por el Prof. Alejandro H. Justiparán
Otto Hintze (1861/1940), historiador y catedrático de origen prusiano, en su obra Alemania y la Guerra Europea, desgrana las causas que originaron la Primera Guerra Mundial introduciendo al lector acerca de la relación establecida por su país en el sistema político universal. Imbuido en la corriente alemana del determinismo geográfico de fines del siglo XIX y principios del XX, Hintze, considera que en el extranjero se desconoce el carácter político alemán, motivo por el cual es juzgada de manera errónea.
Sostiene que las necesidades políticas alemanas están subordinadas a su situación geográfica y a su posición en el sistema de los Estados europeos.[1] Cinco grandes potencias se agrupan en una extensión reducida, provocándose así una delicada tensión en sus relaciones, establecidas a partir de un delicado y frágil equilibrio. Así, la carrera armamentística, la llamada “Paz armada” desatada en los años previos a la “Gran Guerra”, obedeció al sostenimiento de la seguridad, riqueza y cultura nacional de los países involucrados, bajo la amenaza constante de un desenlace bélico provocado por fuertes rivalidades militares y económicas.[2]
A diferencia de Francia y Rusia, Alemania tiene dos frentes que defender, en el Este y en el Oeste. Esta ubicación la obliga, casi naturalmente, por un lado, a entablar y sostener una alianza con el Imperio Austro Húngaro; mientras que por el otro, a asumir una postura eficazmente defensiva, de lo cual resulta una peligrosa debilidad. El condicionamiento geográfico modela también el espíritu de las instituciones internas, en un país en el que la autoridad monárquica y militar van de la mano, y donde los conceptos de libertad política son muy diferentes al resto de Europa. Este determinismo geográfico al que recurre el autor, lo lleva a sostener que “la suma de libertades políticas dentro de un país ha de ser inversamente proporcional a la presión militar que pese sobre las fronteras del Estado” [3]. Ergo, la ubicación geográfica determina que Alemania sea un país monárquico, militarizado y con una estrategia defensiva. La geografía “ha trazado nuestro destino político e histórico”.[4]
La peculiaridad del Estado alemán incluye el hecho que sus fronteras no coinciden con las del pueblo alemán ni con los de su lengua; en algunos puntos no las alcanza, en otros las supera.[5] La pérdida de la Austria germánica y la incorporación de Alsacia-Lorena y de Posen y la Silesia Superior, no hacen más que tensionar aún más el delicado equilibrio de relaciones internacionales tan dificultosamente alcanzado. Así, mientras la anexión de territorio francés obedeció a la necesidad militar alemana de constituir una frontera natural, la cuestión polaca es el único problema nacional irresuelto para los prusianos.[6]
El equilibrio europeo, basado en la idea de la autonomía de los pueblos, es constantemente amenazado por la política exterior inglesa, orientada a combatir a la potencia más fuerte del continente, ayudada por las más débiles.[7] La expansión imperialista ha vigorizado el espíritu de la competencia económica y de la rivalidad política, a punto tal que amenaza el principio de la igualdad de los Estados que rigió el viejo concierto europeo. La pretendida hegemonía inglesa, apoyada en su supremacía marítima, limita la independencia y la autonomía de las demás potencias, especialmente la del Imperio alemán.[8]
Alemania había ingresado tarde a la ocupación de los territorios coloniales. La estrategia de Bismarck se había orientado a consolidar la política interna, para luego asegurar sus fronteras conformando la Triple Alianza y el contraseguro con Rusia en 1884. Una vez alcanzado estos objetivos, inició el camino de una política colonial, llegando tarde al reparto. Sólo puede entenderse esta estrategia considerando el carácter peculiar del caso alemán, carente de bases naturales de operaciones e imposibilitado de extender su esfera de acción sin amenazar a las potencias periféricas provocando el peligro de una guerra universal.[9]
En este contexto, la carrera armamentista resultó inevitable, al igual que la necesidad alemana de tomar parte del reparto del mundo. El ingreso germano a la Gran Guerra no obedeció únicamente a la presión interna de militares y pangermanistas, ni a un aislamiento económico y político al que habría sido arrastrado por la presión inglesa. En palabras de Hintze, “no podíamos ir a la guerra más que cuando se nos provocara”[10], y esto resulta inevitable en cuanto ingleses y rusos veían a la posición internacional alemana como un obstáculo al que había que apartar. Tras el atentado de Sarajevo, las condiciones estaban dadas para que el conflicto se desencadenara. El militarismo exacerbado la presión pangermanista, la nunca renunciada pretensión francesa sobre Alsacia y Lorena[11] y la competencia colonial, la debilitada relación con Rusia -Inglaterra mediante- desde 1876, fueron el corolario de una confrontación inevitable. La primera Guerra mundial era un hecho y el cambio de orientación de la política alemana tras Bismarck la hicieron posible.
El imperialismo alemán fue un obstáculo insalvable para el imperialismo británico, resultaba imposible un escenario en el que Alemania cediera a los deseos de la hegemonía inglesa[12], así, las cartas estaban echadas.
[1] Hintze, 1916, Tomo I, parte I, 1.
[2] Ibídem, 1.
[3] Ibídem, 2.
[4] Ibídem, 4.
[5] Ibidem, 7.
[6] Ibidem, 8.
[7] Hintze, 1916, Tomo I, parte II, 1.
[8] Ibidem, 2.
[9] Ibidem, 3.
[10] Ibidem, 9.
[11] Hintze, 1916, Tomo I, parte III, 1.
[12] Ibídem, 7.
Imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Primera_Guerra_Mundial
BIBLIOGRAFÍA
HINTZE, Otto, “Alemania y el sistema político universal: I- La formación política de Alemania en la historia, II- Carácter de la política Internacional alemana en contraposición al imperialismo de sus enemigos, III- Las relaciones internacionales de Alemania desde 1871”, en Alemania y la guerra europea, Barcelona, Gustavo Gili editor, 1916, Versión UNTREF virtual.