por el Prof. Alejandro H. Justiparán
La expansión de las economías europeas durante el siglo XIX potenció y condicionó el desarrollo económico latinoamericano. En ese vínculo creado, la participación del capital extranjero jugó un rol clave, y como tal, promovió su estudio desde diferentes corrientes historiográficas e ideológicas. A los primeros análisis cuantitativos les siguieron las visiones antiimperialistas en sus vertientes nacionalista y marxista[1]. En Latinoamérica y en Argentina en particular, ¿Cuál era el papel del capital extranjero en el proceso de transformaciones? ¿Qué rol jugará el Estado en dicho proceso?
Nuestro país – organización política e institucional mediante- se incorpora al mercado mundial a través de la exportación de sus productos agropecuarios. Como contrapartida incrementará su capacidad de realizar pagos externos, facilitando la radicación de capitales extranjeros y el pago de servicios de la deuda contraída. Los capitales, en su mayoría británicos, propiciarán el desarrollo ferroviario, necesario para la implementación del modelo económico.[2]
Raúl Scalabrini Ortíz, desde la vertiente nacionalista, ubica a la creación de las empresas ferroviarias como a uno de los hitos del imperialismo británico en Argentina. Favorecidos por la intermediación y gestión diplomática de Londres, y bendecidos por las concesiones y facilidades aportadas por el Estado Nacional, las empresas británicas se hicieron cargo de los ferrocarriles con escasísimo aporte original de capital. Así, los capitales acumulados por estas empresas serán consecuencia de la capitalización del esfuerzo y la riqueza natural argentina. Para tener una idea de la dimensión de las ganancias acumuladas por los ferrocarriles, Scalabrini compara sus ingresos declarados con los correspondientes a las Rentas Generales de la Nación. Entre 1914 y 1918, durante la Primera Guerra Mundial, las entradas ferrocarrileras superan a las del Estado Nacional. ¿Por qué? Los peligros del mar, fruto del conflicto, encarecieron el transporte del carbón, trasladándose el aumento a las tarifas. Así, los argentinos pagamos los peligros del mar, enriquecimos a los capitales británicos y a su país de origen. Esta es una parte importante de la tesis de Scalabrini, quien intenta demostrar que la política británica en el Río de la Plata obedece a intereses imperialistas.[3]
Desde la vertiente liberal, el historiador británico, especializado en Historia económica de América Latina, Christopher Platt, afirma que Gran Bretaña nunca asumió un control formal en ningún país latinoamericano. Se aleja así de las teorías asociadas al concepto de imperialismo formal, sosteniendo que, en todo caso, lo que se llevó a cabo fue un imperialismo informal y un control de tipo financiero, comercial y administrativo llevado a cabo por individuos privados que operaron independientemente de la ayuda gubernamental. Para demostrarlo, desmenuza las diferentes esferas en la que el capital británico intervino decididamente. En el caso financiero, el más poderoso instrumento de control era la negación del crédito. El otorgamiento de una línea crediticia no obedecía a decisiones de índole política, sino a la más elemental lógica de mercado. Si los tiempos eran malos, nadie obtenía dinero.[4]
Contrariamente a la opinión instalada acerca de que existía un omnímodo poder monopólico extranjero en las comunicaciones, los servicios públicos y la exportación; Platt afirma que los capitales británicos debieron lidiar, por un lado, contra monopolios locales que se situaban en una posición más ventajosa y por el otro con las fluctuaciones del mercado mundial. Para el caso argentino cita a las exportaciones trigueras de los “Cuatro Grandes”, que además de contar con una notable influencia política directa, incluían en los contratos la llamada “Cláusula Calvo”, por la cual las empresas extranjeras renunciaban a todo tipo de intervención diplomática a excepción de ocurrir la más flagrante injusticia.[5]
Sin voz ni experiencia política local, subordinado a las leyes del mercado, blanco obvio de críticas en épocas de desastre, chivo expiatorio de cualquier irregularidad, el empresario extranjero sólo contaba con su indispensabilidad, la que también dependía del desarrollo alcanzado por sus competidores. Para completar este panorama de vulnerabilidad, Inglaterra, en nombre del libre comercio, no usaba la que hubiera sido su arma más poderosa: la manipulación de las tarifas.[6]
Quizás sea este, el tema de las tarifas, el que presenta mas diferencias entre ambas interpretaciones. Para Scalabrini los ferrocarriles -ejemplo por excelencia del comportamiento del capital británico- no sólo están libres de toda intervención fiscal, sino que la ley que reglamenta su ejercicio -ley 5315- no autoriza al gobierno a intervenir en la fijación de tarifas. Si el ferrocarril es el instrumento más poderoso de la hegemonía inglesa, las tarifas representan su arma más letal. Es a través de su manipulación que logran herir de muerte a la industria local. Así, para Scalabrini, “El ferrocarril extranjero es el instrumento del antiprogreso”.[7] Porque su construcción y administración no obedecen al estímulo de las industrias locales, sino de los intereses imperialistas.[8]
A modo de conclusión, y tratando de responder los interrogantes planteados al principio, observamos como las respuestas nunca son unívocas, sino que obedecen a diferentes argumentaciones metodológicas e ideológicas. Tratando de superar las antinomias planteadas en el informe, resulta muy clara la importancia del capital extranjero en el desarrollo económico argentino. Las inversiones facilitaron nuestra inserción en el mercado mundial como exportador de materias primas. El vínculo entonces no sólo existía, sino que era muy fuerte. Que sólo hayamos podido desarrollar esa faceta y no la industrial en el período, se relaciona con la falta de políticas oficiales destinadas a tal efecto, lo cual favoreció a las potencias industriales como Inglaterra. La supuesta vulnerabilidad y debilidad de los capitales británicos es muy discutible, habida cuenta del diseño de las redes ferroviarias y las facilidades otorgadas por los gobiernos oligárquicos, que sin duda alguna propiciaron su inserción en nuestra economía y la complementaron con la británica. El papel del Estado está más que claro. La elite gobernante -en muchos casos relacionada con los negocios agropecuarios- propició el arribo de los capitales extranjeros, y no ejerció su potestad de contralor, la que sin duda habría redundado en un desarrollo económico más integrado, más federal y más soberano.
BIBLIOGRAFÍA
- Ferrer, Aldo. La economía argentina. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 1963.
- La Scaleia, Luis. Seminario de Historia Económica y Social I. Lección 7. 2020. UNTreF Virtual.
- Platt, D.C.M. : “El imperialismo económico y el hombre de negocios. Inglaterra y América Latina” en R.Owen y B.Sutcliffe, Estudios sobre las teorías del imperialismo, México, ERA, 1978, versión UNTreF Virtual.
- Scalabrini Ortíz, Raúl. Política británica en el Río de la Plata. Buenos Aires. Plus Ultra, 2001. 1ra edición 1940.
[1] Seminario de Historia económica y social I, UNTREF Virtual, Lección 7, p. 1.
[2] Ferrer, Aldo (1963), pp., 107 – 111.
[3] Scalabrini Ortíz, Raúl (1936/1940), pp., 202 – 206.
[4] Platt, D. C. M. (1978), pp., 1 – 2, versión UNTreF Virtual.
[5] Idem, pp., 4 – 5, versión UNTreF Virtual.
[6] Idem, pp., 7 – 8, versión UNTreF Virtual.
[7] Scalabrini Ortíz, Raúl (1936/1940), p.210.
[8] Idem, pp., 209 – 212.
IMAGEN: https://es.wikipedia.org/wiki/Fondo_de_cobertura
- Trabajo final correspondiente al Seminario de Historia Política y Social I, UNTREF, 2020.
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