por el Prof. Alejandro H. Justiparán
La identidad nacional surge como una nueva identidad colectiva en la segunda mitad del siglo XIX, estableciendo una relación directa entre territorio, unidad, organización política e identidad. Las naciones debían surgir en comunidades que tuvieran en común determinados rasgos, tales como una identidad cultural, un espacio geográfico compartido, uniformidad étnica y lingüística y la certeza de tener un pasado en común, una historia.
A pesar de lo sostenido por los nacionalistas, estos rasgos compartidos no existían en ninguna unidad territorial europea del siglo XIX, sólo la consolidación de Estados modernos e industrializados contribuirán a difundir ideas, valores y lenguas en la población.
Los países europeos que lograron en este período la unificación política, debieron construir ciudadanos. Las herramientas fundamentales utilizadas fueron la escuela y el ejército. Mientras la escuela educaba a las nuevas generaciones en una lengua considerada nacional (dejando de lado el uso de dialectos regionales), la prensa y la literatura consolidaban su uso, evitando el uso de dialectos. Allí donde la escuela no llegaba, el principal instrumento para crear ciudadanos era entonces el ejército. Así, poco a poco, la acción sostenida y constante de los Estados lograron construir rápidamente una conciencia nacional donde no la había.
Otras herramientas utilizadas fueron la participación popular en la mística nacional, a través de ritos, mitos, fiestas y símbolos. Las banderas, las canciones patrias, la celebración de las fiestas nacionales, los monumentos, los nombres de calles y plazas eran utilizados para anclar los mitos y símbolos nacionales en la conciencia del pueblo.
En Latinoamérica, el proceso llevado a cabo por los nacientes estados fue similar, como resultado de los procesos de organización y unificación de Estados centralizados modernos.
En el caso argentino, la construcción de una «Historia nacional» dio forma a una versión oficial de la Historia. Para la elite dirigente los trabajos históricos de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López establecían para la memoria colectiva las acciones de los «próceres» fundadores de la «nacionalidad argentina». Sobre esta base, la versión oficial estableció que la Nación argentina había nacido como obra de las clases ilustradas que habían logrado imponer un sistema de formas institucionales propias de las naciones «más civilizadas» de la época.
Para Mitre y para López (1), la «Nación argentina» existía desde tiempos coloniales y se había ido desarrollando desde 1810 orientada por los principios liberales, sometiendo a las fuerzas sociales rebeldes dentro de los marcos institucionales. en cada época de la historia, era necesaria la guía de los hombres de principios liberales para realizar los cambios políticos que aseguraran el progreso. Esa era la misión que se atribuyeron los constituyentes de 1853, los vencedores de Pavón de 1862 y los gobernantes de 1880 en adelante.
Les comparto el siguiente texto de Ernest Gellner:
El nacionalismo – el principio que predica que la base de la vida política ha de estar en la existencia de unidades culturales homogéneas y que debe existir obligatoriamente unidad cultural entre gobernantes y gobernados -no es algo natural, no está en el corazón de los hombres y tampoco está inscripto en las condiciones previas de la vida social; tales aseveraciones son una falsedad que la doctrina nacional ha conseguido hacer pasar por evidencia. Sin embargo, como fenómeno -y no como doctrina presentad por los nacionalistas-, el nacionalismo es inherente a cierto conjunto de condiciones sociales; y estas condiciones son las de nuestro tiempo.
(1) Mitre publico su Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana en 1887, y la cuarta y definitiva edición de Historia de Belgrano y de la independencia argentina en 1893. Vicente Fidel López dio a conocer su ultimo tomo de la Historia de la República argentina, su origen evolución y desarrollo hasta 1852.
Bibliografia consultada: Historia 4, el período de entreguerras, Estrada secundaria, Buenos Aires, 2011.