En el trabajo anterior, realicé un recorrido por los principales procesos políticos acaecidos hasta fines del siglo XIX, en un intento de descripción de la situación latinoamericana antes de las guerras mundiales. En esta segunda entrega, desarrollaré las matrices económicas.
El pacto neocolonial comienza en América Latina, aproximadamente en 1880 y finaliza en 1930. En lo económico se caracteriza fundamentalmente por la incorporación de los estados americanos al mercado mundial como proveedores de materias primas para los países industrializados.
En lo político está caracterizado por la incorporación de Estados Unidos como potencia mundial dentro del orden multipolar, y en América Latina por el proceso de democratización vinculado a los cambios sufridos por las clases altas en relación al poder. De esta manera tenemos:
- La lucha en América Latina entre las viejas potencias europeas y EE-UU por imponer su influencia en el lugar.
- El paso de la dependencia mercantil a la financiera, sustentada sobre la dependencia política o la acción militar directa.
Las causas de la nueva dependencia de los Estados americanos se vinculan, según Halperín Donghi, con la relación entre el poder económico y el poder político, donde las clases altas representadas en su mayoría por oligarquías terratenientes, se incorporan a la economía mundial como estados monoproductores de materias primas, en cuyo proceso el mayor enriquecimiento se da en la comercialización, es decir, por parte de los capitales extranjeros dueños de las transformaciones técnicas (ferrocarriles, frigoríficos, silos e ingenios), formando una estructura financiera que produciría:
- El debilitamiento de las clases altas terratenientes locales.
- El surgimiento de las clases medias urbanas.
- El surgimiento de los reclamos de la clase trabajadora de la economía moderna.
Paralelamente, encontramos a EE-UU como gendarme de las relaciones financieras del neocolonialismo, fundamentando su intervencionismo a través de la Doctrina Monroe, garantizando el cumplimiento de los compromisos económicos por parte de los estados americanos mediante el uso de la fuerza.
En un segundo momento, la institucionalización de las relaciones entre EE-UU y América Latina se produce tras las guerras mundiales, con la formación de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que plantea el pacto regional basado en una “supuesta” igualdad entre los estados integrantes.
El proyecto panamericano de los EE-UU se encontraría con la resistencia por parte de algunos estados, donde los vínculos comerciales con las viejas metrópolis aún se hallaban presentes, desde la fórmula norteamericana de “América para los americanos”, se opondría la de “América para la humanidad”, reflejando la oposición al avance hegemónico estadounidense.
La política de los EE-UU tenía su núcleo militar y financiero en el Caribe y Centroamérica, extendiendo gradualmente su influencia económica hacia el sur tras la 1ª Guerra Mundial, como lo verifica el reemplazo del ferrocarril por el automóvil, asegurándose nuevos mercados.
Otra característica importante en este proceso, es la ampliación en la última década del siglo XIX, de los sectores políticamente activos, opuestos al sector oligárquico tradicional. De este proceso de democratización política, surgirían movimientos revolucionarios y más tarde soluciones autoritarias.
La crisis de 1930 impone el fin de una expansión económica basada en los ciclos locales, propios del avance de la división del trabajo intercontinental y de los avances industriales y técnicos como el transporte y la difusión del motor a explosión.
En la próxima entrega veremos el impacto del capitalismo industrial y el auge de las economías de exportación.