Esto solía decir Napoleón cuando recordaba la batalla de Bailén, efectuada durante la ocupación francesa en España. Como es sabido, Bailén es una pequeña población de la provincia de Jaén, y a pesar de estar formadas sus tropas por gente del pueblo con poca preparación militar, provocó la capitulación de 22.000 franceses, siendo los héroes de aquella victoria los generales Castaños y Reding. Recordemos también, que en la batalla de Bailén (1808) y en la de Albuera (1811) se batió con arrojo don José de San Martín, mereciendo ser ascendido a teniente coronel y condecorado con medalla de oro.
En 1808 la invasión fue hecha posible por una Familia Real indecorosa y egoísta y por unos gobernantes e intelectuales en gran medida ajenos a la realidad del pueblo español. Mientras la gente moría en las calles y en los campos en nombre de Fernando VII, de la patria y de la fe, Napoleón había recibido en Bayona la corona de Carlos IV y del mismo Fernando VII, mucho más preocupados por su comodidad, sus riquezas y su futuro que por sus súbditos. La gente no supo nada de esto a tiempo, pero los Borbones en su conjunto quedaron retratados en aquellas jornadas de bajezas sin cuento. Fernando VII y su hermano el infante Carlos María Isidro vivieron los años siguientes en un palacio francés, de espaldas a los enormes sacrificios que hicieron posibles la victoria de España y la continuidad de la dinastía. En julio de 2008, se cumplieron 200 años de la batalla, y en esa ocasión, la casa real española decidió no participar de los festejos. Quizás el triste papel cumplido por los Borbones hace dos siglos, provoque esta indiferencia en sus descendientes.