359 a. C.) y se propuso convertir a Macedonia en una gran potencia. La explotación de las minas de oro y plata de Tracia, que Filipo anexó a su reino, le proporcionaron las riquezas necesarias para llevar a cabo ese proyecto. En primer lugar, fortaleció su posición interna: eliminó a sus opositores, sometió a los nobles y ordenó construir un hermoso palacio en Pella. También emprendió una reforma militar, que dio como resultado la creación de un ejército permanente, que combinaba el uso de cuerpos de caballería y de falanges de infantería. Las falanges iban armadas con lanzas de unos cinco metros de largo, llamadas sarisas. Con esas lanzas, los infantes, que iban a pie, buscaban contener los ataques de las fuerzas enemigas, a las que les costaba tomar contacto con los falangistas porque estos los “pinchaban” con sus armas. Esta circunstancia solía ser aprovechada por la caballería pesada macedónica, provista de cascos y picas, para atacar a los enemigos y decidir las batallas. Con esas fuerzas, Filipo inició una agresiva política expansionista. El primer objetivo fue conseguir una salida al mar. Para lograrlo, ocupó las costas de Tracia y la península Calcídica.
SOMETIMIENTO DE GRECIA
La irrupción de Macedonia en el Mar Egeo alarmó al orador ateniense Demóstenes (384–322 a. C.), quien pronunció una serie de discursos en los que denunció las intenciones expansionistas de Filipo y la necesidad de resistir. Pero pocos griegos lo escucharon. Filipo aprovechó la falta de iniciativa de las polis griegas para unirse y enfrentarlo y las fue sometiendo una a una. Finalmente, una gran victoria sobre atenienses y tebanos, en la Batalla de Queronea, en el 338 a. C., le permitió dominar casi toda Grecia. A partir de entonces, las ciudades-estado griegas debieron reconocer su autoridad y todas, excepto Esparta, pasaron a formar parte de la Liga de Corinto, que Filipo comandaba. El objetivo de la Liga, a la cual las polis griegas contribuían con hombres, armas y naves, era atacar a Persia. Pero en el 336 a. C., mientras Filipo asistía al casamiento de su hija Cleopatra (hermana de sangre de Alejandro), uno de sus oficiales lo asesinó.