EXPANSIÓN IMPERIALISTA EUROPEA, siglo XIX, causas.

Conferencia de Berlín

En las últimas décadas del siglo XIX, en el marco de un capitalismo cada vez más global, se desató una intensa competencia por la apropiación de nuevos espacios y el dominio de las poblaciones que los habitaban. La división internacional del trabajo estableció dos mundos disímeles, los productores de materias primas y los de bienes industriales. Estos, los países centrales, se lanzaron a la conquista de territorios periféricos que les permitieran engrandecer sus imperios y colocar sus productos, amén de proveerlos de materias primas.

La expansión de un pequeño número de estados desembocó en el reparto de África y del Pacífico y en la consolidación del control sobre Asia, aunque la región oriental de este continente quedó al margen de la dominación occidental. (Hobsbawm, Eric, 1989) El escenario latinoamericano no fue incluido en el reparto colonial, pero se acentuó su dependencia de la colocación de los bienes primarios en el mercado mundial. El crecimiento económico de los países de esta región dependió del grado de integración en la economía global del último cuarto del siglo XIX. En el Caribe, a la prolongada dominación europea de gran parte de las islas  y de algunos territorios de América central y del sur se sumó la creciente gravitación de Estados Unidos, especialmente partir de su intervención en guerra de liberación de Cuba contra España en 1898.

Entre 1876 y 1914 una cuarta parte del planeta fue distribuida en forma de colonias entre media docena de estados europeosGran Bretaña, Francia, Alemania, Italia,Países Bajos, Bélgica. Los imperios del período preindustrial, España y Portugal, tuvieron una participación secundaria. Los países de reciente industrialización extraeuropeos, Estados Unidos y Japón, interesados en la zona del Pacífico, fueron los últimos en presentarse en escena. En el caso de Gran Bretaña, la expansión de fines del siglo XIX presenta líneas de continuidad con las anexiones previas, fue el único país que, en la primera mitad del siglo XIX, ya tenía un imperio colonial.

La conquista y el reparto colonial lanzados en los años ochenta fue un proceso novedoso por su amplitud, por su velocidad y porque estuvo asociado con la nueva fase del capitalismo, la de una economía que entrelazaba las distintas partes del mundoLos principales estadistas de la época – Joseph Chamberlain, Jules Ferry, por ejemplo- repitieron una y otra vez que era preciso abrir nuevos mercados y nuevos campos de inversión para evitar el estancamiento de la economía nacional.

Además, según su discurso, las culturas superiores tenían la misión de civilizar a las razas inferiores. En el marco de la gran depresión (1873-1895), gran parte de los dirigentes liberales giraron hacia el imperialismo para sostener una política expansionista apoyada por el Estado y basada en un fuerte potencial militar que garantizaría la superioridad de la propia nación. La expansión colonial no disgustaba a todos los socialistas. Algunos dirigentes de la II Internacional, también adjudicaron a la expansión europea un significado civilizador. El debate fue especialmente álgido en el congreso de Stuttgart en 1907.

Las nuevas industrias y los mercados de masas de los países industrializados absorbieron materias primas y alimentos de casi todo el mundo. El trigo y las carnes desde las tierras templadas de Argentina, Uruguay, Canadá, Australia y Nueza Zelandia, el arroz de Birmania, Indochina y Tailandia, el aceite de palma de Nigeria, el cacao de costa de Oro, el café de Brasil y Colombia, el te de Ceilán, el azúcar de Cuba, Brasil, el caucho del Congo, la Amazonia y Malasia, la plata de México, el cobre de Chile y México, el oro de Sudáfrica.

Las colonias, sin embargo, no fueron decisivas para asegurar el crecimiento de las economías metropolitanas. El grueso de las exportaciones e importaciones europeas en el siglo XIX se realizaron con otros países desarrollados. La argumentación del economista liberal inglés John Atkinson Hobson y del dirigente bolchevique Lenin acerca de que el imperialismo era resultado de la búsqueda de nuevos centros de inversión rentables no se correspondió acabadamente con la realidad . Los lazos económicos que Gran Bretaña forjó con determinadas colonias, Egipto, Sudáfrica y muy especialmente la India tuvieron una importancia central para conservar su predominio. La India fue una pieza clave de la estrategia británica global, era la puerta de acceso para las exportaciones de algodón al Lejano Oriente y consumía del 40 al 45 % de esas exportaciones, además, la balanza de pagos del Reino Unido dependía para su equilibrio de los pagos de la India. Pero los éxitos económicos británicos dependieron en gran medida de las importaciones y de las inversiones en Sudamérica y Estados Unidos.

En el afán de refutar las razones económicas esgrimidas por Hobson y Lenin, una corriente de historiadores enfatizó el peso de los fines políticos y estratégicos para explicar la expansión europea. Estos objetivos estuvieron presentes, pero sin que sea posible disociarlos del nuevo orden económico. Cuando Gran Bretaña, por ejemplo, creó colonias en África oriental en los años ochenta, lo hizo porque así frenaba el avance alemán y sin que hubiera un interés económico específico en esa región. Pero esta decisión debe inscribirse en el marco de su condición de metrópoli de un vasto imperio y desde esta perspectiva, no cabe duda del afán de Londres por asegurarse tanto el control sobre la ruta hacia la India desde el canal de Suez como la explotación de los yacimientos de oro recientemente encontrados al norte de la Colonia del Cabo. En este contexto la distinción entre razones políticas y económicas es poco consistente.

En principio tanto las colonias formales como las informales se incorporaron al mercado mundial como economías dependientes, pero esta subordinación tuvo impactos sociales y económicos disímiles en cada una de las periferias mencionadas. En primer lugar porque el rumbo de las colonias quedó atado a los objetivos metropolitanos. En cambio, en los países semisoberanos, sus grupos dominantes pudieron instrumentar medidas teniendo en cuenta sus intereses y los de otras fuerzas internas con capacidad de presión. Pero además, tanto en la esfera colonial como en la de las colonias informales coexistieron desarrollos económicos desiguales en virtud de los distintos tipos de organizaciones productivas. Los enclaves cerrados, los casos de las grandes plantaciones agrícolas tropicales como las de caña de azúcar, el tabaco y el algodón, junto con las explotaciones mineras, dieron paso a sociedades fracturadas. Por un lado un reducido número de grandes propietarios muy ricos, por otro, una masa de trabajadores con bajísimos salarios y en muchos casos sujetos a condiciones serviles. En las regiones que predominaron estas actividades productivas hubo poco margen para que el boom exportador alentase el crecimiento económico en forma extendida. Tanto en Latinoamérica como en las Indias Orientales Holandesas, el cultivo del azúcar, por ejemplo, estuvo asociado a la presencia de oligarquías reaccionarias y masas empobrecidas. En cambio, los cultivos basados en la labor de pequeños y medianos agricultores y en los que el trabajo forzado era improductivo, los casos del trigo, el café, el arroz, el cacao ofrecieron un marco propicio para la constitución de sociedades más equilibradas y con un crecimiento económico de base más amplia.

Gran parte de las áreas dependientes no se beneficiaron del crecimiento de la economía global. En la mayoría de las colonias se acentuó la pobreza y sus poblaciones fueron víctimas de prácticas depredatorias. Portugal en África, Holanda en Asia y el rey Leopoldo II en el Congo fueron los más decididos explotadores.

En aquellas colonias donde una minoría de europeos impuso su dominación sobre grandes poblaciones autóctonas, los casos de Kenia, Argelia, Rhodesia, África del sur, los colonos acapararon la mayor parte de las tierras productivas, impusieron condiciones de trabajo forzado y marginaron a los nativos sobre la base de la discriminación racial.

Las experiencias en las que la incorporación al mercado mundial dio lugar a una importante renovación y modernización de la economía estuvieron localizadas en las áreas de colonización reciente que contaban con la ventaja de climas templados y tierras fértiles para la agricultura y la ganadería. En Canadá, Uruguay, Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Chile, el sur de Brasil las lucrativas exportaciones de granos, carnes y café alentaron la afluencia de inmigrantes y la expansión de grandes ciudades que estimularon la producción de bienes de consumo para la población local. Aquí hubo incentivos para promover una incipiente industrialización.

También las colonias en que prevalecieron los cultivos de pequeña explotación fueron beneficiadas con un cierto grado de crecimiento económico a través del crecimiento de las exportaciones. En la costa occidental de África: Nigeria con el aceite de palma y cacahuete, Costa de Oro (Ghana) con el cacao y Costa de Marfil con la madera y el café. En el sur y sureste de Asia, Birmania, Tailandia e Indochina, los campesinos multiplicaron la producción de arroz. Pero en estos casos no hubo aliciente para la producción industrial en virtud de las limitaciones impuestas por el colonialismo y el bajo nivel de la vida local.

FUENTE BIBLIOGRÁFICA: Carpetas docentes de Historia.  FaHCE-UNLP

http://www.carpetashistoria.fahce.unlp.edu.ar/carpeta-1/el-imperialismo/introduccion

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EXPANSIÓN IMPERIALISTA del SIGLO XIX, en textos

Hacia fines del siglo XV una gran parte del mundo comenzó a ser controlada de manera directa o indirecta por un grupo de naciones europeas. Sus habitantes, que hasta ese momento se habían gobernado de manera independiente, pasaron a ser súbditos de lejanas metrópolis. Este proceso, llegó a su máxima expansión a fines del siglo XIX. A continuación, reproduzco una serie de textos que invitan a más de una reflexión….

Hacia 1880, mientras el mundo se ampliaba demográficamente, al mismo tiempo sufría una división. Existían regiones ricas y pobres, economías y sociedades avanzadas y retrasadas y unidades de organización política y fuerza militar más fuertes y más débiles. La tecnología era una de las causas fundamentales del abismo que separaba a estos dos mundos. La Revolución Industrial inclinó todavía más la balanza a favor del mundo “avanzado”, con la aparición de los explosivos, la ametralladora y el transporte en barcos de vapor. Las conquistas coloniales de las fuerzas europeas habían sido conseguidas gracias no sólo a un armamento más sofisticado, sino también a una mayor agresividad y, sobre todo a una organización más disciplinada.

Así pues, en 1880 no nos encontramos frente a un mundo único, sino frente a dos sectores distintos que forman un único sistema global: los desarrollados y los atrasados, los dominantes y los dependientes, los ricos y los pobres. En tanto que el primero de esos mundos (el más reducido) se hallaba unido, por la historia y por ser el centro del desarrollo capitalista; lo único que unía a los integrantes del segundo sector del mundo (mucho más amplio), eran sus relaciones con el primero, es decir, su dependencia respecto a él.

Europa no sólo era el núcleo original del desarrollo capitalista que dominaba y transformaba al mundo, sino también el componente más importante de la economía mundial y de la sociedad. No significaba todo esto que la división entre los dos mundos fuera sólo una división entre países industrializados y agrícolas, entre las civilizaciones de la ciudad y el campo.

Para que un país no quedara al margen del “progreso” moderno, debía contar además con un estado territorial más o menos homogéneo, soberano y lo bastante extenso como para proveer la base de un desarrollo económico nacional. Tenía que poseer un conjunto de instituciones políticas y legales de carácter liberal y representativo (por ejemplo contar con una Constitución soberana). Debía estar formada por “ciudadanos”, individuos con una serie de derechos legales y políticos básicos. El número de entidades consideradas como estados soberanos en el mundo era bastante modesto en comparación con la actualidad. Hacia 1875 sólo había 17 estados soberanos en Europa, 19 en el continente americano, 4 en Asia y tal vez 3 marginales en África.

Modificado de Eric Hobsbawm en “La era del Imperio” 1875/1914.

Intervención británica en Egipto. Tren transportando cañones de campaña en Alejandría, 1882.

“Pero el Imperio británico no se reduce a las colonias autogobernadas y al Reino Unido. Incluye un área mucho mayor, una población mucho más numerosa en los climas tropicales… El sentido de posesión ha dejado paso a un sentimiento diferente: el sentido de obligación. Sentimos ahora que nuestro dominio sobre estos territorios sólo puede ser justificado si logramos felicidad y prosperidad para el pueblo y sostengo que nuestro gobierno trae y ha traído seguridad y paz y relativa prosperidad a países que nunca habían conocido esos beneficios. No digo que nuestro éxito haya sido completo en todos los casos, no digo que nuestros métodos hayan sido irreprochables; pero si digo que en casi todas las instancias ha sobrevenido una mayor seguridad para la vida y la propiedad y un mejoramiento material para la mayoría de la población. Sin duda, en el momento en que se realizaron las conquistas hubo derramamiento de sangre, hubo pérdida de vidas entre poblaciones nativas, pérdida de vidas aún más preciosas que las de aquellos, que fueron enviados para llevar a esos países un tipo de orden disciplinado; pero debemos recordar que esta es la condición de la misión que debemos cumplir.

Joseph Chamberlain (1897). Secretario de Asuntos Coloniales de Gran Bretaña

“Ayer fui a Est End de Londres (barrio de obreros) y existía una asamblea de parados. Escuché discursos exaltados que pedían pan, pan y pan. Al volver a esa casa estuve reflexionando sobre lo que había oído y me convencí más que nunca de la importancia del Imperialismo (…) La idea que tengo representa la solución del problema social, es decir, para salvar a 40 millones de británicos de la guerra social, nosotros, los políticos coloniales, hemos de posesionarnos de nuevos territorios para colocar allí el exceso de población, para encontrar nuevos mercados donde vender los productos de nuestras fábricas y nuestras minas. El imperio es una cosa del estómago. Si no queréis la guerra civil tenés que convertiros en imperialistas.”

Cecil Rodees, 1895, en P. Benejam y Joan Pagés (coord.), Enseñar y aprender Ciencias Sociales en la escuela secundaria. Citado por Desde fines de la Modernidad… Kapelusz, 2005, pág. 71.

Muerte de Tippo-Sahib, sultán de Mysore, en la toma de Seringabatam por los británicos, 1799

“Hemos sido acusados de rebeldes porque hemos combatido por nuestro país. ¿Qué quizá no fuiste vosotros el primer pueblo que tomó las armas y se lanzó a la defensa de la libertad de su tierra y de su tradición? (…) Proclamamos nuestro derecho a vivir en paz y desarrollar los recursos de nuestro país en beneficio de sus habitantes. Envié a mis hermanos y ministros a París, porque es la cuna de la libertad, la capital de la igualdad, la madre de la civilización moderna (…) Nuestro propósito, nuestro principio, nuestro ideal es la paz y la independencia.”

Abb-el-Krim, La Humanité, 28 de agosto de 1925, en op. Cit.

Imágenes 2 y 3: Gran Enciclopedia temática Plaza, Historia Universal III, Plaza y Janés, Barcelona, 1994, págs. 134 y 147.

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IMPACTO de la 1°GUERRA MUNDIAL en LATINOAMÉRICA, el papel de EE-UU (Parte IV)

Intentando explicar el impacto de los conflictos mundiales del Siglo XX en Latinomérica, he recorrido en primer término sus antecedentes. En una primer entrega, sus matrices políticas, para continuar en una segunda con sus matrices económicas. Más tarde vimos la expansión capitalista en el continente. Es ahora el turno de explicar el papel de los EE-UU y el impacto de la Primera Guerra Mundial.

Hacia fines del Siglo XIX, los avances norteamericanos hacia Latinoamérica generaron conflictos que involucraron derechos soberanos. Mientras Gran Bretaña defendía viejos protectorados y luchaba por no perder influencia de este lado del mundo, EE-UU empezó a mirar hacia el Sur, especialmente hacia Cuba y México. Pero no fue hasta 1900 que grandes flujos de capitales se impusieron en el hemisferio. Estos intereses económicos se vieron apoyados por estrategias políticas tendientes a imponer la hegemonía norteamericana en la región.

a) En 1823, el entonces presidente de los Estados Unidos, James Monroe, proclama «América para los americanos«,  condenando cualquier intento europeo por intervenir o conquistar territorios ameri canos. Atribuída a Monroe, la Doctrina fue redactada por su Secretario de Estado, John Quincy Adams, y pretendía garantizar que ninguna potencia europea reclamara territorios en América, advirtiéndose -de esta manera- que la región quedaba bajo el protectorado exclusivo de los Estados Unidos. Claramente se trataba de un reto a la influencia que Gran Bretaña sostenía en el continente.

b) A principios del siglo XX, el presidente Theodore Roosevelt enunció la denominada «política del garrote», basada en la idea de intervenir allí donde fuera necesario para asegurar los intereses estadounidenses. En 1902 dominaron Cuba, en 1903 gestaron la creación de Panamá para poco después, en 1911, la creación de un canal que atravesara ese país y que ellos controlaran. por falta de créditos de empréstitos estadounidenses recurrieron a ocupaciones militares y bloqueos en Venezuela (1902), República Dominicana (1916/1924) y Haití (1915). Volvieron a ocupar Cuba en 1906 y 1917, y Nicaragua en 1912 y 1926.

c) La «diplomacia del dólar»: los sucesores de Roosevelt denominaron así a la doctrina que consistía en lograr influencia mediante su poder financiero. La formación de monopolios y oligopolios dio origen a los grandes negocios de empresas a gran escala que extendieron sus influencias en todo el continente.

d) En la década del 30 el presidente Franklin Delano Roosevelt inició una nueva estrategia exterior, «la política del buen vecino», que renunciaba al intervencionismo unilateral. La nueva diplomacia proponía abandonar el uso de la fuerza como única vía de acción en América.

El estallido de la 1° Guerra Mundial posicionó a EE-UU (neutrales hasta 1917) en la región. Las inversiones europeas cesaron y los capitales norteamericanos aumentaron sus inversiones directas en Latinoamérica. Nueva York reemplazó a Londres como principal centro financiero internacional y las repúblicas latinoamericanas acudieron cada vez más a EE-UU como exportador de capital. La guerra mostró la fragilidad de una economía muy dependiente del mundo exterior, la paralización inicial del comercio causó una seria crisis financiera que sería aprovechada por EE-UU.

Carga de bananas en Costa Rica

El fin de la Gran Guerra encontró una economía europea devastada. En el mediano plazo era necesario aumentar la producción, pero en lo inmediato debían incrementarse las importaciones de los países que podían abastecer al viejo continente. Los precios empezaron a subir. El petróleo y el trigo aumentaron el 400%, y el algodón el 50%. El fenómeno que empezó a producirse fue la baja de las exportaciones europeas, en primer lugar por el deterioro de su aparato productivo, y en segundo término, la interrupción del comercio durante la guerra promovió en aquellos países que se abastecían de productos europeos, el surgimiento de pequeñas industrias para el consumo local que reemplazaban los productos europeos. Ese fue el caso de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, países menos sometidos a la influencia directa estadounidense.

Desde 1920, en América Central, las inversiones estadounidenses se dirigieron a los monocultivos, como el azúcar en Cuba; el café, en Nicaragua y Guatemala; el banano en Costa Rica, Honduras y Panamá; transformando a las economías locales en apéndices de esa potencia. También apostaron a ramas como la electricidad (General Electric), telefonía (ITT), automotores (Ford, General Motors) y créditos (Chase Bank)

Claramente, después de la guerra, se confirmó el declive de la hegemonía británica y el ascenso de los Estados Unidos. Los inversores estadounidenses aumentaron sus intereses en la minería, en el petróleo y en el azúcar en Perú; monopolizaron la industria del cobre en Chile. Hacia 1929 los EE-UU contaban con un 37% del total de las inversiones externas en la región. El imperialismo norteamericano se imponía sobre el británico.

¿Cuál será el impacto de la 2da Guerra mundial en Latinoamérica?

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LA IZQUIERDA en AMÉRICA LATINA

Para comenzar a tratar de explicar este fenómeno tan complejo, deberíamos decir que no hubo, ni hay, una sola izquierda. Los fundamentos doctrinarios de la izquierda en América Latina son inequívocamente marxistas, especialmente en cuanto a sus fines, sin embargo las diferentes estrategias a aplicar -los medios- son diferentes, y creo que allí radican las controversias y las divisiones. Si el interrogante es:¿Cómo alcanzar el poder? Aquí las diferencias mas marcadas giran en torno al uso de la estrategia revolucionaria o la democrática. Muchas veces las rivalidades y los enfrentamientos se han producido más entre estos dos grupos que frente a los partidos de derecha, a los que en la mayoría de los casos han resultado funcionales.

La revolución bolchevique dio fundamento a los partidos comunistas y socialistas. El comunismo latinoamericano fue visto como representante directo de un movimiento internacional que abogaba por la revolución mundial. Las disputas entre Stalin (1) y Trotsky (2) dividieron las aguas y marcaron diferentes líneas de interpretación. Más allá de ello, en Latinoamérica, en la década del 20, las ideas del socialista peruano Juan Carlos Mariátegui imprimieron un sello propio.

Argentina y Chile fueron dos casos en los cuales los partidos socialistas recibieron más apoyo electoral que el resto de los partidos de izquierda. De origen marxista, optaron por una práctica electoral y parlamentaria, dirigiendo su discurso a un grupo social más abarcativo. Pero sería el fenómeno del populismo el que logró captar el mayor apoyo de las clases trabajadoras que la izquierda pretendía representar. «El espacio político que en Europa ocupaba la socialdemocracia sería ocupado en América Latina por partidos populistas de signo nacionalista» afirma Alan Angell (3). Su inspiración muchas veces provenía de ideas marxistas y su relación con los partidos de izquierda oscilaba entre la cooperación y la rivalidad. «Tenían una vocación de poder más fuerte, disfrutaban de un apoyo social más amplio y sus líderes eran más flexibles y estaban dotados de una mayor sagacidad política». (4).

Ejemplos: la peruana Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), la Acción Democrática (AD) en Venezuela, el Partido Peronista en Argentina, los Colorados en Uruguay, el Partido Trabalhista Brasileiro (PTB) de Vargas en Brasil y el Partido Liberal en Colombia.

Las ideas marxistas también influyeron mucho en otros gobiernos, como el México de Lázaro Cárdenas en la década del 30 o el Perú de Juan Velasco Alvarado de los ´60. Todas estas experiencias significaron un problema que se le planteaba a la izquierda, porque su «base social natural», obreros y campesinos, apoyaban a los partidos populistas o inclusive a partidos de derecha. Resultaba claro que la influencia marxista en el continente no se hizo sentir a partir de la izquierda, como se suponía, sino más bien en el nivel de la ideología o como estímulo de movilización y acción política. Así, sus banderas, sus reformas, sus propuestas eran llevadas adelante por otras corrientes políticas.

«El marxismo latinoamericano heterodoxo y revolucionario tuvo su expresión política más poderosa en la revolución cubana y, más adelante, en la revolución nicaraguense»(5). Efectivamente, la experiencia cubana significó un antes y un después. Su influencia se manifestó de muchas maneras, una de ellas fue dividiendo a la izquierda entre los que creían que era posible llegar al socialismo por medios pacíficos y los que formaban movimientos revolucionarios para llegar al poder por medio de la violencia política. Después de varios intentos fallidos en los 60, la izquierda renació con el triunfo de Salvador Allende y la Unidad Popular de 1970 en Chile, como una vía pacífica y electoral al socialismo. La experiencia se vio frustrada con el golpe de 1973, un revés solo mitigado por el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua.

La caída de la U.R.S.S. en 1991 fue sin dudas un golpe duro de asimilar para la izquierda, pero en Latinoamérica se transformó en un desarrollo de un socialismo democrático asociado con la lucha por los derechos ciudadanos, sostenidos por el anhelo de participación y de igualdad.

(1) Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, ​ más conocido como Iósif Stalin​ fue un político y dictador soviético, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética entre 1922 y 1952 y presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética entre 1941 y 1953.

(2) Trotski fue uno de los organizadores clave de la Revolución de Octubre, que permitió a los bolcheviques tomar el poder en noviembre de 1917 en Rusia.​ Durante la guerra civil tuvo a su cargo la creación del Ejército Rojo. Posteriormente, se enfrentó política e ideológicamente a Stalin, lo que le causó el exilio y posterior asesinato. En tanto que Trotski fue un exponente de la revolución mundial, fue el concepto de Stalin de socialismo en un solo país el que se convirtió en principal enfoque de la política soviética

(3) ANGELL, Alan, La izquierda en América latina desde 1920, en Bethell Leslie, Ed, historia de América Latina, 12, Política y sociedad desde 1930, Cambridge University Press, Crítica, Barcelona 1997, pág. 74.

(4) Ibídem, página 73.

(5) Ibídem, página 75.

Imagen: https://elpais.com/internacional/2018/11/02/actualidad/1541179159_896155.html

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EL PAPEL DE GRAN BRETAÑA EN LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS INDEPENDIZADAS.

Hemos trazado un panorama de las economías latinoamericanas tras sus procesos independentistas. El pacto colonial estaba roto y con él llegó a su fin el rígido monopolio español. La incorporación regional en un nuevo sistema comercial fue uno de los rasgos más distintivos del período. En esta etapa el libre comercio tuvo un nombre en la América del Sur española: Gran Bretaña, y al nuevo pacto se lo llamó Neocolonial. No es casual que una de las primeras decisiones de los nuevos gobiernos conformados fuera la de salir del sistema monopólico y abrir sus puertos al libre comercio.

Los comerciantes británicos se vieron privilegiados por la situación de inestabilidad política que las guerras independentistas habían provocado y les sacaban ventajas a los comerciantes locales en la nueva situación. Gran Bretaña no fue el único oferente, entre 1825 y 1850 compartieron el mercado con comerciantes estadounidenses y franceses. Sin embargo, estas nuevas plazas fueron más un complemento que una competencia ante la variedad de recursos de la Gran Bretaña industrial.

No sólo fue el principal vendedor, sino que también se constituyó en el principal destino de las exportaciones de la región. Hubieron características diferenciales ya que algunas economías latinoamericanas tuvieron déficit en sus balanzas comerciales mientras que en otras ocurrió lo contrario. Por un lado, claramente se importó más y por otro lado las exportaciones se diversificaron en líneas generales.

Otra característica importante fue la ausencia de inversiones de capital en el período. El objetivo era el de mantener un comercio fluido y recíproco. Tampoco hubo inversión significativa local, las guerras por la independencia había desgastado el poder de recuperación e inversión de los propietarios. La ausencia de capitales será un elemento constante en todas las actividades exportables, tanto en la minería (que bajó su producción) como en la ganadería y la agricultura.

Imagen: https://mihistoriauniversal.com/edad-moderna/contrabando-extranjero-america-colonial/

Bibliografía consultada: GAGGERO, Horacio y otros, Historia de América en los siglos XIX y XX, Aique, Bs. As., 2004, Primera parte, pág. 27.

Categories: LATINOAMÉRICA. C) Expansión económica inducida (1825/1870) | Tags: , , | Leave a comment

CHILE PRE-REVOLUCIONARIO, nace la Patria Vieja.

Diego Barros Arana fue un historiador chileno considerado uno de los principales intelectuales liberales del siglo XIX. Recurro a su obra para trazar una semblanza del Chile colonial, en las vísperas de su revolución.

Para el autor, el proceso revolucionario chileno presenta caracteres muy originales. Sostiene que era una de las colonias más desatendidas por España, la más pobre y atrasada. Sin embargo su revolución transcurrió con bastante orden, para posteriormente establecer un gobierno en paz bajo sólidas bases. Esta «desatención» española fue la causa de una herencia colonial con menos vicios y corrupción. Fue así que se constituyó en república independiente libre de los conflictos que aquejaron a la organización del resto de los países latinoamericanos.

Primera Junta Nacional de gobierno de Chile

Chile era un país esencialmente agrícola, con una organización social muy semejante al feudalismo de la Edad Media. Los inquilinos (así se llamaba a los vasallos) debían respeto y vasallaje a los propietarios de la tierra, que -según Barros Arana- ejercían su dominio de manera «suave y benéfica». Para triunfar, la revolución no tenía más que conquistar el apoyo de los grandes propietarios, patriotas conscientes del desprecio con que Chile era mirado por la Corona española. Así fue que la revolución se hizo casi siempre con orden. La anarquia, el desenfreno de las masas, no se hicieron sentir nunca.

El 11 de febrero de 1811 fallecía quien gobernaba Chile, el Brigadier don Luis Muñoz de Guzmán. Por disposición real de 1806, el cargo vacante debía ser ocupado por el militar de mayor graduación. En una junta en Concepción, el brigadier de ingenieros don Francisco García Carrasco fue nombrado nuevo Capitán General. Según parece, éste carecía e las cualidades indispensables para gobernar en circunstancias difíciles. Recordemos que España había sido invadida por Napoleón y el rey, Fernando VII había sido encarcelado. Rápidamente la sociedad se encolumnó detrás de dos posturas antagónicas, los patriotas que exigían un nuevo gobierno y los realistas que apoyaban el acatamiento a las nuevas autoridades representadas por la Junta Central que gobernaba a nombre del rey depuesto.

Carrasco ordenó detener a varios insurgentes y los deportó a Lima, lo que provocó la reacción popular la mañana del 11 de julio. La Real Audiencia conminó a Carrasco a deponer su actitud y el Capitán General firmó un decreto por el cual mandaba la devolución de los presos a Santiago. A pesar de esto la agitación crecía, con un pueblo armado que recorría las calles. En la mañana del 16 de julio, los miembros de la Real Audiencia pidieron a Carrasco que dejase el mando para afianzar la autoridad real en la colonia y éste cedió a las presiones. En su reemplazo fue nombrado el conde de la Conquista, don Mateo de Toro Zambrano, que tenía el título de Brigadier de milicias y que por lo tanto reunía los requisitos de la Real Cédula de 1806. Chileno de nacimiento, el supremo tribunal creyó así satisfacer a las demandas populares. El 18 de agosto de 1810 presta juramento de obediencia al Consejo de Regencia instalado en Cádiz. Los revolucionarios, lejos de ceder en sus pretensiones exigen Cabildo Abierto y el 18 de septiembre se acuerda la creación de una junta de gobierno compuesta por siete miembros tras forzar la renuncia del Brigadier. Se forma así el primer gobierno patrio, en sintonía con lo que pasaba en el resto de las colonias. Zambrano será designado presidente, Don José Antonio Martínez de Aldunate, obispo electo de Santiago, será designado vicepresidente y entre el resto de los vecinos elegidos se destacará la presencia del doctor don Juan Martínez de Rozas. Así comienza un período denominado por la historiografia chilena como «Patria Vieja», al que seguirán otros dos momentos dentro de la historia independentista de Chile.

Imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Primera_Junta_Nacional_de_Gobierno_de_Chile

Bibliografía: BARROS ARANA, Diego, Compendio de Historia Americana, Cabaut editores, página 377/381

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INVASIÓN NAPOLEÓNICA A ESPAÑA

En el marco de las guerras napoleónicas, en 1806, el entonces Emperador de Francia decide realizar un bloqueo continental a los barcos ingleses. Fracasado su intento de invasión a las islas británicas, el bloqueo estaba dirigido a perjudicar el principal sostén económico inglés: el comercio. Portugal se niega a formar parte de dicho bloqueo y Napoleón decide su invasión. Para ello necesita atravesar suelo español con sus tropas. Se firma entonces el Tratado de Fontainebleau entre España y Francia, el 27 de octubre de 1807. Lo firman el Consejero de Estado y Guerra Eugenio Izquierdo, por Carlos IV y Gerard Duroc, representante de Napoleón, acordándose la invasión militar conjunta franco-española de Portugal y el posterior reparto de su territorio.

Familia real española

Iniciada la invasión, tropas españolas atacan desde el norte y el sur, tomando Oporto y Setúbal, al tiempo que el ejército francés entra triunfal en su capital, Lisboa el 30 de noviembre de 1806 provocando la huida a Brasil de la familia real portuguesa. Concretada la ocupación, en España comenzó a verse con recelo la permanencia de tropas francesas en su suelo y su incremento día a día. Manuel Godoy, otrora primer ministro español y hombre fuerte del reinado de Carlos IV, sospechando las reales intenciones de Napoleón, aconsejó a la familia real su traslado a Aranjuez, en el sur de España, para que, de confirmarse las intenciones francesas, pudieran escapar a América tal como había hecho la familia real portuguesa.

Fue imposible. El 17 de marzo de 1808 se produjo el motín de Aranjuez, que provocó la caída de Godoy, la abdicación de Carlos IV y la subida al trono de Fernando VII. Tropas francesas ocupan Madrid y Napoleón convoca a ambos monarcas, padre e hijo a Bayona, donde obtiene de ellos la abdicación a su favor, el 5 de mayo de 1808, tras lo cual cedió la Corona a su hermano José I Bonaparte.

La usurpación del trono provocó un levantamiento popular que se extendió por todo el país. Los ciudadanos de Madrid se levantaron en rebelión contra la ocupación francesa el 2 de mayo, provocando una brutal represión que culminó con los tristemente famosos fusilamientos del 3 de Mayo. Aquí comienza la resistencia española, la Guerra de la Independencia y el cuestionamiento al poder español en sus colonias americanas.

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de las CASAS /SEPÚLVEDA: DEBATE SOBRE LA SITUACIÓN DE LOS INDÍGENAS.

En la primera mitad del siglo XVI, los indígenas americanos fueron declarados libres, súbditos de la corona española y menores de edad. Condiciones necesarias para justificar su explotación durante la expansión de la conquista. Los abusos eran tan terribles que provocaron la reacción de algunos religiosos, como los frailes dominicos Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas. En 1550 el Rey convoca a de las Casas y al jurista español Juan Ginés de Sepúlveda, defensor de la posición de los conquistadores, para sostener un debate en Valladolid. Reproduzco algunos de sus escritos para definir las posturas.

Bartolomé de las Casas y Juan Ginés Sepúlveda

«En la isla Española, que fue la primera, donde entraron cristianos y comenzaron los grandes estragos y perdiciones de estas gentes y que primero destruyeron y despoblaron, comenzando los cristianos a tomar las mujeres e hijos a los indios para servirse y usar mal de ellos y comerles las comidas que sus sudores y trabajos salían, no contentándose con lo que los indios les daban de su grado, conforme a la facultad que cada uno tenia… comenzaron a entender los indios que aquellos hombres no debían de haber venido del cielo; y algunos escondían sus comidas, otros sus mujeres e hijos; otros huían a los montes por apartarse de gente tan dura y terrible. Los cristianos les daban bofetadas, puñetazos y palazos… y esto llegó a tanta temeridad y desvergüenza, que al mayor rey, señor de toda la isla, un capitán cristiano le violó pro fuerza su propia mujer. De aquí comenzaron los indios a buscar maneras para echar los cristianos de sus tierras: se pusieron en armas…(1)

«no es contrario ni a la justicia ni a la religión cristiana poner al frente de alguna de estas ciudades a varones españoles probos, justos y prudentes, para que se encarguen de instruirles en probas y civilizadas costumbres y de iniciarles, adentrarles y educarles en la religión cristiana, que ha de ser predicada no por la violencia, sino por los ejemplos y la persuasión. Ninguna razón de justicia, humanidad o filosofía cristiana prohíbe dominar a los mortales sometidos y exigir los tributos que son justa recompensa a los trabajos y necesarios para la alimentación de los príncipes, magistrados y soldados, tampoco prohíbe tener siervos y usar moderadamente de su trabajo, pero lo que sí está vedado es el imperar con avaricia y crueldad. (2)

«A este infinito número de gentes, Dios los creó simples, sin maldades ni dobleces, muy obedientes y fieles a sus señores naturales y a los cristianos a los que sirven. Son humildes, pacientes, pacíficas y quietas. Son también personas muy delicadas que no pueden sufrir trabajos y que mueren muy fácilmente de cualquier enfermedad. Son muy capaces y dóciles para toda buena doctrina; muy aptos para recibir nuestra Santa Fe Católica… entre estas ovejas mansas y de las cualidades antes dichas dotadas por su hacedor y creador, llegaron los españoles como tigres y leones, muy crueles, de muchos días hambrientos. Y desde hace cuarenta años no han hecho otra cosa sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas con extrañas, nuevas, variadas y nunca vistas ni leídas ni oídas formas de crueldad.(1)

«Estos bárbaros… en prudencia, ingenio y todo género de virtudes y humanos sentimientos son tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos, las mujeres a los varones, los crueles e inhumanos a los extremadamente mansos, los exageradamente intemperantes a los continentes y moderados; finalmente cuanto estoy por decir los monos a los hombres. (2)

La posición de las Casas, tendiente a evangelizar a los indígenas sin hacer uso de la violencia, no seria tomada en cuenta por la Corona. Si bien no hubo una resolución final, significó el inicio de un cambio que de alguna manera mejoró la condición del indígena.

(1) Fray Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, 1542.

(2) Juan Ginés de Sepúlveda, Las justas causas de la guerra contra los indios, 1545.

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LA CONDICIÓN JURÍDICA DE LOS INDÍGENAS en la Conquista de América

Al iniciarse la conquista de América, Cristóbal Colón declaró que los indígenas americanos eran seres libres, situación que fue discutida en España por teólogos y juristas en la llamada «querella de los justos títulos». Los ilustres personajes discutían acerca de como debían ser considerados los naturales de estas tierras. ¿Eran personas? Porque si no conocían a Dios, carecían de alma y por lo tanto eran animales y podían ser tratados como tales. Si por el contrario tenían alma, estaban en condiciones de ser evangelizados.

«Elevados» a la categoría de personas, en 1537 el papa Paulo III prohibió esclavizarlos. A partir de entonces adquieren la categoría de súbditos de la Corona española, pero con la particularidad de ser declarados menores de edad. ¿Por qué? Como súbditos estaban obligados a pagar tributos y cumplir obligaciones y como menores de edad, no podían tomar decisiones por si mismos, necesitando de la tutela de los conquistadores.

Se justificó así su explotación como mano de obra, a la que sólo se le garantizaba la posibilidad de evangelizarlo. Por ejemplo, en la encomienda, un grupo de indígenas, en condición de encomendados, estaba bajo la tutela de un español, el encomendero. Los indígenas trabajaban para él y pagaban tributo a cambio de la educación, protección y evangelización del encomendero.

Los habitantes originarios fueron entonces declarados libres, pero se les impuso el trabajo forzoso utilizando instituciones europeas o incas.

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THOMAS CARLYLE, la Historia del hombre común.

Suele menospreciarse la Historia Social. Se la califica como vaga y general y en comparación con la Historia política se dice que al carecer de figuras prominentes no puede rivalizar con aquellos elementos que hacen más atractivo y fundamentado el relato. Ocuparse de la gente común hubiera significado rebajar la dignidad de la Historia. En este espacio trato de divulgar un relato más integral, en el que la mirada política, económica y social se amalgamen en una disciplina más completa, más significativa.

Thomas Carlyle (1795/1881) filósofo, historiador, traductor, matemático crítico social y ensayista escocés, fue una voz clamando en el desierto.

«Lo que yo deseo ver no son nóminas del Libro Rojo, ni Calendarios de la Corte, ni archivos parlamentarios, sino la vida del hombre en Inglaterra: lo que los hombres hicieron, pensaron, sufrieron y gozaron… En verdad es deplorable considerar que continua siendo, en estos tiempos tan cultos e ilustrados, eso que se denomina Historia. ¿Podéis obtener de ella, aunque leáis hasta quedaros sin ojos, la mas leve sombra de respuesta a ese fundamental interrogante que inquiere como vivían los hombres y como se desarrollaba su existencia, aun cuando esta pregunta solo se refiera al aspecto económico, por ejemplo, que salarios percibían y que compraban con ellos? Desgraciadamente no podéis…

Comparto esta mirada, especialmente porque pertenece al siglo XIX, época en la cual era un pensamiento rupturista, no común. Preocupado por aquellos que fueron perjudicados por la Revolución Industrial, sus trabajos inspiraron a Charles Dickens, autor de Historia de dos ciudades. Su mirada política era más particular y ahí termina mi empatía. Sostenía que la historia de la humanidad era el resultado de hechos realizados por individuos excepcionales, héroes, y que su falta explica la llegada de la democracia. Escribió: «La democracia es la desesperación de no encontrar héroes que nos dirijan». Podríamos discutirlo largo y tendido…

imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Carlyle

Bibliografia: POWER, Eileen, Gente de la Edad Media, Eudeba, Bs. As., 1973.

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GERASA, un viaje en el tiempo.

(Jarash, Gerash) es el nombre de una antigua ciudad de la Decápolis (1). Se mantuvo desconocida hasta que el viajero Ulrich Jasper Seetzen la redescubrió en 1806, cuando tropezó con una pequeña parte de sus restos arqueológicos, que al igual que los restos de la antigua ciudad, se encontraban enterrados, lo que explicaría su conservación. Es una de las ciudades romanas mejor conservadas del Próximo Oriente, en el noroeste de Jordania. Próspera debido a sus tierras fértiles y por estar dentro de una de las principales rutas comerciales, fue incorporada al imperio romano por el general romano Pompeyo en el año 63 A.C. En la segunda mitad del siglo I, la ciudad alcanzó una gran prosperidad cuando Trajano anexionó el reino de los nabateos a la provincia de Gerasa. En el año 106 construyó calzadas que atravesaban las provincias y la actividad comercial alcanzó así su máximo esplendor. Acompáñanos a recorrer algunas de sus atracciones, en próximas entregas seguiremos con el recorrido.

Ingreso al sitio arqueológico www.historionauta.com

En al año 129 el emperador Adriano visitó Jerash y en conmemoración a su visita se construyó un Arco de Triunfo que señalaba la puerta de entrada a la zona sur de la ciudad, en expansión.

Arco de Adriano www.historionauta.com

Este impresionante monumento de triple arcada es uno de los más importantes construidos por la arquitectura romana. Estaba decorado con bases de media columna adornados con hojas de acanto. Una magnífica inscripción griega adornaba la fachada norte mirando hacia la ciudad. Poco después de ser grabada, fueron borrados los títulos de «Sagrada e Independiente» otorgados a la ciudad. Esto fue hecho por orden del Emperador, e indica que hubo disturbios políticos dentro de Gerasa, que probablemente ocurrieron en la época de la segunda revuelta judía (132/135).

Detalles de sus columnas

Luego de cruzar el Arco de Adriano, nos encontramos con el Hipódromo, de 245m de largo por 52m de ancho, con capacidad para 15000 espectadores.

Hipódromo www.historionauta.com

La Plaza Oval mide 90m de largo por 80m de ancho y se encuentra rodeada por una impactante columnata.

Plaza Oval

(1) La Decápolis ​ fue un grupo de diez ciudades de la frontera oriental del Imperio romano, en el sureste del Levante mediterráneo. Estas ciudades se agruparon debido a su idioma, cultura, situación y estatus político, aunque cada una funcionaba como una ciudad-Estado autónoma y nunca se organizaron en una única unidad política.

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ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 1983

La derrota de Malvinas y el estado de movilización y protesta de la sociedad aceleraron los tiempos hacia una nueva salida electoral que diera término a la más sangrienta de las dictaduras. En febrero de 1983, el Presidente de facto R. Bignone debió establecer un cronograma electoral, fijando el 30 de octubre de 1983 como fecha comicial. Los partidos políticos comenzaron a elegir sus fórmulas.

La UCR realizó elecciones internas, en las que Raúl Alfonsín (1), de la corriente Renovación y Cambio se alzó con el triunfo sobre la Línea Nacional. Víctor Martinez sería su candidato a vice y Fernando de la Rúa candidato a Senador. En el PJ varios dirigentes se disputaban el liderazgo: Antonio Cafiero, Federico Robledo y Vicente Saadi, finalmente la fórmula proclamada fue la de Italo Luder (2) – Deolindo Felipe Bittel. En el espacio del centro y de la centro derecha, por la Ucede el candidato fue Alvaro Alsogaray (3); por la Alianza Federal Francisco Manrique (4) y por el MID Rogelio Frigerio (5). Desde la izquierda, el Partido Intransigente (PI) aglutinó a numerosos simpatizantes de la izquierda peronista y llevó como candidato a Oscar Alende.

Un alto grado de movilización y participación política acompañaron las campañas electorales, en las que las afilaciones a los partidos superaron todos los niveles históricos.

PARTIDOVOTOS%
Unión Cívica Radical7.724.55951.75
P. Justicialista 5.995.402 40.16
P. Intransigente 5.995.402 2.33
Mov. Integración y Des.177.4261.19
Partido Federal107.1880.72
UCeDe62.8540.42
P. Dem. Progresista50.1840.34
P. Dem. Cristiano46.5440.31
Mov. al Socialismo42.5000.28
P. Socialista Popular21.1770.14
Partido Obrero13.0670.09

Los resultados estuvieron marcados por una gran polarización del electorado. Por primera vez la UCR triunfaba sobre el peronismo en elecciones sin proscripciones. Raúl Alfonsín asumió la presidencia de la Nación el 10 de diciembre de 1983.Fue concejal, diputado provincial, diputado nacional, senador nacional y presidente de la Nación Argentina.

(1) Fue diputado nacional, senador nacional, presidente provisional de la Cámara de Senadores de la Nación, convencional constituyente, ministro de Defensa y embajador en Francia. Ocupó interinamente la presidencia de la Nación durante una licencia por razones de salud de la presidenta María Estela Martínez de Perón en 1975.

(2) Fue un político, militar y economista argentino que impulsó los principios el liberalismo en la Argentina de la segunda mitad del siglo XX.

(3) Fue un oficial naval, político y periodista argentino. Ocupó el cargo de Jefe de la Casa Militar durante los gobiernos de facto de Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu. Ministerio de Salud y Acción Social durante las dictaduras de Roberto Marcelo Levingston y Alejandro Agustín Lanusse.

(4) Fue un periodista y político argentino, figura clave del gobierno de Arturo Frondizi, fundador junto a él del Movimiento de Integración y Desarrollo, y principal animador de la corriente de pensamiento desarrollista en Argentina.

(5) En 1958, cuando Arturo Frondizi es elegido presidente de la Nación, Alende fue elegido gobernador de la Provincia de Buenos Aires.

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EL GOBIERNO PROVISORIO DE GUIDO

Las FFAA, actor político de relevancia a partir del Golpe de Estado de 1930, anunciaron el 29 de marzo de 1962 que «el presidente de la República ha sido depuesto». Conducido detenido desde la residencia presidencial, Arturo Frondizi fue trasladado a la Isla Martín García. El entonces presidente del Senado, Jose Maria Guido (1) juró como presidente ante la Corte de Justicia de la Nación. El régimen democrático había sido una vez mas vulnerado y el nuevo mandatario era sólo una fachada de legalidad democrática.

Juramento de José María Guido como Presidente de la República

El sector militar, llamado a si mismo democrático, identificados con el derrocamiento de Perón y su posterior proscripción, daba así un paso más en esa suerte de reinvención espontánea del fascismo (2). Negadores de la democracia representativa, su pensamiento estaba acompañado por una profunda aversión a la expansión comunista post-Cuba y al retorno del «tirano depuesto» como calificaban a Perón. Esta actitud militar encontraba apoyo en ciertos sectores de la población civil, y en particular de la clase media. Nunca la Argentina se había hallado tan firmemente hundida en una situación prefascista. (3)

¿Por qué entonces una «restauración institucional» y no directamente un golpe? Para Halperin el clima internacional no era favorable. la administración Kennedy en EE-UU había logrado el retiro de misiles soviéticos en Cuba y comenzaban a creer posible una política latinoamericana no centrada en la isla caribeña. La solución entonces fue el nombramiento de Guido, un presidente sin poder real y fuertemente influenciado por las FFAA.

Con un gabinete inestable por el que pasaron más de cincuenta ministros y secretarios de Estado, Guido anuló las fallidas elecciones de medio término del 18 de marzo y realizó quince intervenciones federales. «Identificado plenamente con los ideales de la Revolución Libertadora», el presidente provisional dispuso el receso del Congreso y la caducidad de las autoridades de los partidos políticos.

En economía, el rumbo no cambió. Federico Pinedo fue pocos días Ministro de Economía y le bastaron para aplicar una feroz devaluación. Reemplazado por Alvaro Alsogaray (4), economista liberal integrante de varias gestiones, se solicitó un nuevo acuerdo con el FMI y se aumentaron los impuestos al consumo y las tarifas de los servicios públicos. Como consecuencia, durante la gestión de Alsogaray, el PBI disminuyó 316 millones de USD, cayó el salario real, descendió el consumo de leche y de carne por habitante en el marco de una recesión generalizada. Se dispuso el pago del aguinaldo en cuotas, el cobro de los sueldos de octubre a fines de noviembre y la devaluación del peso. (5)

Durante la gestión de Guido se produjo el enfrentamiento entre dos facciones de las FFAA, originado por las distintas posiciones en relación con la participación del peronismo en la vida política argentina. Los azules, que acordaban un acceso condicionado de ciertos dirigentes peronistas y los colorados, profundamente antiperonistas. Desde el derrocamiento de Frondizi, el gobierno de Guido estaba controlado por los colorados, integrados por la Marina y la infantería y la artillería del Ejército. Azules eran la Fuerza Aérea y la caballería del Ejército. Rápidamente, del terreno de las declaraciones y los comunicados, pasaron a bombardeos y enfrentamientos de tropas. Finalmente, los colorados se rindieron y el General Onganía, lider azul, fue designado Comandante en Jefe del Ejército. Ante el estado de crisis generalizada, se realizó un llamamiento a elecciones para julio de 1963. El presidente elegido sería Arturo Illia.

  • Derrocado Frondizi, la acefalía presidencial fue resuelta con el nombramiento del político rionegrino. En pos de evitar un nuevo gobierno de facto, dos hombres de las filas del frondizismo y totalmente ajenos a la maniobra golpista (los doctores Rodolfo Martínez y Julio  Oyhanarte) pensaron una salida jurídica dirigida a salvaguardar las estructuras democráticas de la sociedad política y frenar la intempestiva carga pretoriana que por indecisión o vacilación de los jefes militares se había hecho presente en el escenario político nacional.  Esta salida tuvo como eje y protagonista al Dr .José María Guido quien era en su carácter de presidente provisional del senado el primero en la sucesión presidencial. Guido había preferido mantenerse al margen para no servir de pretexto ante la eventualidad de que se quisiera “legalizar” el acto de fuerza.  “La presidencia de José María Guido”, de Daniel Rodríguez Lamas, publicada por el Centro Editor de América Latina y que corresponde a la serie Biblioteca Política Argentina.
  • HALPERIN DONGHI, Tulio, La democracia de masas, Cap.IV, Después del peronismo, en Historia Argentina 3, Paidós, Bs.As, 2ª edición, 1998, pág. 572.
  • Ibídem, pág.573.
  • Alvaro Alsogaray acuñó, al frente de la cartera económica durante la presidencia de Arturo Frondizi, la famosa frase “hay que pasar el invierno” en el marco de un programa de ajuste.
  • EGGERS-BRASS, Teresa, Historia Argentina, una mirada crítica, Cap.XII, Revolución Libertadora y democracias condicionadas, Maipue, Bs.As., 3ª edición, pág.550.
  • Imagen: http://appnoticias.com.ar/app/cuando-jose-maria-guido-fue-presidente-despues-del-derrocamiento-de-arturo-frondizi-el-2931962/

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NACE LA CGT. Lucha por la dirección sindical

El año de 1930 marca el ingreso de Uriburu al gobierno tras derrocar al gobierno constitucional de Yrigoyen. Este militar de extrema derecha, en representación de una coalición de fuerzas conservadoras similar a la que había dominado a la argentina antes de la guerra, se mostraría hostil a las aspiraciones sindicales.

Pocas semanas más tarde, el 27 de septiembre de 1930, los integrantes de la Confederación Obrera Argentina (COA), controlada por los socialistas, la Unión Sindical Argentina (USA), controlada por los sindicalistas, y un grupo de sindicatos autónomos se fusionaron para establecer la organización que desde entonces ha dominado el movimiento obrero argentino: la Confederación General del Trabajo (CGT).

Se insistió en la  independencia de  ideas políticas y de grupos ideológicos. Hacia fines de 1933, el programa apolítico de los sindicalistas contaba con el apoyo de la mayoría del Comité Sindical, pero no pudieron conseguir la adhesión de los gremios grandes e importantes aún controlados por los socialistas. Esto provoca hacia 1935 la derrota de los dirigentes sindicalistas a manos de los socialistas, cuyas ideas se adecuaban más a la situación política de la década de 1930. La cooperación con el gobierno que resultó durante la presidencia de Yrigoyen, durante los gobiernos de Uriburu y Justo, equivalía a un suicidio.

“El nacionalismo liberal, surgido dentro del movimiento obrero entre 1935 y 1939, se acentuó durante los cuatro años siguientes porque se lo empleó para nuevos fines. (…) después de 1939 los socialistas utilizaron el nacionalismo para conservar su liderazgo en el movimiento.” “En 1935, los socialistas tuvieron éxito al enfrentar a los sindicalistas por el control de la CGT, empero, como dirigentes del movimiento obrero después de 1935, tampoco pudieron mejorar la actuación de sus antecesores.”[1]

Fue en dichas circunstancias, que comienzan a tomar importancia los sindicatos comunistas. El aumento de la influencia comunista en el movimiento obrero se relacionaba muy de cerca con el aumento de los sindicatos por industria. Durante la década de 1930, la industria argentina se desarrolló con rapidez, junto con el aumento de los trabajadores industriales, organizados por los comunistas.

Mientras los socialistas se peleaban con los comunistas, también debían enfrentar al desafío menor de los gremios sindicalistas, desplazados en 1935, de su posición de privilegio.

El movimiento obrero se fue consolidando durante los años previos y el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Desplazada la corriente sindicalista, la hegemonía había pasado al Partido Socialista, con una competencia seria por parte del Partido Comunista. Ésta era significativa en los gremios de la construcción, la carne, y en otros más nuevos, como los metalúrgicos o los textiles, donde la mayor persecución patronal y oficial sólo daba lugar a que una minoría del personal se agremiara.

En los sindicatos nuevos y pequeños la autoridad máxima era la asamblea de todos los socios, que elegía a la comisión directiva. Los teóricos del Partido Socialista estaban particularmente opuestos a esta forma organizativa, ya que no se sentían muy seguros de controlar ese tipo de reuniones aun cuando contaran con el apoyo de una mayoría de afiliados, que a menudo no iban a esas reuniones, o se retiraban temprano, cansados de las interminables discusiones. Los militantes de base, en cambio, incluso los del propio Partido Socialista, las preferían porque las consideraban una forma directa de democracia, aun cuando concurriera sólo una pequeña parte del personal agremiado.[2]

Para defender a los dirigentes del usual despido o de la negativa a emplearlos, se hacía necesario asignarles un sueldo, lo que les creaba un modo de vida muy distinto al del común de los obreros, que los podían considerar “burócratas”. El Partido Comunista, con bastantes fondos a su disposición, a menudo rentaba a sus militantes, lo que les ayudaba a dedicarse plenamente a las tareas de organización o a no preocuparse si eran echados del empleo por su activismo.

La interferencia de la política partidaria hizo que la CGT se dividiera en dos durante la reunión del Comité Central Confederal de diciembre 1942 a enero 1943. Quedó de un lado la CGT Nº 1, relativamente apolítica, basada en la Unión Ferroviaria y su jefe José Domenech, quien aunque afiliado socialista, era muy independiente de las directivas que provenían de su partido. Del otro lado, la más politizada CGT Nº 2, con socialistas y comunistas, y encauzada hacia la formación de un Frente Popular, como en Francia y en Chile. La dirigían Francisco Pérez Leirós, municipal, y Ángel Borlenghi, de los empleados de comercio, ambos socialistas.

En áreas más periféricas del movimiento obrero se daban nuevas iniciativas, con la formación de un significativo movimiento de “sindicatos autónomos”, o sea que no pertenecían a ninguna de las dos CGT. Eran a menudo simpatizantes del anarquismo.

En 1942, los anarquistas consiguieron organizar cuatro sindicatos autónomos en los grandes frigoríficos de Avellaneda disidentes de los hegemonizados por los comunistas y pronto extendieron su acción a Berisso, donde tenían algunos militantes. Ahí se vincularon con Cipriano Reyes, que tenía una cierta simpatía ideal hacia ellos.

Ofrecieron a Reyes proponerlo como secretario general de la seccional, todavía dentro de la Federación Obrera de la Industria de la Carne (FOIC) comunista o, si no, del nuevo sindicato autónomo que se crearía. Se intentó impugnar la candidatura de Peter, un popular dirigente comunista, en una asamblea que terminó en forma violenta al aparecer la policía, la que se llevó a gran cantidad de gente, con lo que se frustró el intento de quitarle la conducción al PC.

Se inicia a raíz de esto una huelga de diecinueve días, que sólo termina cuando el gobierno libera a Cipriano Reyes y se concede un aumento de cinco centavos la hora; el gremio declara su autonomía de la FOIC y aclama a Cipriano como secretario general. De aquí parte su meteórica aunque breve carrera sindical, en clara alianza con la militancia anarquista, y como alternativa del dominio comunista.

En vísperas de la era de Perón, el movimiento obrero organizado se encontraba en posición ambigua. Por un lado, la CGT contaba con unos 331.000 afiliados, sobre un total de 547.000 obreros sindicalizados en el país. Además, al participar activamente en la campaña antifascista de fines de 1930 y principios de 1940, la CGT había identificado por primera vez al sindicalismo con sectores importantes de a sociedad argentina. Por otro lado, estaba sindicalizado menos de un tercio de los trabajadores industriales del país, y cerca de la décima parte de todas las personas empleadas en relación de dependencia. La abrumadora mayoría de ellos se concentraba en Buenos Aires y Rosario.

El movimiento obrero organizado había elaborado un nacionalismo liberal para defender sus intereses, pero se hallaba dividido y, por cierto, no era un movimiento auténticamente representativo.

[1] BAILY, SAMUEL L. “Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina”, página 15.

[2] En 1914, el inmigrante representaba el 59% de los trabajadores sindicalizados, aunque apenas el 47% de la población obrera. Alberto Belloni, “Del anarquismo al peronismo”, citado por Baily, ibídem, pág 20.

DI TELLA, TORCUATO. S. “Historia social de la Argentina contemporánea”. Página 254.

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17 de octubre de 1945. El subsuelo de la patria sublevada.

Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábitos de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de brea, de grasas y de aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir. Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. Descendientes de meridionales europeos iban junto al rubio de trazos nórdicos y al trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún.

El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajíos con meandros improvisados sobre la arena, en una acción tan minúscula que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que ese es el anticipo de la inundación. Así avanzaba aquella muchedumbre en hilos de entusiasmo, que arribaban por la Avenida de Mayo, por Balcarce, por la Diagonal…

Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, la hilandera y el empleado de comercio. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substracto de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulo. Era el de nadie y el sin nada, en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por la misma verdad que una sola palabra traducía.

En las cosas humanas el número tiene una grandeza particular por sí mismo. En ese fenómeno majestuoso a que asistía, el hombre aislado es nadie, apenas algo más que un aterido grano de sombra que a sí mismo se sostiene y que el impalpable viento de las horas desparrama. Pero la multitud tiene un cuerpo y un ademán de siglos. Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río.

Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años, estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo.

Por inusitado ensalmo, junto a mí, yo mismo dentro, encarnado en una muchedumbre clamorosa de varios cientos de miles de almas, conglomeradas en un solo ser unívoco, aislado en sí mismo, rodeado por la animadversión de los soberbios de la fortuna, del poder, y del saber, enriquecido por las delegaciones impalpables del trabajo de las selvas, de los cañaverales, de las praderas, amalgamando designios adversarios, traduciendo en la firme línea de su voz conjunta su voluntad de grandeza, entrelazando en una sola aspiración simplificada la multivariedad de aspiraciones individuales, o consumiendo en la misma llama los cansancios y los desalientos personales, el espíritu de la tierra se erguía vibrando sobre la plaza de nuestras libertades, pleno en la confirmación de su existencia.

La substancia del pueblo argentino, su quintaesencia de rudimentarismo estaba allí presente, afirmando su derecho a implantar para sí mismo la visión del mundo que le dicta su espíritu desnudo de tradiciones, de orgullos sanguíneos, de vanidades sociales, familiares o intelectuales. Estaba allí desnudo y solo, como la chispa de un suspiro: hijo transitorio de la tierra capaz de luminosa eternidad.

Fuente: “Tierra sin nada, tierra de profetas” de Raúl Scalabrini Ortiz.

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