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FILÓSOFOS DE LA NATURALEZA

Posted by on 1 abril, 2020
filosofos de la naturaleza

A los primeros filósofos de Grecia se les suele llamar «filósofos de la naturaleza» porque, ante todo, se interesaban por la naturaleza y por sus procesos.

Los primeros filósofos tenían en común la creencia de que existía una materia primaria, que era el origen de todos los cambios. De esta manera, la filosofía se independizó de la religión.
Podemos decir que los filósofos de la naturaleza dieron los primeros pasos hacia una manera científica de pensar, desencadenando todas las ciencias naturales posteriores.

El primer filósofo del que oímos hablar es Tales, (-585) de la colonia de Mileto, en Asia Menor. Él no utilizará ningún argumento sobrenatural para responder sus preguntas. Y, ¿que se preguntaba? Simplemente Tales se pregunta que son las cosas. Y contesta con una respuesta que podría parecer extraña: el agua es el origen de todas las cosas… Aristóteles conjeturaba que este razonamiento pudo haberse basado en que los fenómenos fundamentales de la vida -digestión, reproducción- se realizan en un medio húmedo; por tanto, según la inferencia analógica, Tales habría concluido que es la humedad, es decir, el agua, de donde se han generado todas las cosas (1). Con Tales nace el pensamiento racional y pasa a ser el primer filósofo porque intenta explicar la realidad en términos exclusivamente conceptuales.

Anaximandro, que también vivió en Mileto. Pensaba que nuestro mundo simplemente es uno de los muchos mundos que nacen y perecen en algo que él llamó «lo Indefinido». Un tercer filósofo de Mileto fue Anaxímenes (aprox. 570-526 a. de C.) que opinaba que el origen de todo era el aire o la niebla.

Los tres filósofos de Mileto pensaban que tenía que haber una -y quizás sólo una- materia primaria de la que estaba hecho todo lo demás.

¿Pero cómo era posible que una materia se alterara de repente para convertirse en algo completamente distinto? A este problema lo podemos llamar problema del cambio.

Desde aproximadamente el año 500 a. de C. vivieron unos filósofos en la colonia griega de Elea en el sur de Italia, y estos eleatos se preocuparon por cuestiones de ese tipo. El más conocido era Parménides (aprox. 510-470 a. de C). Parménides pensaba que todo lo que hay ha existido siempre, lo que era una idea muy corriente entre los griegos. Daban más o menos por sentado que todo lo que existe en el mundo es eterno. Nada puede surgir de la nada, pensaba Parménides. Y algo que existe, tampoco se puede convertir en nada. Pero Parménides fue más lejos que la mayoría. Pensaba que ningún verdadero cambio era posible.

No hay nada que se pueda convertir en algo diferente a lo que es exactamente.. Con los sentidos observaba cómo cambiaban las cosas, pero esto no concordaba con lo que le decía la razón. No obstante, cuando se vio forzado a elegir entre fiarse de sus sentidos o de su razón, optó por la razón. Esta fuerte fe en la razón humana se llama racionalismo. Un racionalista es el que tiene una gran fe en la razón de las personas como fuente de sus conocimientos sobre el mundo.

Al mismo tiempo que Parménides, vivió Heráclito (aprox. 540-480 a. de C.) de Éfeso en Asia Menor. Él pensaba que precisamente los cambios constantes eran los rasgos más básicos de la naturaleza. Podríamos decir que Heráclito tenía más fe en lo que le decían sus sentidos que Parménides.
-Todo fluye», dijo Heráclito. Todo está en movimiento y nada dura eternamente.

Por eso no podemos «descender dos veces al mismo río», pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni yo ni el río somos los mismos. Heráclito también señaló el hecho de que el mundo está caracterizado por constantes contradicciones. Si no estuviéramos nunca enfermos, no entenderíamos lo que significa estar sano. Si no tuviéramos nunca hambre, no sabríamos apreciar estar saciados. Si no hubiera nunca guerra, no sabríamos valorar la paz, y si no hubiera nunca invierno, no nos daríamos cuenta de la primavera.

Parménides dice: a) que nada puede cambiar y b) que las sensaciones, por lo tanto, no son de fiar.
Por el contrario, Heráclito dice:a) que todo cambia (todo fluye) y b) que las sensaciones son de fiar

Empédocles (494-434 a. d C.) de Sicilia sería el que lograra salir de los enredos en los que se había metido la filosofía. Opinaba que, tanto Parménides como Heráclito, tenían razón en una de sus afirmaciones, pero que los dos se equivocaban en una cosa.

Empédocles pensaba que el gran desacuerdo se debía a que los filósofos habían dado por sentado (error esencial en Parméndides) que había un solo elemento.

Empédocles pensaba que la naturaleza tiene en total cuatro elementos o «raíces», como él los llama. Llamó a esas cuatro raíces tierra, aire, fuego y agua. En realidad, no hay nada que cambie, lo que ocurre es, simplemente, que cuatro elementos diferentes se mezclan y se separan, para luego volver a mezclarse.
Empédocles señala, como hemos visto, que los cambios en la naturaleza se deben a que las cuatro raíces se mezclan y se vuelven a separar. Pero queda algo por explicar. ¿Cuál es la causa por la que los elementos se unen para dar lugar a una nueva vida? ¿Y por qué vuelve a disolverse «la mezcla», por ejemplo, una flor?
Empédocles pensaba que tenía que haber dos fuerzas que actuasen en la naturaleza. Las llamó «amor» y «odio». Lo que une las cosas es «el amor», y lo que las separa, es «el odio».

Otro filósofo que no se contentaba con la teoría de que un solo elemento -por ejemplo el agua- pudiera convertirse en todo lo que vemos en la naturaleza, fue Anaxágoras (500-428 a. de C). Anaxágoras opinaba que la naturaleza está hecha de muchas piezas minúsculas, invisibles para el ojo. Todo puede dividirse en algo todavía más pequeño, pero incluso en las piezas más pequeñas, hay algo de todo. A esas «partes mínimas» que contienen «algo de todo», Anaxágoras las llamaba «gérmenes» o   «semillas».

Recordemos que para Empédocles era «el amor» lo que unía las partes en cuerpos enteros. También Anaxágoras se imaginaba una especie de fuerza que «pone orden» y crea animales y humanos, flores y árboles. A esta fuerza la llamó espíritu o entendimiento (nous).

Demócrito (aprox. 460-370 a. de C.)  venía de la ciudad costera de Abdera, al norte del mar Egeo. Demócrito estaba de acuerdo con sus predecesores en que los cambios en la naturaleza no se debían a que las cosas realmente «cambiaran». Suponía, por lo tanto, que todo tenía que estar construido por unas piececitas pequeñas e invisibles, cada una de ellas eterna e inalterable.
A estas piezas más pequeñas Demócrito las llamó átomos. La palabra «átomo» significa «indivisible». Era importante para Demócrito poder afirmar que eso de lo que todo está hecho no podía dividirse en partes más pequeñas.

Demócrito no contaba con ninguna fuerza» o «espíritu» que interviniera en los procesos de la naturaleza. Lo único que existe son los átomos y el espacio vacío, pensaba. Ya que no creía en nada más que en lo material, le llamamos materialista.

Demócrito puso temporalmente fin a la filosofía griega de la naturaleza. Estaba de acuerdo con Heráclito en que todo en la naturaleza «fluye». Las formas van y vienen. Pero detrás de todo lo que fluye, se encuentran algunas cosas eternas e inalterables que no fluyen. A estas cosas es a lo que Demócrito llamó átomos.

(1) Bertrand Russell (1872/1970) observaba que el átomo más simple, y en ese sentido, base de los demás, el el átomo de Hidrógeno (1 protón y 1 electrón), el cual constituye las dos terceras partes del agua. Tales se habría equivocado por poco.

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