No era el mejor de los momentos el que estaba atravesando el Protector del Perú, el General José de San Martín, cuando concurrió a entrevistarse en Guayaquil con Simón Bolívar. Sus ideas monárquicas no lograban el consenso adecuado, su administración era puesta en duda, las tropas realistas aún no habían sido derrotadas y las dirigencias dominantes en Santiago de Chile y en Buenos Aires lo miraban con recelo. En el territorio nacional sólo contaba con el apoyo de los caudillos del Litoral y del líder cordobés Juan Bautista Bustos, pero su idea de un Congreso soberano que eligiera una autoridad nacional tras Caseros –y que fuera acordada en el Tratado de Benegas, sería boicoteada a instancias del Ministro Bernardino Rivadavia en la firma del Tratado del Cuadrilátero, que pospone dicho encuentro.
Sin el apoyo de Buenos Aires, el general parte al encuentro de Bolívar en inferioridad de condiciones, pero con la certeza de que sólo uniendo fuerzas con él, se podrá expulsar a los españoles de suelo americano. Previo a dicha reunión, lo pondrá de manifiesto de la siguiente manera:
“… voy a encontrar en Guayaquil al Libertador de Colombia; los intereses generales de ambos Estados, la enérgica terminación de la guerra que sostenemos y la estabilidad del destino a que con rapidez se acerca la América hacen nuestra entrevista necesaria, ya que el orden de los acontecimientos nos ha constituido en alto grado responsables del éxito de esta sublime empresa.”[1]
San Martín se embarcó en la goleta Macedonia para reunirse con Bolívar, la entrevista se llevaría a cabo en Guayaquil (Ecuador) los días 26 y 27 de julio de 1822[2]. Nos dice Felipe Pigna al respecto: “(…) Entre San Martín y Bolívar había diferencias políticas y militares. Se ha pretendido llenar de misterio la entrevista, cuando en realidad ha quedado bastante claro lo que pasó en aquellos memorables días. Básicamente había dos temas en discusión. Mientras San Martín era partidario de que cada pueblo decidiera con libertad su futuro, Bolívar, preocupado por el peligro de la anarquía, estaba interesado en controlar personalmente la evolución política de las nuevas repúblicas. El otro tema polémico era quién conduciría el nuevo ejército libertador que resultaría de la unión de las tropas comandadas por ambos. San Martín propuso que lo dirigiera Bolívar, pero éste dijo que nunca podría tener a un general de la calidad y la capacidad de San Martín como subordinado.”[3]
Patricia Pasquali sostiene que: “(…) cuestionado en su conducción militar por sus propios jefes, sin su tradicional base de apoyo argentino-chilena y con su respaldo político local en dramática merma. San Martín marchó al encuentro de Bolívar, descontando su vital colaboración. Su confianza en una desinteresada solidaridad hispanoamericana le restó realismo para prever que su desventajosa situación lo dejaba en posición subordinada.”[4]
Tras la asistencia al baile organizado por la municipalidad, San Martín volvió a embarcarse en la Macedonia, que en la madrugada del 28 inició su retorno hacia Lima, con sus expectativas defraudadas. Lo expresará en una carta a Bolivar, un mes después:
“Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa. Las razones que usted me expuso de que su delicadeza no le permitirá jamás mandarme y que aún en el cado de que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba seguro que el Congreso de Colombia no consentiría su separación de la República, permítame General le diga, no me han sido plausibles (…) en fín, general, mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado el primer Congreso del Perú y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando. Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo y es preciso conformarse (…) Nada diré a usted sobre la reunión de Guayaquil a la República de Colombia. Permítame, general, que le diga que no era a nosotros a quienes correspondía decidir. Concluida la guerra, los gobiernos respectivos lo hubieran transado, sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos Estados de Sud América.”[5]
Queda así más que claro lo que sucedió en Guayaquil, una vez más, los localismos y los personalismos se convertían en obstáculos para su plan continental. Partirá rumbo a Chile, donde permanecerá hasta enero de 1823, cuando se trasladará a Mendoza. Desde allí solicitará autorización para entrar en Buenos Aires y ver a su esposa que estaba gravemente enferma. Le será negada. Esa es otra historia.
Más información acerca de la entrevista, otras interpretaciones, consultar en: http://www.sanmartiniano.gov.ar/documentos/documento073.php
[1] INSTITUTO NACIONAL SANMARTINIANO, La conducta política del Gral. San Martín durante el Protectorado del Perú, tomo I, pág. 56. Decreto del Protector delegando el mando en Torre Tagle, Lima, 19 de enero de 1822.
[2] El 26 se produjo el desembarco, sucediéndose luego dos breves entrevistas, la primera en el alojamiento de San Martín y la segunda en la residencia de Bolivar.
[3] http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/era_de_rivadavia/la_entrevista_de_guayaquil_y_el_retiro_de_san_martin_de_la_vida_publica.php
[4] PASQUALI, Patricia, San Martín, la fuerza de la misión y la soledad de la gloria, Planeta, Bs. As., 1999, pág. 386.
[5] Carta citada en Pasquali, op. Cit., su contenido fue dado a conocer por primera vez por Gabriel Lafond de Lurcy en 1843. Puesta en duda por historiadores venezolanos, su confrontación con otros documentos y el estilo sanmartiniano la hace irrefutable.