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MAYO de 1810 y la «MASCARA de FERNANDO».

Posted by on 6 septiembre, 2022

He recorrido los acontecimientos de Mayo de 1810 a través de la mirada de diferentes historiadores. Nos preguntamos si podemos hablar de un hecho revolucionario, y tratamos de identificar sus causas. Ahora bien, ¿qué ocurrió en Buenos Aires a partir de la llegada de la noticia de la caída de la Junta de Sevilla? ¿Cuáles son las interpretaciones de la fidelidad sostenida al monarca español? Recorramos diferentes puntos de vista. Comenzaremos por la historiografía liberal.

Fernando VII, monarca español

Ricardo Levene, narra en forma muy puntillosa y detallada los sucesos, día por día, presentando documentos y no permitiéndose profundos análisis. Así vemos que la nueva caída de la Junta Central, recibida en Montevideo el 13 de Mayo, llega a conocimiento del virrey en la mañana del 17. Cisneros contesta al gobernador de Montevideo que no conviene reservar en absoluto la noticia, y sí darla a conocer al público en forma arreglada. En el manifiesto del 18 de Mayo, el virrey propone reunir las representaciones de esta capital con las de las provincias. Este documento ha sido interpretado de diversos modos, en él, luego de explicar la situación en que se encontraba la metrópoli, el virrey espera que en la América española subsistirá el trono de los Reyes católicos, en el caso de que sucumbiera accidentalmente en la península.

Evidentemente Cisneros quería ganar tiempo, tratando a la vez, de evitar “toda manifestación popular” y la convocatoria a un cabildo abierto. No va a poder evitarlo. En este punto, los autores que responden a esta corriente, difieren en cuanto al protagonismo de los actores. Para Levene, los patriotas reunidos en la casa de Martín Rodríguez el día 18, y en la casa de Rodríguez Peña al día siguiente, encomiendan a Saavedra y a Belgrano, que se reúnan con el alcalde de primer voto, Juan José Lezica, pidiendo la adhesión del cabildo a un congreso general. Ernesto Palacio nombra a “los vecinos apoyados por los jefes militares.” Y de Gandía dice que es el propio virrey quien llama al pueblo y lo invita a un Congreso para resolver su destino, “Los historiadores que buscan autores del 22 y 25 de Mayo no se dan cuenta que el único autor fue el virrey Cisneros y que la idea de la Junta fue de Alzaga.”

Más allá de las diferencias, a todos estos autores los une la necesidad de buscar protagonistas en los cuales apoyar el peso de los acontecimientos. Los hombres son los hacedores, los causantes a través de sus actitudes, de los hechos acaecidos.

La Junta de gobierno nombrada el día 23, es, para Busaniche, una maniobra que revelaba propósitos ocultos y contrarios a lo acordado al Cabildo Abierto. En el mismo sentido, Levene sostiene que de la reunión del día 20 entre Cisneros, Lezica y Villota, surgió el plan contrarrevolucionario. Todos coinciden en el malestar popular, fruto de la designación del virrey como presidente de la Junta. Todos menos de Gandía, quien desde su revisión de la historia argentina, afirma que el resultado del Cabildo abierto del 22 fue del pleno agrado popular; “pero el club que se reunía en la casa de don Nicolás Rodríguez Peña creyó necesario deshacer lo hecho, convocar nuevamente al pueblo y obtener del Cabildo se prestase a reconsiderar ante otra reunión popular la sanción   de la víspera”.[1]

Atrás habían quedado las imágenes de un debate largo y por momentos confuso, del que no ha quedado una versión fidedigna, de manera que ha sido reconstruido sobre los recuerdos de los asistentes. La opinión conservadora fue sostenida por el obispo Lue y el fiscal Villota; la renovadora por Paso y Castelli. El virrey debía cesar en el mando y el Cabildo debía designar una junta para substituirlo.

“Hubo primero estupor y después indignación. Se convocó una reunión en casa de don Nicolás Rodríguez Peña, en la que el grupo que ya empezaba a llamarse patriota definió posiciones (…), el Cabildo se vio obligado a ceder ante la agitación del vecindario y la presión de los jefes militares”[2].

Tulio Halperin Donghi, desde otro espacio historiográfico, sostiene que la amenaza de usar la fuerza de las milicias fue el elemento decisivo. Y se pregunta: “¿Basta esto para negar, como gusta hacerlo más de un historiador, el carácter popular de la revolución que comenzaba y asimilarla entonces a las revoluciones militares que no iban a escasear en el futuro?”. Para el autor, este problema acerca del carácter revolucionario, no ha sido resuelto aún. Sin duda, el apoyo militar, fue imprescindible en la realización de esta gesta. Saavedra no apoya el levantamiento contra Liniers del 1º de enero de 1809 y este fracasa. Apoya en cambio, a la solicitud del cabildo abierto y este se produce. Negar su injerencia en estos hechos nos parece un error. Al no poder asegurarse el concurso popular, debía asegurarse el apoyo militar.

El 25 de Mayo, acudió mucha gente al edificio del ayuntamiento para pronunciarse en tono amenazante. El Cabildo convocó a los comandantes de tropas, quienes confirmaron la necesidad de exigir la renuncia del virrey, y de elegir nueva junta. Derrotado, el virrey accedió. Aquí, Busaniche encuentra  una situación verdaderamente revolucionaria, cuando aquella parte de la población que se atribuía la representación del pueblo, y que se denominaba a sí misma el pueblo, impuso al cabildo una lista con los nombres de las personas que debían formar la junta. El cabildo acató la imposición, y desde aquel instante, cesó de hecho la dominación española en el Río de la Plata.

Pero el nuevo gobierno, que había destituido al virrey, se había comprometido a gobernar a nombre de Fernando VII. Todos los autores consultados, desde los liberales hasta los que responden al materialismo histórico, coinciden en definir a este gesto, como al  disfraz adoptado por la Revolución. Indican que las conveniencias políticas le aconsejaron encubrir bajo esta forma al pensamiento fundamental (Levene). O indican al hecho como una indicación de las autoridades inglesas, que mal podían incitar a la independencia (Busaniche). En desacuerdo, de Gandía, sostiene que aquellos hombres juraron fidelidad a Fernando VII porque no concebían otro ideal en aquellos momentos, niega así, la teoría de “la Máscara”.

En líneas generales, hemos podido observar, como los autores liberales tradicionales, y aquellos que, dentro de la misma tradición, pero revisionistas, hacen hincapié en los actores y en sus acciones. Nos narran una historia documentada y ordenada cronológicamente, donde la discusión se da en el campo exclusivamente de las ideas. Las confrontaciones son entre absolutistas y liberales, defensores de las Juntas contra partidarios del Consejo de Regencia, nos privan de un análisis social y económico, que sin duda enriquecería nuestro conocimiento. Esto no significa negar estas teorías, sólo nos parece que estamos ante sólo un aspecto de los hechos.

Así, negar el enfrentamiento entre monopolistas y librecambistas, o no ver el conflicto social subyacente, nos parece errado. Entendemos que la gesta de Mayo, y a partir de allí la idea de independencia, responde a intereses económicos, políticos y sociales, que reconoce antecedentes y causas, tanto internas como externas. No estamos de acuerdo con la versión catastrofista de autores como de Gandia que sostienen que la semana de Mayo fue un acto espontáneo, inimaginable el día anterior. Creemos en los procesos históricos, en sus múltiples causas y consecuencias

[1] ENRIQUE DE GANDÍA, La revisión de la historia argentina, Página 77.

[2] ERNESTO PALACIO, “Historia de la Argentina, 1515-1835”. Tomo 1, “Segregación y guerras por la independencia”, página 181.

IMAGEN: De Vicente López Portaña – [1][2][3], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7952601

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