por el Prof. Alejandro H. Justiparán
La cuestión nacional ocupó el escenario de debate en el IV Congreso convocado en Londres en 1896, en el marco de la II Internacional. ¿Sería una Polonia independiente uno de los objetivos primordiales del movimiento proletario? Más allá de la toma de posición a la que se vio obligado adoptar el socialismo, la “cuestión polaca” señaló el momento propicio para iniciar una necesaria revisión del dogma marxista.[1]
Los principales teóricos marxistas –Bernstein, Kautsky, Liebknecht, Adler y Luxemburgo, entre otros- formarán parte de la evolución del pensamiento doctrinario ante la inmediatez de la coyuntura y la evolución del capitalismo hacia el imperialismo. Entre ellos, destacará la posición adoptada por la dirigente polaca. ¿Cuál será su postura? Rosa Luxemburgo, sostendrá que el derecho de las naciones a su autodeterminación sólo podrá llevarse adelante realizando los principios del socialismo internacional y alcanzando sus objetivos últimos.[2] Focaliza el debate en fines concretos, enmarcándolos en la lucha de clases del proletariado.
Según su análisis, la cuestión nacional deja de ser un asunto prioritario frente a cuestiones de fondo que deben ser antes resueltas, como la lucha proletaria. El reclamo planteado como tal, no es sino una generalización más de una clase burguesa que de tanto en tanto las expresa como verdades universales sin considerar las condiciones históricas dadas. El socialismo –en palabras de Luxemburgo- no debe apartarse de las premisas del materialismo histórico, atendiendo cada problema bajo las circunstancias concretas del caso.[3] Las valoraciones y la posición de los socialistas no debe ser frente a la cuestión nacional de manera general o conceptual, como si se tratara de expresiones como “libertad”, “igualdad” o “democracia”. No merece la misma mirada el caso polaco que el plurinacionalismo del Imperio Austrohúngaro, o la cuestión oriental. Cada caso, cada situación debe ser tratada en su contexto, en función de las condiciones históricas y materiales que atraviesa. Esto explica, por ejemplo, las diferentes posturas que sostuvieron Marx y Engels frente a casos en apariencia similares.
De hecho, si dichas condiciones cambiaran, la postura adoptada también seguiría la misma evolución, como ocurrió con la socialdemocracia cuando –a contrario de lo manifestado por Marx- apoyó a las manifestaciones de los pueblos oprimidos por el Imperio Turco cuando el desarrollo político y económico así lo señalaban. Luxemburgo justifica estos cambios de postura al sostener que Marx y Engels no se basaban en fórmulas abstractas sino en problemas reales de casos concretos.[4] Eran opciones válidas para esas condiciones, las que se vieron modificadas hacia fines del siglo XIX, especialmente a partir del ciclo revolucionario de 1848.
¿Por qué sería más importante el derecho a la autodeterminación de una nación que el derecho del obrero a la independencia económica? Todo derecho que se obtenga dentro del sistema capitalista es en realidad condición necesaria para la supervivencia del propio sistema. Si la vigencia del capitalismo no es cuestionada ni combatida, todas las reivindicaciones trastocaran en frases huecas carentes de sentido. Por esa razón, las cuestiones nacionales dentro del sistema capitalista son meras utopías, inviables de concretizarse, y si aun así lo lograran, lo harán en función de la perpetuidad y permanencia del sistema que dicen combatir, lo obtendrán debido a la tendencia del desarrollo histórico de dichas sociedades.[5]
La audacia de la postura de Luxemburgo, obliga entonces a repensar el credo marxista, a terminar con la “absolutización de las tradiciones” que elevaron a la categoría de dogma a las apreciaciones circunstanciales de los padres fundadores del marxismo.[6] Su axioma general se fundamenta en que son las posiciones de clase y no las posiciones nacionales las que constituyen el fundamento del socialismo. El objetivo final, el más importante es el de la lucha proletaria, todas las demás consignas –incluida la de la cuestión nacional- deben supeditarse a la anterior, a las exigencias de la lucha de clases. El interés del proletariado es el que debe primar, por sobre todos los demás. “La socialdemocracia está llamada a realizar no el derecho de las naciones a la autodeterminación, sino solamente el derecho de la clase trabajadora, explotada y oprimida, a la autodeterminación”.[7]
La discusión no quedará cerrada, inclusive Lenin se pronunciará al respecto –como ya hemos visto- criticando la postura de la dirigente polaca. Pero claramente a partir de entonces la cuestión nacional obligó a la dirigencia socialista no sólo a manifestarse al respecto, sino también a reformular sus dogmas establecidos, y en eso tuvo un gran mérito Rosa de Luxemburgo.
Bibliografía
- Luxemburg, Rosa, La cuestión nacional y la autonomía. El derecho a las naciones a la autodetermianción, 1908, versión UNTreF Virtual.
- Haupt, Georges, Rosa Luxemburgo y la cuestión nacional. En Cuadernos políticos, número 21, México D.F, 1979. Editorial Era.
[1] Haupt (1979), pág.4.
[2] Luxemburgo (1908). Versión UNTreF virtual, pág.4.
[3] Ibidem, pág.6.
[4] Ibídem, pág.8.
[5] Ibídem, pág.11
[6] Haupt, op.Cit. pág.8.
[7] Luxemburgo, op. Cit. Pág.18.