Como ya hemos visto, los años que van desde mediados de la década del ’50 a mediados de la del ’70, fueron años muy convulsionados en el mundo entero. Las producciones culturales generadas en los países centrales rápidamente se propagaron hacia la periferia. En nuestro país, algunas de esas producciones –como la minifalda, el rock & roll, el cine de protesta y el de reflexión- tuvieron un significativo impacto entre los sectores juveniles. Claramente era el momento de los jóvenes. El deseo de cambios revolucionarios y la adopción de actitudes vanguardistas y de ruptura con el sistema fueron la nota distintiva de este movimiento. Todo era motivo de cuestionamiento y de transformación. Anhelos y utopías se canalizaron en una generación joven de músicos, artistas de vanguardia, intelectuales y militantes políticos.
Los cambios en la forma de vida fueron notables. La píldora anticonceptiva y una actitud más flexible en las conductas sexuales y las relaciones familiares, modificó la relación entre hombres y mujeres en una sociedad todavía pacata y tradicionalista.
Un personaje de historieta haría historia –Mafalda, de Quino- expresó el imaginario de las clases medias, combinando la ilusión del auto y de las breves vacaciones anuales con las preocupaciones por el pacifismo, la ecología o la democracia, comunes a la ola de disconformismo y renovación que se insinuaba en el mundo (L. A. Romero, 2001).
Mientras tanto, los sectores tradicionalistas se alarmaban por la atracción creciente que provocaba la Revolución Cubana y les horrorizaba el cuestionamiento de los valores tradicionales de la sociedad y la convivencia, pues en el fondo, la libertad sexual, la revolución y el arte de vanguardia les parecían diferentes aspectos de un mismo desafío a los valores occidentales y cristianos (Romero, 2001).
TEATRO y CINE
La nueva corriente artística intentó generar una reacción contra “la cultura del consumo y la frivolidad”, en una época en la que se popularizó el uso del televisor (800.000 unidades en 1960, 3.700.000 en 1972), medio que incitaba al consumo y que era considerado como instrumento de penetración de las pautas de la sociedad de consumo. En el ámbito teatral empezaron a representarse obras con temáticas sociales o políticas mientras que cobró un gran impulso el cine nacional. Películas como “La Patagonia Rebelde –con libro de Osvaldo Bayer– y “Quebracho” –de Ricardo Wulicher– fueron grandes producciones que abordaron temas históricos con una mirada política. “Juan Moreira”, dirigida por Leonardo Favio, rescataba temáticas populares del pasado que habían sido ignoradas por la Historia oficial.
LOS ESTUDIANTES SE INVOLUCRAN
La politización se manifestó en la creación y el fortalecimiento de los centros de estudiantes y en el crecimiento de agrupaciones políticas estudiantiles vinculadas con partidos políticos. Además de movilizarse por reivindicaciones educativas, como la modificación de los planes de estudios o el reclamo por el boleto estudiantil, los estudiantes participaron en actos políticos y en otros de su propia organización, como la gran movilización del 11 de septiembre de 1973 contra el golpe militar en Chile.
Algunos centros realizaban trabajos de ayuda social en barrios humildes y villas miseria, vinculándose con clubes de barrio y sociedades de fomento. Para muchos de estos jóvenes, la solidaridad, la justicia y el esfuerzo comunitario eran valores trascendentes que debían ser defendidos y que los identificaban como generación.
El ámbito educativo es crucial para la dinámica transformadora. La escolarización secundaria aumentó considerablemente en este período. mientras que en 1945 la matrícula secundaria sumaba 201 mil estudiantes, en 1965 llegaba a 789 mil. Pero aunque la matricula creció y se feminizó, los planes de estudio y los reglamentos disciplinarios no. En la universidad la matrícula creció 150% en 20 años: pasó de 48 mil estudiantes en 1945 a 206 mil en 1965 (Valeria Manzano, 2013). Allí se vivió una libertad académica con escasos precedentes en la historia argentina y los estudiantes pudieron desarrollar actividades político-académicas y participar de nuevos ámbitos de sociabilidad.
EL ROCK NACIONAL COMO ESPACIO DE IDENTIDAD
La conflictividad social y la radicalización política eran el marco en el que muchos jóvenes reaccionaban frente a los que consideraban a la música como mero objeto de consumo, y adoptaron el rock como expresión artística alternativa.
La música rock se convirtió en un factor identitario para los jóvenes, en particular par los estudiantes secundarios. Los discos editados eran escasos, las radios y la televisión no difundían este tipo de música. Los discos y casettes circulaban de mano en mano, los grupos tocaban en clubes de barrio y los recitales fueron el canal alternativo para la difusión de este nuevo fenómeno.
El primer disco de rock en castellano fue grabado por un grupo musical rosarino, Los Gatos Salvajes, liderados por Lito Nebbia. La influencia del rock inglés y del movimiento hippie estadounidense podían observarse en la indumentaria y actitudes de estos músicos que iniciaban su recorrido. En Buenos Aires, el trayecto que unía La Cueva –reducto rockero ubicado en Pueyrredón y Arenales- con el bar La Perla del Once fue el lugar de encuentro de jóvenes artistas de vida bohemia. Moris, Tanguito, Miguel Abuelo y muchos otros formaron parte de un movimiento que rápidamente se extendió hacia vastos sectores de la juventud.
Si bien combatían a “la música del sistema”, sus letras no tenían necesariamente intencionalidad política. En grupos como Almendra, predominaba el lirismo y la poesía de Luis Alberto Spinetta; otros, como el cantante Moris o el grupo Manal, incursionaban en una temática urbana y de crítica social.
Iniciados los 70, cuando la radicalización política se incrementó, algunos músicos incorporaron en su repertorio temas testimoniales o de protesta. El dúo Pedro y Pablo –Miguel Cantilo y Jorge Durietz– con la Marcha de la bronca; León Gieco con Hombres de Hierro, referida a la resistencia a la dictadura de Onganía, expresaron el clima político y social de Argentina en aquellos años.
Pero no siempre la cultura del rock se identificaba con la militancia política. Había quienes solamente se identificaban con el rock como fenómeno musical. El pacifismo y el apoliticismo de muchos rockeros marcaba diferencias con el discurso más duro y combativo de los militantes. Sin embargo existía un tono de época que los reunía: la rebeldía, el deseo de cambio, la certeza de que un mundo mejor o una sociedad más justa estaban al alcance de la mano.
EL DI TELLA
En 1958, el grupo empresario Di Tella creó la Fundación y el Instituto Torcuato Di Tella con el propósito de “promover el estudio, la creación y la investigación en todo lo concerniente al desarrollo científico, artístico y cultural”. Recibía subsidios de las empresas SIAM, de la Fundación Ford y de la Fundación Rockefeller. La propuesta estaba orientada a difundir la cultura internacional y a experimentar nuevas formas de expresión artística. Allí se refugiaron las vanguardias artísticas, combinando la experimentación con la provocación. Como en muy pocas veces, la creatividad local se vinculó con la del mundo. El Di Tella se convirtió en punto de referencia de otras corrientes, emergentes y contestatarias, pero ciertamente provocativas como el hippismo.
Para los grupos más conservadores, estos artistas atentaban contra las tradiciones de la “civilización occidental y cristiana”. Las minifaldas y las ropas extravagantes chocaban con las tendencias moralizantes y autoritarias de los gobiernos militares, especialmente en tiempos de Onganía. Desde sectores de izquierda criticaban cierto “snobismo” y “elitismo” que predominaban detrás de su aparente actitud transgresora.
A modo de conclusión, los jóvenes emergieron en estos años como un estadio intermedio entre la niñez y la adultez, y con sus propios códigos. En la Argentina de los sesenta la juventud va ganando espacio como promesa de cambio.
Bibliografía consultada
MANZANO, Valeria, Poder joven, en el Bicentenario, N°8 1950/1969, Presidencia de la Nación, Consejo editorial: Felipe Pigna y otros, pág. 621.
ROMERO, Luis Alberto, Breve historia contemporánea de la Argentina, 2da edición, 2001, Fondo de Cultura Económica, El empate, 1955/1966.
ALONSO, M.E; VAZQUEZ, E.C, Historia, la Argentina contemporánea, Aique, Bs. As., 2000.