POR ENRIQUE CAMINO NOVIEMBRE 23, 2019 6:00 AM
Comparto algunos párrafos del excelente artículo de Enrique Camino publicado por el periódico Rio Negro.
En Patagones, después de la Campaña al Desierto, las familias acomodadas se repartían los niños de pueblos originarios. Sus padres habían sido diezmados a tiros de fusiles Remington y los sobrevivientes, enviados a confinamiento. A los pequeños hijos de los vencidos, los llevaban a casas lujosas o grandes campos para que hagan tareas de servidumbre sin posibilidades de ir a la escuela, ni integrarse a la sociedad.
Mediante fotografías y documentos, los historiadores Jorge Bustos y Leonardo Dam, muestran que era habitual solicitar ‘chinitos’ o ‘chinitas’ de tal o cual edad por parte de vecinos. A estas familias se los entregaban sin mediar compromiso de su parte.
El equipo de historiadores y técnicos ordenaron -con cierta dificultad- las cédulas del Registro de Vecindad (primeros censos en Argentina). El paso inicial fue organizar las cédulas correspondientes a 1887, que cuentan con un total de 450 unidades. El padrón extraído indica la existencia de 104 niños indígenas distribuidos entre los vecinos de una población que no alcanzaba a los 2.000 habitantes.
Recuerda al sacerdote Raúl Entraigas, uno de los biógrafos de monseñor José Fagnano que en 1880 comenzó a misionar en la Patagonia y ofició de protector de los aborígenes. Es que la Iglesia ocupó un lugar preponderante en la defensa de los derechos humanos por esos años. Los boletines salesianos reflejan una situación de esclavitud y también fueron analizados por otros investigadores como María Andrea Nicoletti e Iván Fresia. Unos 300 niños de ambos sexos, de todas las edades y semi desnudos, quedaron presos en situación de esclavitud bajo los cimientos del templo parroquial de esa villa.
Los documentos contienen una anécdota desgarradora. Acreditan que los soldados por orden de Villegas penetraron en la iglesia de Patagones donde estaban presos. Arremetieron contra las cautivas “indijenas (sic)” y les arrancaron a los hijos con violencia, los distribuyeron a los que los pidieron, y a los oficiales para que los esclavicen.
El estudio de Bustos y Dam determina que estos niños “con el correr del tiempo olvidarían sus verdaderos nombres, el rostro de sus padres, sus hermanos, los juegos y las travesuras en la toldería”, observan sus autores.
Entienden que “la sociedad toda pareció olvidarse de ellos y su destino. No obstante, más de un siglo después, volvimos a saber de ellos gracias a las cédulas”. Para Bustos “este trabajo sucio” guarda muchas similitudes con lo acontecido en la última dictadura militar y el robo de bebés.
La Campaña al desierto
Entre los años 1878 y 1885 el Estado argentino desarrolló un conjunto de operaciones militares concebidas por el general Julio A. Roca. Bustos y Dam confirman que “las tribus patagónicas y las del sur de Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires, fueron arrasadas” y “las que no opusieron resistencia a la avanzada militar, en general, fueron desplazadas a tierras lejanas e inhóspitas. Las rebeldes fueron minuciosamente desarticuladas”.
En este punto, destacaron a Aristóbulo del Valle, quien se desempeñó como senador nacional por el Partido Autonomista (1876-1890), fue cofundador de la Unión Cívica Radical (1889) y amigo de Leandro Alem, fue quien acuñó la frase: “botín de guerra” para los vencedores.
El abogado y docente denunció que “los hombres fueron repartidos en obrajes y haciendas en los cuatro puntos cardinales; las mujeres prostituidas o entregadas en servidumbre de las familias porteñas y los niños asignados a familias como servidumbre doméstica”.
Artículo completo en: https://www.rionegro.com.ar/ninos-esclavos-el-botin-de-guerra-despues-de-la-campana-al-desierto-1179692/